La oportuna oración de la santa que compartieron las catherinas: «Me parece, oh, Dios eterno, que hiciste a tu vicario como un yunque, porque cada uno le pega como puede con la lengua y con sus acciones…». Durante 2025 se celebran los 20 años de la fundación de las catherinas.
Por la redacción de Hastadios.com
Hoy, 29 de abril, la Iglesia universal celebra con alegría la memoria litúrgica de una mujer excepcional, doctora de la Iglesia y faro de luz en tiempos turbulentos: Santa Catalina de Siena. Su vida, marcada por una profunda unión mística con Cristo y un ardiente amor por la Iglesia, sigue resonando con fuerza en el siglo XXI, especialmente en este año en que la gran familia de Fasta conmemora el 20º aniversario de su Fraternidad Apostólica Santa Catalina de Siena, las queridas Catherinas.
En este día especial, una oración particular de Santa Catalina cobra una relevancia singular, proyectándose con fuerza hacia el futuro cercano de la Iglesia, que se prepara para vivir un nuevo Cónclave tras el reciente tránsito a la vida eterna del Papa Francisco:
Oración
A Ti recurro, María, te ofrezco mi súplica por la dulce Esposa de Cristo y por su Vicario en la tierra, a fin de que le sea concedida la luz para regir con discernimiento y prudencia la Santa Iglesia. Y se una también su pueblo, conformando su corazón a aquel de su pastor, para que no se rebele en contra de su cabeza.
Me parece, oh, Dios eterno, que hiciste a tu vicario como un yunque, porque cada uno le pega como puede con la lengua y con sus acciones. Te ruego también por aquellos que has puesto en mi corazón con un amor especial: Inflama sus corazones para que sean carbones ardientes y no apagados, encendidos y fogosos en tu caridad y en aquella del prójimo, para que cuando sea necesario estén siempre desbordantes.
Hoy mi oración arde, porque este es el día de las gracias y sé que, a ti, María, ninguna cosa es negada.
En estas palabras vibrantes de Santa Catalina, escritas en un contexto histórico diferente pero con una preocupación perenne por la unidad y la guía sabia de la Iglesia, encontramos un eco profundo para nuestro presente. Su súplica a la Virgen María por el «dulce Esposo de Cristo» y su «Vicario en la tierra» nos invita hoy, con la misma urgencia, a elevar nuestras oraciones por los cardenales electores que pronto se reunirán en Cónclave.
La santa sienesa implora por la «luz» para el futuro Pontífice, una luz divina que le permita regir la Iglesia con «discernimiento y prudencia». En estos tiempos complejos y desafiantes, donde la barca de Pedro navega entre tormentas, necesitamos un pastor iluminado por el Espíritu Santo, capaz de guiar con sabiduría y fortaleza, manteniendo la fidelidad al Evangelio y abriendo caminos de esperanza para el mundo.
La oración de Santa Catalina también nos interpela como Pueblo de Dios. Ella pide que el pueblo se una, «conformando su corazón a aquel de su pastor», para evitar la rebelión contra su cabeza. Esta unidad, nacida de la comunión en la fe y el amor, es esencial para la fortaleza y la misión de la Iglesia. En un tiempo donde las divisiones amenazan con fragmentar el Cuerpo de Cristo, la santa nos recuerda la importancia de la obediencia filial y la colaboración con quien sea elegido para guiar la Iglesia.
Con una aguda percepción de la fragilidad del liderazgo humano, Santa Catalina describe al Vicario de Cristo como un «yunque» golpeado por las críticas y las acciones de muchos. Esta imagen nos invita a la comprensión y a la oración por quien asume la pesada carga del pontificado, pidiendo por su fortaleza y perseverancia ante las dificultades.
Finalmente, la santa extiende su oración por aquellos que lleva en su corazón, pidiendo que sean «carbones ardientes» de caridad. Esta súplica nos recuerda la importancia de la propia conversión y el ardor apostólico de cada cristiano, especialmente de aquellos llamados a servir más de cerca a la Iglesia.
Hoy, al celebrar a Santa Catalina de Siena y conmemorando los 20 años de las Catherinas de Fasta, cuya espiritualidad se nutre de su ejemplo, hagamos nuestra esta poderosa oración. Que la intercesión de esta santa mujer, apasionada defensora de la Iglesia y consejera de Papas, alcance la gracia de un nuevo Sucesor de Pedro lleno de la luz, la sabiduría y el amor necesarios para guiar a la Iglesia en este nuevo tiempo. Que, como ella, podamos ofrecer nuestra súplica con la certeza de que, en este día de gracias, a María «ninguna cosa es negada».
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