Santos no canonizados y Santos no canonizables (Parte 1)

Nelson Santillan

Por Juan Carlos Bilyk

En estos días que la Iglesia nos regaló la canonización de dos ejemplos destacadísimos de vida joven cristiana, Carlo Acutis y Pier Giorgio Frassati, nos gustaría compartir una reflexión que puede llegar a servir a quienes prima facie se desaniman, porque creen que se encuentran lejos de poder imitar a santos tan excepcionales como ellos. Por eso queremos hacer notar que no todos los hijos de Dios que llegan a la Gloria son canonizados por la Iglesia y, sobre todo, que no todos son canonizables y que, aun así, ingresan al Cielo y son santos.

En primer lugar, aclaremos que no hablamos aquí de la (probablemente) mayoría de los bienaventurados que ya llegaron al Reino Eterno y gozan de la visión de Dios (la visión beatífica) y de la compañía de Jesús, María, José, su ángel guardián y toda la corte celestial, pero que tras la muerte, su ingreso estuvo precedido de un período en el Purgatorio, pues debieron previamente pagar las penas aún adeudadas por los culpas graves ya perdonadas en esta vida (es decir, las penas temporales), y de todo desorden aún adherido a su alma al momento de partir (pecados veniales). 

Y si bien no sabemos quiénes pasaron por ese estado de purificación, de saberlo, no cumplen la condición primaria que establece la Iglesia para canonizar a alguien, esto es, que exista seguridad plena que su recepción en la Gloria se produjo inmediatamente después de su muerte a la vida presente (como el caso de san Dimas, “el buen ladrón”, a quien Jesucristo le prometió que ese mismo día que compartían la muerte en la Cruz le recibiría en su Reino, cfr. Lc 23.39-43). 

Dicha seguridad se obtiene de ordinario a partir del estudio de la vida de la persona, esto es, que durante su vida en el tiempo haya practicado heroicamente la virtudes humanas y cristianas, y que, además, habiendo ya salido de esta vida, se verifique que por su intercesión se produjo al menos un milagro debidamente autenticado por la ciencia que corresponda (medicina por ejemplo, pero no únicamente, pues no todos los milagros son de curación). Con eso, ya está lo esencial, y el propuesto puede ser beatificado (hay otras condiciones, pero esas mencionadas son las fundamentales). Y no hablamos aquí de los mártires, ya que con ese solo acto debidamente reconocido por la autoridad de la Iglesia se encuentra motivo suficiente para su beatificación, sin necesidad de milagro. Y en caso de aprobarse otro milagro luego de la beatificación, puede ser canonizado.

Y ahora sí, distingamos eso de santos no canonizados y santos no canonizables

El primer caso corresponde a aquellos que cumplen perfectamente con los requisitos a los que aludimos antes, pero de quienes no tenemos la más mínima idea de ello, pues llevaron una vida santa y abnegada, con sus ocupaciones ordinarias, pero santidad silenciosa y hasta “invisible” a los ojos de sus cercanos y conocidos (aunque tal vez a algunos de ellos hay quienes les aplican discretamente la conocida frase: “murieron en olor de santidad”). 

Ciertamente deben ser muchos los que pasan por esta situación, y por los cuales la Iglesia estableció en el santoral una fecha concreta: el 1 de noviembre, “día de todos los santos” (es decir, de todos los santos anónimos que llegaron a la gloria, pero que faltan datos concretos para solicitar su canonización). Y entonces, aunque no estén jurídicamente canonizados, con tranquilidad de conciencia podemos venerar y pedir su intercesión, aunque no sepamos quiénes son. 

Por supuesto podríamos incluir en dicha celebración a todos los que llegaron a la Gloria tras su paso por el Purgatorio, aunque para ser precisos convendría asociarla a aquellos de los que venimos hablando. Es decir, los que merecerían ser beatificados y hasta canonizados, si tuviéramos “la data” adecuada, suficiente y probada. Pienso aquí en los innumerables mártires anónimos en tierras de misión o bajo regímenes profundamente anticristianos, cosa que se da hasta el día presente en tantos lugares de persecución desatada. 

Y, atención, no estamos diciendo que los que pasaron de la Iglesia Purgante a la Iglesia Triunfante no son santos. Lo son y bien ganada tienen la Gloria. Sólo que su paso por esta vida no fue lo suficiente ejemplar para los que aún andamos por aquí, en la Iglesia Militante. E incluso, como no sabemos a ciencia cierta quiénes aún se encuentran en el Purgatorio a la espera de su entrada al Cielo, es que la Iglesia estableció el 2 de noviembre la conmemoración de “Todos los fieles difuntos”, sobre todo para rogar por ellos, pero también para pedir su intercesión, porque así funciona “la comunión de los santos” que rezamos en el Credo.

Y vamos ahora con la segunda categoría: los santos no canonizables, también denominados “santos no ejemplares”. Este es un concepto interesante, y creo que a más de uno le puede traer hasta cierta dosis de consuelo. 

Pero como el tema es complejo, y los artículos de este espacio quieren ser reconocidos no solo por su precisión sino también por su brevedad, continuaremos en la próxima entrega.

 

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1 comentario en «Santos no canonizados y Santos no canonizables (Parte 1)»

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