El 25 de mayo de 1963 se firmó en Addis Abeba la carta constitutiva de la Organización de la Unidad Africana. Los objetivos principales de esta organización eran la eliminación de los últimos vestigios del colonialismo y la opresión racial en el continente, la aceleración del proceso de integración y el fortalecimiento de la cooperación entre los nuevos estados. Desde entonces, la fecha del 25 de mayo se celebra como el Día de África. Una oportunidad para evaluar los principales avances del continente.
Fabrice Bagendekere, SJ – Ciudad del Vaticano
El advenimiento de la Unión Africana puede verse como el resultado de una evolución institucional en el continente. De hecho, con el fin del apartheid en África, que marca el fin de la opresión racial en el continente, se iniciará un proceso de reorganización de la Organización de la Unidad Africana, cuyo objetivo principal era la eliminación de los últimos vestigios del colonialismo y la opresión racial en el continente. Así, en 1999 se tomó la decisión de crear la Unión, que se puso en marcha tres años después, en 2002, en Durban (Sudáfrica). La nueva visión tendrá como objetivo principal «construir una África integrada, próspera y pacífica, liderada por sus ciudadanos y que constituya una fuerza dinámica en el escenario mundial».
Una unidad todavía frágil
23 años después, la visión de una África plenamente integrada aún está por alcanzar, considerando los múltiples conflictos, sospechas y acusaciones entre los Estados africanos. Esta es la opinión del padre Jean Germain Rajoelison, ex secretario general adjunto del SCEAM, Simposio de Conferencias Episcopales de África y Madagascar y director de la Comisión Justicia, Paz y Desarrollo de la misma institución. Según el sacerdote malgache, la sinergia deseada por los padres fundadores de los Estados africanos sigue siendo «frágil y a veces difícil de establecer». Además, recuerda que esta aspiración nunca estuvo garantizada sino que era un «objetivo a largo plazo». De ahí su llamamiento a los países africanos a «trabajar juntos para que esta unidad reine en el continente».
Promover posiciones comunes, un reto afrontado con mayor o menor éxito por los Estados africanos
Las principales preocupaciones de la Unión Africana están definidas en la Agenda 2063 de la Unión Africana y la Agenda 2030 de las Naciones Unidas. Se centran principalmente en «la lucha contra la pobreza y los esfuerzos para establecer una paz duradera, la democracia y la promoción del desarrollo humano sostenible». Según el padre Rajoelison, a pesar de los desafíos que aún enfrentan algunos países africanos, podemos observar «progresos significativos en la lucha contra la pobreza y en la promoción de la paz y el buen gobierno» en todo el continente. El sacerdote malgache destaca también que una de las batallas más o menos ganadas por los actuales jefes de Estado africanos es «la promoción de posiciones comunes, frente a un contexto de bipolarización del mundo». Un reto más o menos superado hasta ahora.
Adopción de una política común de seguridad fronteriza
El resurgimiento de la violencia en el continente, con no menos enfrentamientos entre Estados vecinos, en particular en la región de los Grandes Lagos y el Sahel, pone en peligro la estabilidad del continente, sobre todo en el plano económico. Los intentos de mediación de la Unión Africana han fracasado en varios casos. De ahí la necesidad, dice el padre Rajoelison, de «realizar una profunda reflexión sobre las raíces de los conflictos en el continente». De hecho, explica el clérigo, «los conflictos entre las diferentes zonas de África se pueden explicar por varios factores». Cita la influencia de la geopolítica global, refiriéndose a «la codicia de ciertas potencias» y «la escalada a la que está sometido el continente». El padre Rajoelison recomienda a los jefes de Estado africanos «la adopción de una política común clara para asegurar las fronteras».
Llegar al fondo de los problemas del pasado para afrontar el futuro
La Unión Africana ha declarado el año 2025 como «año de reparación», es decir, «para los africanos y las personas de ascendencia africana». Más allá de los ajustes de cuentas, explica el padre Rajoelison, el deseo de los dirigentes africanos es «decir la verdad sobre los problemas del pasado, para que podamos curar las heridas del pasado y olvidarlas de una vez por todas». Esta perspectiva también pretende «enfrentar el futuro» afirmándose como «un actor fuerte y creíble en la escena política mundial».
Además, el sacerdote malgache recuerda el imperativo de la reparación para los Estados africanos en el plano medioambiental. En este estudio se destacan no sólo los efectos del cambio climático, cuyas consecuencias se manifiestan de forma aguda en el continente africano, aunque está clasificado entre los menos contaminantes, sino también los múltiples daños a la tierra provocados por las industrias mineras en varios países africanos. En este sentido, llama a los dirigentes africanos a comprometerse a garantizar que «se establezca la verdad sobre las diversas violaciones cometidas por estas empresas contra los agricultores africanos que, en la mayoría de los casos, se encuentran indefensos».
SECAM podría ayudar a informar los debates y decisiones de la UA
Desde 2015, el Simposio de Conferencias Episcopales de África y Madagascar obtiene el estatus de observador ante la Unión Africana. Además, este estatus -como lo indica el propio título de observador- no le permite participar en los debates celebrados en las distintas asambleas, lo que, según el padre Rajoelison, limita su contribución a la implementación de «políticas de interés común». El clérigo espera que los líderes africanos den más espacio a esta institución, cuya «experiencia y base religiosa podrían contribuir a informar los debates y las decisiones» y a «la promoción de la dignidad humana». Sin embargo, el sacerdote malgache reconoce que esta posición de observador ya da visibilidad a la Iglesia en el continente que podría ser utilizada en «intercambios informales».