Jujuy, monseñor Fernández: «la sonrisa de Fosbery denotaba el optimismo de la fe, una alegría profunda de vivir la vida de Dios»

En este día en el cual celebramos esta hermosa memoria, es lindo agradecer a la providencia de Dios que nos haga recordar al padre Fosbery en el primer mes de su fallecimiento. Como comunidad diocesana de Jujuy quería celebrar esta eucaristía con ustedes y con el pueblo de Dios que peregrina para agradecer a Dios por la vida del padre Fosbery.

La fiesta de la Iglesia y María Madre de la Iglesia, no puede ser más providencial para recordar a quien amó tanto a la Iglesia como el padre Fosbery. La amó y la enriqueció con su obra, con su vida con sus escritos, con su testimonio, enriqueció a la Iglesia con un nuevo carisma. Ese carisma de cuidado y de tratamiento especial por la cultura, por la educación, por los jóvenes, por la familia. Eso que fue ratificado, ese don recibido no solo a lo largo de nuestra patria sino de varios continentes.

Por eso tenemos que darle gracias a Dios, aún con el dolo de su partida. Uno sabía que ya a su edad ya no mucho no lo íbamos a poder retener por más cuidados y cariños que recibió de todos sus hijos en vida.

Recuerdo que cuando el cardenal Bergoglio en ocasión del aniversario allá por 2012 de Fasta les decía a ustedes que militaran la santidad. Es decir que recibieran como legado de la obra que estaban extendiendo que el hombre estaba llamado para ser santo, que nuestra vida se frustra si no alcanzamos ese ideal que es la santidad.

Bien lo sabía el padre Aníbal, que como estudioso que era y conocedor de Santo Tomás sabía bien lo que era el fin último del hombre. La bienaventuranza eterna.

Renovemos el llamado del hoy papa Francisco a toda la obra de Fasta, recogiendo ahora la enseñanza del padre Fosbery. Trayéndola cada día ajustando a las circunstancias y los tiempos que cambian. Nadie puede repetir día tras día de igual forma porque el mundo cambia y el Evangelio que es siempre el mismo está llamado a dar una nueva respuesta a cada acontecimiento, a cada desafío que se nos presenta.

El padre Fosbery lo supo hacer y entender eso. agarró el guante del desafío que se le planteaba, más con toda las luces que le había dado la vivencia, el conocimiento del Concilio Vaticano II y emprendió y nos regaló este carisma que hoy gozamos en la Iglesia de Dios. Lo sabemos junto a dios y eso nos da tanta confianza y esperanza.

Ustedes lo conocieron mucho mejor que yo, lo trataron mucho más. Pero más allá de las palabras que decimos los hombres que pueden ser verdaderas, pueden ser equívocas, pueden ser mentirosas. Más allá de las  palabras buenas que guardamos que ustedes atesoran en su corazón y que son trasmisión de lo que había en su corazón. Más allá de las palabras que a veces pueden engañar, el porte de una persona no engaña.  Es muy difícil. En ese sentido como lo presentan en este cuadro, como lo hemos visto siempre…esa sonrisa que era siempre su carta de presentación. Su sonrisa denotaba el optimismo de la fe, denotaba la presencia de una alegría profunda, la alegría de vivir la vida de Dios y eso no se improvisa. No era una pose.  Era la impronta de un ser, que se encontraba en su justo punto.  Ubicado entre el amor de Dios y el amor de todos sus hijos a quienes les ha dado un importante testamento para llevar adelante.

Que el Señor a través de la intersección de San Alberto Magno, de Santo Tomás de Aquino y con el cuidado de nuestra madre la Virgen María los anime a ustedes a abrir cada día más el legado del padre Fosbery y llevarlo en el diálogo y en el servicio con las circunstancias que Dios en su providencia nos ha dejado.

Que así sea.

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