Por Ignacio Zubiría
El Papa Francisco, con ocasión del Jubileo para el año 2025, envió la bula de convocatoria que lleva por nombre Spes non confundit (“La esperanza no defrauda”), donde marca el objetivo de tan asombrosa aventura. ¿Cómo no sentirnos interpelados, nosotros, milicianos de Fasta, si en la convocatoria se lee: “Pienso en todos los peregrinos de esperanza que llegarán a Roma para vivir el Año Santo”? (Spes non confundit, 1).
“Vengan todos a acampar
los aguarda un campamento
en el bello Alpa Corral”
En la bula, Francisco comienza hablando de la presencia de la esperanza en las cartas de san Pablo:
“Sabemos que la Carta a los Romanos marca un paso decisivo en su actividad de evangelización. Hasta ese momento la había realizado en el área oriental del Imperio y ahora lo espera Roma, con todo lo que esta representa a los ojos del mundo: un gran desafío, que debe afrontar en nombre del anuncio del Evangelio, el cual no conoce barreras ni confines. La Iglesia de Roma no había sido fundada por Pablo, pero él sentía vivo el deseo de llegar allí pronto para llevar a todos el Evangelio de Jesucristo, muerto y resucitado, como anuncio de la esperanza que realiza las promesas, conduce a la gloria y, fundamentada en el amor, no defrauda” (Spes non confundit, 2).
Me recuerda esto al primer campamento nacional de Fasta “en el bello Alpa Corral”, cuando se reunieron los jóvenes de la naciente milicia. Sin duda, como la presencia de Pablo en Roma, se marcaba “un paso decisivo en su actividad de evangelización”. Y esto hoy nos puede resonar de varias maneras, pues no solo en un sentido se hace real en Fasta esto que expresa Francisco sobre el Apóstol: “ahora lo espera Roma”.
“Hoy parece todo un sueño
que forjara la ilusión
Peregrinos de Esperanza
caminemos hacia Dios”
Del joven es propio soñar e ilusionarse. El Cura siempre nos enseñaba (y nos sigue enseñando) que la juventud no es temporal, no al menos la que tiene las esbeltas notas con las que se suele caracterizar a la juventud. El joven es aquella persona que, inundada de esperanza y de amor, ilusiona su corazón con nuevas montañas. El joven es propiamente jubilar. Veamos lo que nos dice Francisco:
“También necesitan signos de esperanza aquellos que en sí mismos la representan: los jóvenes. Ellos, lamentablemente, con frecuencia ven que sus sueños se derrumban. (…) Por eso, que el Jubileo sea en la Iglesia una ocasión para estimularlos. Ocupémonos con ardor renovado de los jóvenes, los estudiantes, los novios, las nuevas generaciones. ¡Que haya cercanía a los jóvenes, que son la alegría y la esperanza de la Iglesia y del mundo!” (Spes non confundit, 12).
El Papa, en esta bula de convocación, envió un mensaje de esperanza a todo el mundo, mencionando para cada contexto un signo de esperanza en el camino que transitan. La alegría, fruto del amor de Dios, es signo de esperanza para nuestros jóvenes milicianos. Vemos la presencia del Espíritu Santo en Fasta cuando brota del encuentro en torno a de los más grandes tesoros de nuestra Ciudad: la amistad miliciana.
Para concluir, veamos lo que Fray Aníbal, nuestro Fundador, nos enseña sobre nuestra marcha miliciana:
“Nuestra súplica ha llegado al Señor. El Dios Uno y Trino cumple con su pacto y nos implica en la historia. Comenzamos a peregrinar. Somos herederos de aquel pacto de Dios con nosotros, que se dio hace cincuenta años atrás y empezó a cumplirse con la Milicia Juvenil Santo Tomás de Aquino. Desde entonces, peregrinos de esperanza, una generación de milicianos transmite a las otras sucesivas generaciones la tradición histórica que se ha generado. (…) Y empezamos a marchar sin saber todavía que debíamos peregrinar” (Conferencia en el acto central por los 50 años de Fasta, Mar del Plata, 24/11/12).
Ahora fue Pedro quien nos convocó a Roma, nos convocó a peregrinar, siendo siempre lo que sabemos ser: peregrinos de esperanza.