Fray Julio Söchting: «El padre Boisdron preparó a la generación del centenario; el padre Fosbery ha sido un precursor de los que estamos llamados a formar la generación del bicentenario»
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- Nelson Santillan
- 17 de octubre de 2024
- Tucumán
Una emotiva y vibrante homilía pronunció fray Julio Söchting Herrera, O.P. durante la santa misa celebrada ayer, 16 de octubre, día del centenario de la muerte de fray Ángel María Boisdron, en la capilla del Colegio. La homilía completa.
Homilía completa.
FALLECIMIENTO DEL PADRE ÁNGEL MARÍA BOISDRON
Capilla Santo Tomás de Aquino (Colegio Fasta Boisdron)
Miércoles 16 de octubre de 2024
Queridos hermanos sacerdotes, dirigentes de la Fraternidad de Agrupaciones Santo Tomás de Aquino, autoridades del colegio, docentes, padres de familia, alumnos y queridos jóvenes.
“Una ciudad que está en un monte no se puede esconder” dice el Señor en el santo Evangelio. El propósito de mi hermano y vuestro padre, fray Aníbal Fosbery, al fundar la Fraternidad fue hacerse disponible y a toda su familia espiritual para la construcción y el sostén de esta ciudad de Dios en medio del mundo sirviendo a la Iglesia en la evangelización de la familia, la cultura y la juventud. Al nombrar titular de este colegio a Fray Ángel María Boisdron, cuyo dies natalis celebramos hoy, reconoció en él un precedente de esta misión, misión que ambos recibieron del santo patriarca Domingo de Guzmán.
Una ciudad edificada en un monte es visible y constituye un baluarte para sus habitantes y un descanso para los peregrinos. El Señor Jesús pensaba en Jerusalén “ciudad donde suben las tribus de Israel a celebrar el nombre del Señor”. Pero al recordar Jerusalén, su visión y su corazón iban más lejos, hacia la Nueva Sion que viene de arriba como una novia engalanada a las bodas del Cordero, tal como nos cuenta la visión del Apocalipsis.
Entre esa ciudad terrena, siempre azotada por guerras y calamidades, especialmente en estos días, y la otra, la celeste, se encuentra la ciudad de la Iglesia puesta como sal del tierra y luz del mundo: sal que preserva y luz que ilumina y enciende los corazones dando refugio y esperanza.
La vocación del Santo Patriarca: “ve y predica” tal como la recibió de los santos apóstoles Pedro y Pablo en Roma ha resonado en estos hijos suyos en un mismo lugar geográfico, Tucumán, pero con dos siglos de diferencia.
El padre Boisdron preparó con su predicación a la generación del centenario de la República; el padre Fosbery ha sido un precursor de los que estamos llamados a formar la generación del bicentenario que hemos celebrado hace pocos años.
Consideremos algunos elementos dominicanos de la vida de fray Ángel María que pueden ayudarnos a realizar con acierto esta misión de colaborar en la edificación de la ciudad de Dios en el aquí y ahora de nuestra historia.
En primer lugar, he aquí su espíritu contemplativo. Como buen dominico, se empapó de una de las divisas de la Orden: contemplar y dar a otros lo contemplado. Su vida interior es un misterio para nosotros. Podemos atisbar su profundidad en predicaciones y escritos, pero, sobre todo, en la huella indeleble que dejó en sus discípulos, en las familias que formó, en las obras de bien y de virtud que realizó. Existe una proporción directa entre la hondura de la contemplación y la eficacia de la predicación. Mientras más alta es la ciudad, más profundos deben ser sus cimientos. El P. Boisdron, como todos los justos, buscaron y encontraron la ciudad de sólidos cimientos cuyo fundamento es Dios.
En segundo lugar, advirtamos la virtud de la estudiosidad. Son múltiples los testimonios, recogidos en su vida y después de su muerte, que nos hablan de su amplitud de criterio, de su juicio crítico, de su intelección certera de las realidades de Dios y de los hombres. Estudió y enseñó sagrada teología con profundidad. Dedicó tiempo y empeñó su talento en la ardua tarea de la investigación, la docencia, la publicación. Su misión de escritor de circunstancia en diarios y revistas, de polemista y de predicador estaban ancladas en el misterio de Dios que anidaba en su corazón y en su mente. ¡Qué importante es la sólida formación doctrinal y humana en el jardín de infantes, el colegio y en la universidad! ¡Cómo debe interesar al apóstol todo lo verdadero, lo bueno y lo bello de modo que pueda comparecer ante los hombres resplandeciente de sabiduría! Este fue un sello de la predicación de Santo Domingo y, me atrevo a decir, de su hijo fray Ángel María.
En tercer lugar, consideremos el celo apostólico. Los apóstoles, al ver a Jesús defender la soberanía de Dios expulsando a los mercaderes del Templo de Jerusalén, recordaron el salmo: “el celo por tu casa me devora”. La caridad es la más perfecta de las virtudes, la reina que debe ser servida en primer lugar, aquella que dirige, movida por el don del Espíritu Santo, nuestro corazón hacia Dios y que no pasará jamás. El Padre Boisdron destacó por este celo, encendido en la contemplación, mantenido por el estudio y ejercitado de modo heroico en todas las obras de misericordia, tanto espirituales como corporales. Se dedicó a enseñar, fue consejero certero, profeta visionario e indomable y, al mismo tiempo, padre de los pobres, defensor de los huérfanos y sostén de las viudas. Recordemos aquí la hermosa amistad espiritual con la Madre Elmina Paz Gallo, fundadora de las Hermanas Dominicas del Santísimo Nombre de Jesús, nuestras hermanas dominicas tucumanas, amistad que forjó una profunda comunión de corazones y de acción en tiempos especialmente desafiantes como lo fue la peste.
