Ayer 24 de junio celebramos a San Juan Bautista, patrono de la Dirección de Promoción Apostólica y Nuevas Fundaciones de Fasta. A partir de su figura, la Catherina Leonor Aguilar nos invita a contemplar nuestra vocación como una misión: preparar el camino del Señor, con humildad, entrega y alegría.
Por Leonor Aguilar, catherina de Fasta
¿Quién es San Juan Bautista? Lo conocemos por ser primo de Jesús, por ser hijo de Isabel y Zacarías, por la Escritura sabemos que dedicó gran parte de su vida a la penitencia y a la oración en el desierto. ¿Pero quién fue realmente? ¿Cuál fue su misión y por qué es importante para los miembros de Fasta?
Jesús dijo de Él “En verdad os digo que entre los nacidos de mujer no se ha levantado nadie mayor que Juan el Bautista” (Mt 11, 11). Es sin duda una gran alabanza, salida de la boca del mismo Jesús. Seguramente el Señor le dedicó estas palabras a este santo por su gran humildad y sencillez, porque su vida no fue para sí mismo, sino que la dedicó por entero para preparar el camino para que la gente conociera a Jesús. El no sabía el día ni la hora del inicio de la vida pública de Jesús, pero tenía clara la misión, y trabajó todos los días por ella. La antífona de la misa de la fiesta del santo dice “Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto.” El Bautista por lo tanto nos enseña que nuestras vidas son plenas en la medida que la dedicamos a los demás, en que nos dedicamos a proclamar la Salvación a los hombres. Como miembros de Fasta hemos recibido el carisma de la predicación, tenemos la gracia de poder proclamar a los hombres y mujeres de hoy al Señor Resucitado, y en la medida en que lo hacemos somos plenos. Por su gracia, en Fasta tenemos la experiencia constante de proclamarlo, ya sea en alguna charla en el Ruca, en una reunión de convivio o en algún espacio apostólico, de poder contar a otros la Buena Nueva, de poder hablar de cómo el Señor ha tocado nuestras vidas.
Isaías también hace referencia al Bautista y dice “Una voz proclama: “¡Preparen en el desierto el camino del Señor, tracen en la estepa un sendero para nuestro Dios! ¡Que se rellenen todos los valles y se aplanen todas las montañas y colinas; que las quebradas se conviertan en llanuras y los terrenos escarpados, en planicies!”. ¿Qué quiere decir esto? La vida del Bautista fue preparar el camino para alguien más, pero primero Él tuvo que prepararse para esta misión, Él tuvo que ser humilde, a través de la oración y la penitencia preparó el desierto de su propia vida, “aplanando” las montañas del orgullo y “rellenando” los valles de sus debilidades. Por lo que el Bautista también nos invita a revisar constantemente nuestra vida, en especial nuestra vida en misión, a pedir la gracia de la humildad para que sólo lo proclamemos a Él y no querer ser nosotros los protagonistas de la misión.
En los últimos años especialmente, el Señor nos ha dado la gracia de llevar su mensaje, a través de Fasta, a nuevos lugares, países y espacios de Iglesia, por lo que San Juan Bautista es el modelo de misionero, modelo de vida en clave de misión. Una vida donde nos invita a ser cada día más pequeños y humildes para que Él crezca y su mensaje se amplifique. La Escritura nos narra cómo los discípulos del Bautista lo dejaron para seguir a Jesús, el Cristo, el Salvador y él mismo los alentó a que así fuera. Nosotros también seamos instrumentos de Dios para que quienes se acerquen a nuestras comunidades lo hagan con el único propósito de “irse” con Jesús.
Les invitamos a rezar en este día la oración que nuestro Padre Fundador escribió para pedir por la nuevas comunidades fundacionales:
Señor Jesús, Padre de las misericordias, envía tus gracias a todos los miembros de Fasta que han asumido el desafío de encarar nuevas fundaciones institucionales.
Haz, Señor, que encuentren en tu palabra el camino que los conduzca a una auténtica conversión en la Ciudad Miliciana.
Que sean milicianos y milicianas que vivan sin fariseas hipocresías, una oculta, íntima y fervorosa piedad cristiana ordenando todas sus vidas en el amor a Dios y al prójimo.
Haz, Señor que, nunca el desaliento los lleve a hundirse en el fracaso; que la amistad miliciana les haga entregarse, juveniles y alegres, al combate cotidiano de nuestras Patrias.
Enséñales a perseverar en el testimonio de verdad y de vida que les permita atraer a muchos nuevos escuderos, caperuzas, adalides, templarios y miliciano para amar, sin condiciones, en la Ciudad Miliciana, a Dios, la Iglesia y la Patria.
Amén