Consejo Plenario 2022: «Y entonces, hermano Pedro, ¿qué tenemos que hacer?»
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- Nelson Santillan
- 17 de noviembre de 2022
- FASTA
Esa fue la pregunta que se hacía y nos hacía el Padre Fundador en la basílica de San Pedro en Roma en el año 1997 justo luego de recibir el reconocimiento ad experimentum de Fasta como Asociación Privada de Fieles de Derecho Pontificio.
Hoy 25 años después el Consejo Plenario 2023 (CP2023) se hace la misma pregunta. Después de la Pascua de Nuestro Fundador y de haber sido confirmados por Pedro en la audiencia con el Santo Padre Francisco con unas palabras que nos embargan de responsabilidad: «sigan con esta bendita Fasta que el creó y sean fieles al carisma».
Acá reproducimos la homilía del Padre Fundador en aquella oportunidad.
Reconocimiento pontificio de Fasta como Asociación privada de fieles
Homilía de nuestro padre Fundador
Ciudad de Vaticano, Basílica de San Pedro
Roma, 1997
Deslumbrados ante el milagro de Pentecostés también nosotros, frente a esta misericordia de la Iglesia, le tengamos que preguntar a Pedro, hoy en esta Eucaristía que celebramos en su Basílica, y junto a su tumba, como aquellos en el milagro de Pentecostés, tengamos que preguntarle a Pedro: Y entonces, hermano, ¿qué tenemos que hacer? Que esa fue la pregunta que le hicieron a Pedro los que habían visto conmovidos, el milagro de la llegada del Espíritu Santo.
Cuentan las Escrituras que algunos sin entender nada dijeron: “Están borrachos, y se fueron”. Y otros en cambio, con el corazón compungido, dice la Escritura. Esta pregunta sobre qué tenemos que hacer, no se puede realizar de cualquier manera. Preguntarle “al primero”, a Pedro, al príncipe de los Apóstoles, aquel al que el Señor le había dado la llave del Reino de los cielos para que atara y desatara; la pregunta, que es la pregunta a la Iglesia, no se puede hacer sin el corazón compungido, es decir sin una actitud de conversión. Por eso la respuesta de Pedro es clara: “¡Bautizaos!”. Porque esos que estaban ahí eran paganos, tenían que bautizarse, tenían que incorporarse
al misterio del Cuerpo Místico de Cristo. Bautizaos para remisión de vuestros pecados.
Primera actitud de incorporarse a la Iglesia, primera respuesta de Pedro a esta pregunta. Y entonces hermanos, esta pregunta que venimos ahora nosotros a hacerle a Pedro, aquí en su Iglesia, en el corazón del misterio de la Iglesia y junto a su tumba, hermano Pedro, ¿qué tenemos que hacer? Incorporarnos a la Iglesia.
Ya estamos incorporados a la Iglesia, ya estamos bautizados, ¿qué tenemos que hacer? Tenemos que convertirnos al Señor, tenemos que vivir con esta conciencia de que somos miembros del Cuerpo Místico de Cristo, vivir descubriendo perplejos y asombrados, todo este misterio de nuestro bautismo, este rescate que Dios ha hecho de nosotros para incorporarnos a la vida nueva del Evangelio, este misterio que se ha producido el día en que fuimos ungidos en el nombre del Señor, el día en que recibimos su gracia para ser arrancados del tiempo, de la corrupción y de la muerte y poder estar destinados a nuestro destino final de resucitados. Tenemos que tomar conciencia de esto.
Hermano Pedro: ¿qué tenemos que hacer? Tomar conciencia de nuestro bautismo, que nuestro bautismo sea realmente una realidad consciente en nuestra vida, que nos demos cuenta que hemos sido rescatados del mundo, del Demonio y de la carne, para vivir en la gloria de los hijos de Dios. Esta es nuestra vocación, este nuestro destino, como milicianos, como miembros de nuestra Fraternidad, esta respuesta de Pedro tiene que llegar hoy profundamente a nuestro corazón.
Hermano Pedro ¿qué tenemos que hacer? Convertirnos a Dios, descubrir el sentido de nuestro bautismo y desde ahí ¿qué tenemos que hacer? Incorporar a nuestra vida, de un modo consciente y creciente la vida sobrenatural, convertirnos. Cada día debe ser una conversión a Dios, por qué cada día el Demonio querrá quitarnos del misterio de Dios.
