«La Importancia de la Autoformación en Fasta» por Juan Carlos Bilyk
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- Nelson Santillan
- 29 de junio de 2024
- El Rincón Formativo
Con el presente artículo damos por iniciada esta sección del HastaDIOS, a la que titulamos “El rincón Formativo”. En este espacio conducido por la Dirección de Formación de Fasta, nos iremos encontrando periódicamente para proporcionar breves reflexiones que nos ayuden a crecer en esta dimensión esencial de la Ciudad Miliciana, que es la Formación Doctrinal.
No por nada leemos en el número 10 de nuestro Estatuto que “los miembros de Fasta tendrán especial cuidado en su formación personal, la cual se realizará de acuerdo a la situación y exigencias propias de su edad, condición y estado de vida. Sin embargo, en todos los casos se propenderá a que todos alcancen una seria y adecuada Formación Doctrinal que les permita actuar como agentes evangelizadores de la cultura y aptos, además, para poder asumir las tareas propias que exigen la formación de la niñez y de la juventud”.
Hablamos entonces de “formación doctrinal”, la cual debe entenderse como abarcadora de todas las dimensiones de la persona humana. No debe, por tanto, reducirse a una mera formación intelectual. Supone primariamente eso, por supuesto, pero no es solamente eso. Debe la formación que brinda Fasta servir a una perfección que incluya, tal como señalaba nuestro Padre Fundador, Fr. Aníbal Fosbery O.P., “a lo orgánico-instintivo; a lo afectivo-emocional; a lo intelectual; a la capacitación laboral; a lo moral-espiritual; a lo social”. Formación doctrinal es formación integral.
Esta “formación integral” incluye -entre otros- un momento indispensable: la autoformación (o también, formación personal), a la cual podemos definir como el camino a recorrer por uno mismo, para hacer más sólida y perfecta la formación recibida en las primeras etapas, durante la cual se indicó “por dónde ir”: cuáles lecturas, cuáles libros, cuáles maestros…
La autoformación, que es una de nuestras mayores fortalezas históricas, es esencial para nuestro estilo miliciano de entender la vida. Por ello el P. Fosbery nos decía, que “no podemos quedarnos nada más que en un nivel de formación institucional y no pasar al nivel de formación personal”.
No estamos hablando de “formación personalizada”, que por cierto es muy importante, sino de la capacidad de cada miliciano de seguir formándose “por su cuenta” —suponiendo haber adquirido los criterios para hacerlo—, sobre todo gracias a los numerosos recursos que disponemos hoy día para ello. Pero no significa tampoco un trivial “ahora me corto solo”, pues lo comunitario también es parte crucial de nuestro “ser Fasta”. No debemos confundir “autoformación” con “autodidactismo”, ni mucho menos con “autoayuda” (la primera implica una recta base adquirida, la segunda es una búsqueda ciega, a tientas, sin guía; la tercera es el delirio naturalista según el cual uno lleva en sí mismo todos los remedios para la propia sanación). Tampoco es una “marca registrada”, no la inventamos nosotros, pero es una cuasi nota distintiva. No es opcional, no es algo que se adecua a un tiempo histórico aislado. No es reemplazable por otra cosa. La formación personal es una cualidad que corresponde plenamente a nuestro carisma miliciano y a nuestra espiritualidad dominicana (no es la única cualidad, se complementa con otras). Es realmente una propiedad bien de nuestro estilo.
La autoformación se instala a partir del “miliciano y la miliciana que de alguna manera ya están separados de la estructura, ya no están metidos en la estructura” (P. Fosbery), pero que han recibido formación institucional. San Pablo dice: “Los alimenté con leche y no con alimento sólido” (I Cor 3,2). Aplicada esta enseñanza paulina a nosotros, ese “alimento sólido” implica que, además de la eventual formación profesional, laboral, artística, etc. que el miliciano puede llegar a adquirir, deberá estar acompañado de autoformación.
Para la autoformación suponemos un recipiente dispuesto y, digámoslo así, acondicionado para lo que va a recibir. Es lo que señala el P. Fundador: “Es cierto que hay un todo que nosotros hemos logrado de alguna manera con la formación doctrinal, unido la mística que acompaña esta formación, unido a los campamentos, unido a las tareas, unido a los desafíos”.
Para la autoformación debemos contar con la fuente de formación más privilegiada concebible, que trasciende tiempos y espacios: nos referimos a los libros (físicos o digitales, otro gran tema para hablar). Aunque no es el libro la única fuente de donde beber. Actualmente disponemos de numerosos recursos, que antaño se reducían a las bibliotecas personales que algunos milicianos laboriosamente fueron conformando. En efecto, hoy tenemos a nuestro alcance seminarios, diplomaturas y carreras dictadas por nuestra Universidad. Asimismo, desde la Dirección de Formación contamos con cursos especializados y específicos. Un claro ejemplo se dio en el año 2016, cuando se comenzó con el ciclo “Testigos y Maestros”, que era justamente nuestro intento de encontrar ese “tesoro escondido” de sabiduría, en aquellas inteligencias privilegiadas que se constituyeron en nuestros “maestros en los libros” (es reconfortante y prometedor ver cómo todavía muchos jóvenes milicianos siguen preguntando, con gran expectación: “¿Qué libro me recomendás leer?”). Otro ejemplo clarísimo es que, por estos mismos días, se está dando inicio al Curso de introducción al Magisterio del Fundador, cuya necesidad e importancia no parece necesario explicar, y a partir del cual se pretende que el miliciano, durante y luego del curso, se lance a leer las numerosísimas obras que disponemos hoy editadas con las enseñanzas de nuestro Padre Fundador.
A la vez, no debemos dejar de tener en cuenta que nos encontramos, para esta misión de la “Nueva Evangelización” a las que nos llama la Iglesia, inmersos en un ambiente abiertamente hostil, en un entorno cultural adverso (secularismo, cultura laicista), que se sirve de recursos semejantes a los anteriormente mencionados, y en mucha mayor cantidad y capacidad de penetración. Por ello no basta conocer lo que debemos predicar, también debemos conocer lo que predican los enemigos de la Ciudad de Dios en la ciudad de los hombres. Para esto también es necesaria la autoformación.
Cerremos este primer encuentro de nuestro “Rincón Formativo” con el P. Fosbery quien, en el año 2005, nos respondiera esta gran pregunta, que creemos sintetiza todo lo que venimos diciendo: “Formarnos ¿para qué? Para responder a las exigencias de la «acción miliciana» que está ordenada a cumplir con la misión de asumir las estructuras temporales y ordenarlas según el espíritu del Evangelio (…) Nuestra formación miliciana debe lograr que, más allá de las especializaciones profesionales o laborales que podamos alcanzar en la universidad o en el trabajo, tengamos una visión de totalidad propia de la sabiduría cristiana. Esa visión de totalidad debe ser fruto de una visión del saber, bajo el signo de una armonía jerárquica de valores, en la que se funda la cultura católica. Visión de totalidad propia de nuestra vocación miliciana que se debe enriquecer con una penetrante lucidez histórica del momento, para encontrar con ponderación, hondura y creatividad, las respuestas y soluciones que los tiempos reclaman”.
Por Juan Carlos Bilyk, Editor de Formación en HastaDIOS.com
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