El Papa cerró el «Sínodo sobre la sinodalidad» invitando a la Iglesia a vivir su misión con apertura, alegría y confianza en la misericordia de Dios
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- Nelson Santillan
- 26 de octubre de 2024
- ⛪Iglesia
En su discurso final en la Asamblea Sinodal, el Papa anunció que renunciará a una carta postsinodal habitual y definió al documento final como un «triple don».
En su discurso ante la Asamblea sinodal este sábado por la tarde, el Papa Francisco destacó que el Documento Final, escrito durante la segunda sesión del Sínodo sobre la Sinodalidad que comenzó el 2 de octubre revela, un camino compartido hacia una «Iglesia sinodal» que encarne el Evangelio no sólo con palabras sino con cada acto e interacción y anunció que decidió no escribir una exhortación apostólica después del Sínodo.
DOCUMENTO FINAL COMPLETO SOLO EN ITALIANO
Esta XVI Asamblea Ordinaria del Sínodo concluirá oficialmente el domingo 27 de octubre, con la celebración de la Santa Misa en la Basílica de San Pedro presidida por el Papa Francisco.
Un regalo triple
El Santo Padre describió el Documento como un don con múltiples dimensiones, que sirve tanto de guía para la Iglesia como de símbolo de unidad y misión compartida.
En primer lugar, destacó su confianza en los obispos, subrayando el valor de la presencia de cada obispo a la hora de dar forma al camino sinodal.
«Por mi parte, como Obispo de Roma, al convocar a la Iglesia de Dios en Sínodo, he sido consciente de que los necesito a todos ustedes: Obispos y testigos del camino sinodal. ¡Gracias!», exclamó.
Reconociendo su papel de oyente, se recordó a sí mismo -y a cada obispo- que «el Obispo de Roma? también necesita ejercitarse en la escucha, para poder responder a la Palabra que cada día le dice: «Afirma a tus hermanos? Apacienta mis ovejas».
Este acto de escuchar, dijo, es esencial para cultivar la armonía dentro de la Iglesia, una armonía imaginada por San Basilio y el Concilio Vaticano II.
Preservando la armonía, disipando la rigidez
Francisco subrayó la necesidad de que la Iglesia encarne la armonía delineada en el Concilio Vaticano II, que habla de la Iglesia como «un sacramento». «Ella es signo e instrumento de nuestro Dios expectante, que ya ha preparado la mesa y ahora está esperando», explicó.
La gracia de Dios, afirmó, «susurra palabras de amor en el corazón de cada persona». A la Iglesia le corresponde «amplificar la voz de este susurro, sin obstaculizarlo; abriendo puertas en lugar de levantar muros».
«No debemos comportarnos como ‘dispensadores de gracias’ que se apropian del tesoro atando las manos de nuestro Dios misericordioso», advirtió el Papa , invitando a la apertura y a la humildad.
Y citando un poema de Madeleine Delbrêl, mística de las periferias que animaba a sus lectores a no ser nunca «rígidos», el Papa leyó algunas líneas suyas, describiéndolas como «una oración» e invitando a la Iglesia a vivir su misión con apertura, alegría y confianza en la misericordia de Dios:
Porque creo que ya estás harto
de la gente que siempre habla de servirte con mirada de líder,
de salir a tu encuentro con aire de profesor,
de acercarse a ti con reglas deportivas,
de amarte como se ama en un matrimonio antiguo».
Así, al pedir una fe que sea «danza en los brazos de la gracia», el Papa Francisco invitó a la Iglesia a vivir su misión con apertura, alegría y confianza en la misericordia de Dios.
Testigos de paz en un mundo roto
Destacando el papel de la Iglesia como pacificadora en un mundo roto, el Papa dijo: «En nuestro tiempo marcado por las guerras, debemos ser testigos de paz, aprendiendo también a vivir nuestras diferencias en la convivencia».
Reconociendo las diversas experiencias de los obispos de regiones afectadas por la violencia, la pobreza y el sufrimiento, alentó a todos a construir activamente la paz a través de la escucha y la reconciliación.
El Papa anunció que ha decidido no escribir una exhortación apostólica después del Sínodo, pero dijo que el Documento del Sínodo estará inmediatamente disponible para todos.