¿Qué tenemos que hacer hermano Pedro? Convertirnos. Esta es nuestra batalla, esta es nuestra lucha, en las tentaciones, en las encrucijadas, en las situaciones difíciles convertirnos a Dios, volver al amor, volver a la fe, volver a la esperanza.
Cada día tiene que estar abierto nuestro corazón a este reclamo de esperanza, de amor y de fe, eso es convertirnos, cada día tenemos que salir de las tentaciones para volver al Señor y eso siempre nuestro caminar será un caminar hacia la conversión, nuestras actitud cotidiana será un convertirnos a Dios.
Y entonces, hermano Pedro, ¿qué tenemos que hacer? Y dirá Pedro, como les dijo a ellos. Y entonces desde esta conversión, desde este camino de penitencia, desde este acercarnos cada día a Dios, porque lo elegimos de nuevo a Dios, lo volvemos a elegir a Dios y volvemos a decir: creo en el Señor, amo al Señor, espero en el Señor. Cada día detrás de este acto de conversión, que es camino de penitencia, camino de entrega, desde ahí recibiremos el Espíritu Santo.
Tres maravillosas respuestas, podríamos decir en el primer sermón que se dijo en la Iglesia el día de Pentecostés y lo dijo Pedro, el primero.
¿Qué tenemos que hacer? Convertirnos a Dios, ¿qué tenemos que hacer? Tomar conciencia de nuestro bautismo. ¿Y entonces qué? Recibiremos el Espíritu Santo. y recién entonces, con el Espíritu Santo podremos asumir nuestra vocación y nuestra misión. Sin el Espíritu Santo, que es el que construye la Iglesia, no podremos asumir la vocación y la misión que iniciamos. Pero para recibir el Espíritu Santo hay que estar en actitud de conversión, estar en una actitud de volverse permanentemente a la exigencia del bautismo y entonces el Espíritu Santo nos enseñará todas las cosas, el Espíritu Santo nos hará rescatar este sentimiento interior de sosiego espiritual y de paz, el Espíritu Santo nos descubrirá cuán dulce y suave es el Señor, el Espíritu Santo nos irá dando el sentido interior de la Palabra de Dios, el Espíritu Santo nos irá dando la posibilidad de hacer de nuestra vida una permanente plegaria, el Espíritu Santo nos irá haciendo descubrir esos
caminos de penitencia y de conversión, el Espíritu Santo hará finalmente que entendamos, desde este acto de conversión, por gracia de Él, este discernimiento que necesitamos para entender finalmente la última respuesta a lo que tenemos que hacer y es la respuesta a nuestra vocación, a nuestra misión. No se la puede entender si no la discernimos desde el Espíritu Santo. La vida en Fasta es una vocación y es una misión, hay que discernirla desde el Espíritu Santo. Pero para discernirla desde ahí tengo que estar convertido a Dios, tengo que volverme a la penitencia, tengo que abrirme al misterio del Bautismo.
Y este Espíritu Santo hará que descubramos la vocación y la misión, no ya como una realidad personal sino como una realidad comunitaria y recién estaremos en condiciones de formar la comunidad, de sostener la comunidad. ¿Qué es una comunidad de Fasta? Aquellos que han descubierto una común vocación y misión desde sus conversiones particulares y personales a las cuales el Señor los ha convocado, los has llamado y los ha motivado para que puedan convertirse a Dios.
Esto es lo que nos está reclamando el Señor, hoy aquí en esta Eucaristía, junto a Pedro; junto a Pedro vaya esta pregunta interior de cada uno de nosotros: hermano Pedro, ¿qué tengo que hacer? Y entonces hecha esta pregunta, con el corazón compungido, con actitud de arrepentimiento, con actitud de alabanza a Dios, de humildad delante de Dios escucharemos a Pedro, el primero, que nos dirá como aquella vez, en su primer sermón dedicado a la Iglesia: hermano mío, hermano mío, hermano miliciano, tenés que descubrir el sentido de tu bautismo, tenés que convertirte al Señor, tenés que descubrir, desde el Espíritu Santo, tu vocación miliciana, para vivirla con
fervor, con fidelidad, con amor y con esperanza.
Que así sea.
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