Contemplación silenciosa, estudiosidad ardua y caridad ardiente: virtudes que adornan el corazón del apóstol en todo tiempo pero que en éste parecen tan necesarias cuanto más olvidadas y atacadas por un mundo sin Dios y muchas veces contra Él. Atención pastores, padres y madres, docentes y dirigentes: existe el riesgo que la sal se desvirtúe y se esconda la luz, no en sí misma, pues la Iglesia es indefectible, pero sí bajo nuestra guardia y responsabilidad.
Nuestra generación del bicentenario, aquella que constituye la misión del Colegio Boisdron y de toda la comunidad Fasta, está amenazada por el ruido ensordecedor del materialismo, por la superficialidad de la virtualidad y por la fría indiferencia del individualismo. Nuestra ciudad terrena gana, aparentemente, la batalla ante la ciudad de Dios. Por ello, San Juan Pablo II nos desafió a una nueva evangelización, nueva en su ardor, en sus métodos y en su expresión. Por su parte, el recordado papa Benedicto nos advirtió la necesidad de santos apóstoles cristianos, sacerdotes y laicos capaces de ser sal de la tierra y luz del mundo en una era neo-pagana aún más difícil de evangelizar que la primera porque ahora, al desconocimiento y la ignorancia se unen el desengaño, la desafección y la apatía que se transforman en una especie de asedia que penetra el corazón de los mismos fieles y, también, doloroso es decirlo, de los pastores. ¡Cuántas veces el papa Francisco nos ha advertido y alentado ante este peligro!
¡Imitemos el ejemplo de los hombres ilustres que por su fe prepararon la venida de Cristo! Santo Domingo y sus hijos: fray Ángel María Boisdron y fray Aníbal Fosbery. ¿Dónde encontramos la fuente de su energía? En la Santa Misa que celebraron con devoción y adoraron con rendimiento: en ella la contemplación vence al olvido de Dios; la estudiosidad se transforma en sabiduría y la caridad se hace eficaz.
En efecto, ante la pérdida del sentido de Dios, vayamos una y otra vez a las fuentes de la contemplación en las Sagradas Escrituras y en la Tradición vividas en la celebración de la Sagrada Liturgia: en ella encontraremos la fuente viva de la divina Revelación que mana del Corazón del Redentor y que ha sido confiada a la Iglesia.
Ante la superficialidad de lo aparente, la unilateralidad y absolutización de la virtualidad y la dictadura de las pantallas, “estudiemos de rodillas” con admiración, perseverancia y con la sobria disciplina que nos impone la realidad que está allí para ser descubierta y no construida a nuestro arbitrio y voluntad. El realismo de Tomás de Aquino, al cual adhirió de corazón el Padre Boisdron, no es una opción pedagógica entre otras. El reconocimiento de la anterioridad en el ser, en el tiempo y en el pensamiento respecto de nosotros es un imperativo de conversión, de gracia y de salvación pues nadie se salva ni se construye a sí mismo. Mucho menos la civilización de la vida y del amor a la que nos invita Dios.
Ante la indiferencia del individualismo, aspiremos al don de la caridad perfecta que solo encontraremos en el cielo, pero que se prepara ya aquí en las obras de bien, como nos enseñan estos maestros enseñando y realizando una vida virtuosa, atenta a la libre y agraciada afirmación de nuestro ser. El cultivo del carácter moral, de las virtudes cristianas, cívicas y patrióticas, de la identidad varonil y femenina que expresan la verdadera riqueza de la unidad en la diversidad, hacen posible y concreto el don de sí mismo, siguiendo el ejemplo y la gracia del Salvador quien, “amando a los suyos, los amó hasta el extremo”. Allí encontraremos las vocaciones a la santidad sacerdotal, consagrada y laical que necesitamos y que pedimos especialmente en esta Santa Misa por las Vocaciones.
Pero ¿cómo hacer ante esta inmensa tarea que nos desborda? ¿Dónde encontraremos el auxilio para ser dignos sucesores de tan preclaros maestros y padres? Vayamos, como ellos, a la amorosa y dulce Reina de la Paz, aquella que, por un designio único de Dios tiene por misión entregarnos el don más grande de todos: el fruto de su vientre, Jesús.
En este mes del Santo Rosario que celebramos, hagamos como Santo Domingo, como fray Ángel María, como fray Aníbal y como todos los apóstoles, especialmente aquellos de los últimos tiempos: vayamos a María. Ella es la Hija de Sion, la Nueva Jerusalén; en Ella se ha realizado ya lo que nosotros esperamos para toda la Iglesia y toda la humanidad, la creación de un cielo y una tierra nuevos, Ella es la ciudad en que ya no hay noche porque en su vientre virginal brilla la lámpara que es el Cordero. Ella ya ha triunfado en virtud de la gracia de su Hijo y su generosa colaboración.
Que ella nos alcance, a través de la oración bendita del Rosario, el triunfo en el combate y, luego de este destierro, en el cual militamos entre gozos y esperanzas, tristezas y dolores, nos dé a Jesús, luz y único salvador del mundo, llegando a ser piedras vivas de la Jerusalén del cielo, constructores de esta ciudad de sólidos cimientos y ciudadanos suyos por toda la eternidad. Que así sea
Fr. Julio Söchting OP
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