«La Exaltación de la Santa Cruz» por María Belén Coni de Ríos
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- Nelson Santillan
- 7 de septiembre de 2024
- El Rincón Formativo
Corría el año 312 de la era cristiana. El emperador Constantino asediaba la Ciudad Eterna con su ejército contra Majencio. Una noche soñó. Vio la Cruz de Cristo y en ella la frase: In hoc signo vinces (“Con este signo vencerás”). Entonces hizo pintar los escudos de sus soldados con la Cruz. También hizo poner el signo de Cristo en el estandarte de su ejército, sustituyendo a las águilas imperiales. Así logró vencer y entrar en la ciudad. Con Constantino se terminan las persecuciones a los cristianos en el imperio romano.
La solemnidad de la Exaltación de la Santa Cruz se remonta a los primeros siglos de la era cristiana y hunde sus raíces en la historia de la Iglesia primitiva. La Iglesia ha querido, desde el principio, reservar un día del Tiempo ordinario para adorar a la Santa Cruz, para que no olvidemos que, en ese árbol, estuvo suspendido el Salvador del mundo. Junto con el Viernes Santo, son las dos fiestas de la gloriosa Cruz de Cristo.
Allá por el año 320, santa Elena, madre del Emperador Constantino, luego de años de buscarla con inmenso amor y devoción por la Pasión y muerte de Jesús, encontró la Crux Sancta. Este acontecimiento, único por su trascendencia, unido a la fe en Jesucristo entregado por amor en el patíbulo, dio origen a esta celebración.
Un poco de historia
Santa Elena dedicó todo su esfuerzo a custodiar y preservar, en Tierra Santa, todos los lugares por donde el Verbo de Dios puso su morada entre nosotros, para lo cual se estableció en Jerusalén.
Sobre el monte Calvario y la mismísima tumba de Jesús, se había construido un templo en honor a la diosa Venus. Elena, fiel a la Tradición de los Padres de construir iglesias sobre las ruinas de los templos paganos, mandó demolerlo. Es allí cuando aparecen tres cruces. La Cruz de Jesús fue reconocida por los milagros que sucedían al tocarla (curaciones, e incluso una resurrección). Años más tarde, Constantino mandará construir la Basílica del Santo Sepulcro.
Con el correr de los siglos, la Santa Cruz fue convirtiéndose en miles de reliquias que se hallan dispersas por todo el mundo, mostrando, simbólicamente, con su presencia, que la salvación es para todos los pueblos. Fue la misma Elena quien llevó fragmentos de la Cruz a Roma por primera vez.
Desde su descubrimiento, la Santa Cruz recibe culto de latría, al igual que el Santísimo Sacramento. El canto del Kyrie Eleison (“Señor ten piedad”) habría tenido su origen en el espontáneo grito del pueblo fiel al ver los fragmentos de la Santa Cruz sobre el altar. En oriente, esta fiesta sólo se compara al Triduo Pascual. En la liturgia de la Exaltación, el sacerdote bendice con la Cruz (como se hace con el Santísimo Sacramento), girándola hacia los cuatro puntos cardinales, luego los fieles se acercan para adorar la Cruz como en el Viernes Santo.
Sentido teológico y litúrgico
La Exaltación de la Santa Cruz es la celebración del triunfo de Cristo. Más que el aspecto sacrificial y oblativo de la muerte de Jesús, en esta fiesta contemplamos al Cristo victorioso. Nosotros hemos de gloriarnos en la Cruz de nuestro Señor Jesucristo: en Él está nuestra salvación, vida y resurrección, por Él somos salvados y liberados, reza el introito de la misa.
La Cruz está en el centro de la Fe. Junto con el gran misterio trinitario, y con la encarnación del Hijo de Dios, se halla en el centro. “¡Cristo está hoy en Cruz y nosotros celebramos fiesta! ¡Para que conozcas que la Cruz es fiesta y solemnidad espiritual!”, grita san Juan Crisóstomo. Ella nos ha causado innumerables bienes. Ella nos libró del error; ella nos iluminó cuando estábamos sentados en las tinieblas; ella nos reconcilió con Dios cuando ya estábamos vencidos, y de enemigos nos hizo sus domésticos, y de alejados nos hizo vecinos de Dios. Ella es destrucción de la enemistad, guardiana de la paz, tesoro de bienes infinitos.
Completo en mi carne lo que falta a la Pasión de Cristo.
Y así como no hemos sido hechos para el dolor, sin embargo, es por él que hallaremos la alegría verdadera. Nos ha asociado el Señor a su Cruz por el Bautismo. Y así es. Es el sentido redentor del sufrimiento de Jesús el que vuelve gloriosa nuestra pequeña cruz diaria y la carga de significado salvífico.
Con este signo vencerás. Tú y yo también venceremos a cualquier enemigo si nos abrazamos a la Cruz de Cristo.
Por María Belén Coni de Ríos
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