«Hay ya indicaciones muy concretas en el Documento que pueden ser una guía para la misión de las Iglesias, en sus continentes y contextos específicos», explicó, expresando su confianza en que esta experiencia compartida inspire «acciones concretas que sirvan al pueblo de Dios».
Una Iglesia en la que el Espíritu sopla
El Espíritu, recordó a la asamblea, es la fuerza unificadora de la Iglesia a través de todas las culturas, desafíos y esperanzas, y agradeciendo a la asamblea por su participación, el Papa Francisco alentó a todos los participantes del Sínodo a llevar los dones del Espíritu al mundo como una Iglesia que escucha, ora y actúa con humildad.
«El Espíritu Santo nos llama y nos sostiene en este aprendizaje, que debemos entender como un proceso de conversión», afirmó, añadiendo que el camino sinodal «no es una meta, sino un proceso continuo de conversión».
Para concluir, el Santo Padre citó nuevamente las palabras de Delbrêl: «Hay lugares en los que el Espíritu sopla, pero hay un solo Espíritu que respira en todos los lugares».
El primer sínodo que concede derecho de voto a las mujeres, que son 54 de los 355 votantes, clama por una mayor presencia de la mujer en la Iglesia. Los participantes en el sínodo han aprobado por más de dos tercios cada una de sus propuestas, y por eso Francisco ha hecho propio el documento y lo ha «entregado a la Iglesia».
El punto que ha recibido menos apoyo es el que pide mantener abierta la posibilidad del diaconado femenino. El debate sobre esta cuestión, que el Papa había descartado al no considerarlo ni viable ni necesario, ha empañado las conversaciones de esta última semana del Sínodo sobre la sinodalidad y también enrarecido un poco el voto del documento final. Quizá por eso, el Papa ha adelantado que «sobre algunos temas que se mencionan, hace falta de tiempo para tomar decisiones. Seguiré escuchando a los obispos antes de decidir».
La mención del diaconado ha hecho que la propuesta sobre el papel de la mujer en la Iglesia fuera la más divisiva, 258 síes y 97 noes. Simbólicamente, el diaconado es el paso previo a la ordenación sacerdotal, y muchos sectores recelan de la propuesta pues la consideran un paso previo a la reclamación del sacerdocio femenino. El párrafo utiliza un tono polémico para reivindicar que “no hay nada en las mujeres que les impida desempeñar funciones de liderazgo en las Iglesias” y dice que “sigue abierta” la posibilidad de ordenar mujeres diácono.
«Lo cierto es que son reclamaciones que también podrían hacer hombres laicos, no sólo las mujeres», explica a ABC uno de los votantes, para explicar los motivos del menor consenso.
El resto del párrafo habría tenido un consenso mucho más amplio si se hubiera separado de esa reclamación, ya que recuerda que a pesar de que «hombres y mujeres gozan de igual dignidad» en la Iglesia, «las mujeres siguen encontrando obstáculos para obtener un reconocimiento más pleno de sus carismas, de su vocación y de su lugar en los diversos ámbitos de la vida de la Iglesia, en detrimento del servicio a la misión común». También subraya cómo miles de mujeres actualmente inciden en la vida de la Iglesia pues «dirigen escuelas, hospitales y centros de acogida; lideran iniciativas en favor de la reconciliación y la promoción de la dignidad humana y la justicia social; contribuyen a la investigación teológica y están presentes en puestos de responsabilidad en instituciones relacionadas con la Iglesia, la Curia diocesana y la Curia Romana».
También solicitan «que se preste más atención al lenguaje y a las imágenes utilizadas en la predicación, la enseñanza, la catequesis y la redacción de los documentos oficiales de la Iglesia, dando más espacio a la contribución de mujeres santas, teólogas y místicas».
Habitualmente los papas toman nota de las propuestas, las elaboran y preparan un documento magisterial, pero Francisco ha anunciado que «el documento que hemos aprobado es suficiente, pues tiene indicaciones concretas que pueden guiar la misión de la Iglesia en todos los continentes». Con esta decisión quiere «reconocer el valor del sínodo».
