Fasta Mendoza
Por Pablo Álvarez
El 26 de octubre de 1962, un pequeño grupo de jovencitos, por entonces alumnos del Colegio Santo Tomás de Aquino, convocados por el padre Fosbery, fundaban el Ruca Curá (Casa de Piedra) en la ciudad de Mendoza.
Entre esos muchachos estaban Carlos Nesci y Nazareno (el Gringo) Garófoli, tan queridos y conocidos por todos en la Ciudad Miliciana y también estaban Francisco (Pancho) Muscará, Tomás (Tito) Catapano, Enrique (Quique) Moyano, Rubén Sanzone, Pedro Giunta y tantos otros que aún forman en nuestras filas o nos aguardan desde los luceros.
Estos jóvenes y los muchos que vinieron detrás de ellos, hicieron de la fidelidad su más firme propósito y la transformaron en el sello de identidad del Ruca y luego, de toda la Jurisdicción Fasta Mendoza.
“Roca firme en la fidelidad” es su consigna fundacional, es su lema, es su misión.
Muy rica es su historia, muchos son sus rostros, muchas las gracias que el Señor acunó entre las paredes de nuestra casa de piedra, por eso hoy hacemos un alto en estos 60 años de peregrinación para celebrar y dar gracias.
La fiesta de los 60: El Campamento “Herederos”
Con motivo de este año Jubilar el pasado fin de semana, la comunidad de Fasta Mendoza (rucas, mayor, colegio y fundaciones) se reunió en el Campamento Jubilar Jurisdiccional “Herederos” para dar gracias a Dios por estos 60 años de vida y por la herencia recibida; ese don de Dios entregado a cada uno y a todos de la mano del padre Fundador y en primera persona.
Como reflexionó el padre David Pérez Pazo en la homilía de la Misa central de la actividad, volver al campamento, para nosotros milicianos, es volver a nuestra Galilea. Así como el Señor le dijo a María Magdalena: “ve y dile a tus hermanos que vayan a Galilea y allí me verán” porque era allí, en su origen, donde habían visto por primera vez al Señor, donde iban a poder encontrarse con el Resucitado, así también a nosotros nos llama, en cada campamento, a nuestra Galilea: el campamento, donde muchos, por no decir todos, tuvimos nuestro primer encuentro con el Señor, donde encontramos la vocación miliciana y con ella la misión, y donde, en cada oportunidad en que armamos nuestra ciudad de lona, nos volvemos a encontrar con el Resucitado que se hace presente en la comunidad reunida en su nombre, con la fuerza inmensurable del acontecimiento campamentero.
Y allí se congregó toda la comunidad mendocina, jóvenes de ambos rucas y toda la dimensión adulta con una gran participación de los padres del Colegio Fasta Juan Pablo II. Con un espíritu alegre, esperanzado, juvenil y viril, cada sección, cada agrupación, cada dimensión de la Ciudad Miliciana mendocina concientizó la herencia recibida, que es Don de Dios, Espíritu de Amor actuando en nuestros corazones para desde allí obrar milagros de conversión y de apostolado.
Fue muy hermoso ver a los milicianos de la primera generación, los mismos que como templarios, escuderos, adalides o caperucitas compartieron los primeros años de la Milicia Juvenil en Mendoza con el padre Fundador, ahora jugar, reir, cantar y compartir actividades con los milicianos de hoy y que estos pudieran revivir las historias y anécdotas contadas en primera persona por sus protagonistas y entrelazadas con los testimonios y experiencias de los que se han ido sumando desde los nuevos ámbitos de acción apostólica de la Ciudad Miliciana.
El fogón de la noche fue, como siempre, el lugar y momento ideal para que los más de 300 acampantes rieran juntos y se emocionaran. El recuerdo del padre Aníbal, que nos acompañó desde el Cielo, actualizó nuestro fervor y nuestra esperanza para que la roca sea cada día más firme y más fiel, por la bondad del Señor, al que siempre responderemos ¡a tus órdenes!