Navidad: el Omnipotente que se hace débil
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- Nelson Santillan
- 21 de diciembre de 2024
- El Rincón Formativo
Por el padre Juan Marchetti
La Iglesia nos enseña que los misterios de la vida de Cristo han sido contados para nosotros. Cada misterio del Señor es una fuente inabarcable e inagotable de gracia y meditación para cada uno de nosotros. Siempre y en cada momento podremos acercarnos a cada uno de ellos y sacar junto al Señor nuevas experiencias, nuevas impresiones, nuevos sentimientos, y sobre todo nuevos consejos para nuestra propia conversión. Por estos días estamos cerca del misterio de la Natividad de Jesús.
La Navidad por un lado significa que el cielo y la tierra se han unido. La naturaleza humana ha sido asumida por la persona divina del Verbo de Dios en el misterio de la Encarnación. Ahora, después de nueve meses en el seno de María, el Dios invisible se hizo visible para los hombres.
Por otra parte, significa entonces que Dios verdaderamente se hizo uno de los nuestros formando parte de nuestra raza; pues como todo hombre que viene a este mundo también Él ha sido un recién nacido. Un pequeño indefenso que necesita de todos. ¡Paradójico misterio! Aquel que todo lo puede, ahora depende totalmente de sus creaturas. La primera en ayudarlo es su Madre, quien con toda la ternura lo envuelve en pañales. El amor de María santísima ha abrazado a este niño, lo ha cobijado, le ha empezado a dar calor y vida. San José también ha recibido al niño y con su presencia silenciosa nos señala que para Dios todo niño que nace necesita de una madre y de un padre.
Por último, que los misterios del Señor se celebren litúrgicamente significa que las gracias que se derramaron en aquel tiempo son en nuestros días nuevamente derramadas. Así como cada domingo el cosmos se renueva por el misterio de la Resurrección de Jesús, en el caso de la Navidad vuelven a ser resonar para nosotros la voz del Ángel que proclamó: “No teman, porque les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor. Y esto les servirá de señal: encontrarán a un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre” (Lc 2, 10-12).
¡Vayamos a Belén! Allí el Niño Dios nos espera con su gozo y su paz.
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