«Que nadie crea que los temas que se han entrecomillado como espinosos se han quedado fuera», explica a ABC la teóloga Cristina Inogés, una de las 54 mujeres con derecho a voto en el sínodo. «Hay una comisión sobre el Diaconado femenino que sigue su curso y sigue su marcha, disponibles a recibir nuestras sugerencias y preguntas. La idea es buscar soluciones concretas a situaciones concretas», añade. Sin referirse a ninguna cuestión específica añade que «hemos entendido que hay que empezar a vivir la comunión en la diversidad, es decir, que no vale todo para todo el mundo, porque los contextos son muy diferentes. Las situaciones de cada país, de cada continente, son muy concretas».
Autonomía de Conferencias episcopales: otra cuestión controvertida
La segunda cuestión que ha recibido más votos negativos, 45 noes y 310 síes es la propuesta de otorgar «competencia doctrinal y disciplinar» a las Conferencias Episcopales, «sin poner en peligro la unidad y la catolicidad de la Iglesia», cuestión que preocupa a quienes recelan del «camino sinodal alemán». También otro punto dice que cada Iglesia puede «moverse a ritmos diferentes», como expresión de «una diversidad legítima». «La idea es que las particularidades locales no ahoguen la unidad, pero que tampoco la unidad ahogue las particularidades locales», explica a ABC uno de los obispos que han votado.
Por lo demás, lo cierto es que la sorpresa del documento final del sínodo es que no ha habido sorpresas. El texto define la “sinodalidad” como “un camino de renovación espiritual y de reforma estructural para hacer a la Iglesia más participativa y misionera”, asociado al “deseo de una Iglesia más cercana a las personas y más relacional, que sea hogar y familia de Dios”. Por eso, las propuestas que han votado los participantes en el sínodo solicitan en primer lugar una “conversión espiritual” a las personas de la Iglesia, que dé pie al resto de cambios.
El documento comienza recordando “los rostros de los niños aterrorizados por la guerra, el llanto de las madres, los gritos silenciosos de tantos jóvenes, los refugiados que afrontan viajes terribles, las víctimas del cambio climático y de la injusticia social” y con una condena de la guerra. También recuerda a las víctimas de abusos, pide transparencia en el gobierno de la Iglesia y mejorar la formación de los sacerdotes.
El documento y su referencia a los abusos
Sobre la crisis de los abusos, se refiere a “la necesidad de sanación, reconciliación y reconstrucción de la confianza dentro de la Iglesia”, reconoce que “ha traído un sufrimiento indecible y a menudo duradero a las víctimas y sobrevivientes, y a sus comunidades”, y pide escucharlas “con particular atención y sensibilidad” y definir “normas y procedimientos legales que permitan prevenir los abusos y responder a tiempo ante comportamientos inadecuados”. “La Iglesia debe reconocer sus propios defectos, pedir perdón humildemente, atender a las víctimas, dotarse de herramientas preventivas y esforzarse por reconstruir la confianza mutua en el Señor”, concluye.
Reclama además “una participación más amplia de laicos y laicas” en la toma de decisiones en la Iglesia, y que tengan “acceso más amplio a los puestos de responsabilidad en las diócesis y las instituciones eclesiásticas, incluidos seminarios, institutos y facultades de teología” y pide que “la toma de decisiones” en la Iglesia incluya “prácticas de rendición de cuentas y evaluación, en un espíritu de transparencia”.
Para el presidente de los obispos españoles, Luis Argüello, el resultado es “una profecía social en una época marcada por el aumento de las desigualdades, la creciente desilusión de los actuales modelos de gobierno y el funcionamiento de la democracia, el predominio del modelo mercantil en las relaciones entre las personas y con la naturaleza y la dramática realidad de resolver los conflictos por la fuerza y no a través del diálogo”.
También visiblemente satisfecho, el cardenal Juan José Omella, arzobispo de Barcelona ha asegurado a ABC que le ha alegrado constatar “la participación de todos los bautizados” en las conversaciones en el sínodo. El mensaje del sínodo es que “todos estamos llamados a anunciar el amor de Dios a los hombres y mujeres de nuestro mundo, tan necesitados y tan buscadores de esperanza, de justicia, de paz y de solidaridad”, concluye.
“Hemos entendido que hay que empezar a vivir la comunión en la diversidad, es decir, que no vale todo para todo el mundo, porque los contextos son muy diferentes. Las situaciones de cada país, de cada continente, son muy concretas”, resume Cristina Inogés.
Fuentes: Aica – Javier Martínez Brocal para ABC.es
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