Por el padre Juan Marchetti
Durante este año jubilar 2025, el Señor concedió innumerables gracias a su Iglesia. Entre ellas queremos destacar en esta oportunidad la proclamación del cardenal inglés John Henry Newman (1801-1890) como Doctor de la Iglesia y Patrono de la educación católica –junto a santo Tomás de Aquino-, por parte del Papa León XIV, el pasado 1 de noviembre.
Acerca de este doble patronazgo, quisiera decir algunas cosas ¿Cuál será la razón para que estos dos santos sean propuestos como modelos y custodios de una de las opciones apostólicas de la Iglesia, que ha implicado a miles de vocaciones, ministerios y familias religiosas suscitadas por el Espíritu Santo?
En primer lugar, destacó que la educación, por ser una tarea fundamental de la humanidad, no excluye ni se reduce a una sola época de la historia, ni tampoco a un método didáctico o pedagógico. Siempre serán necesarios hombres acordes a su tiempo para integrar el misterio de la fe y la razón, para que sus hermanos encuentren a la Verdad y sirvan al Bien. A Tomás de Aquino le tocó ser culmen de un recorrido milenario en una época dorada de la civilización cristiana, pero no sin complejas situaciones que exigían de mucha precisión para tomar lo bueno del mundo pagano y sumarlo al tesoro inagotable de la Esposa de Cristo. Por su parte, Newman lo hizo en un mundo que renegaba por un craso racionalismo del mundo de lo invisible, que es sostén del mundo visible a los ojos de los hombres, y puerta de entrada al misterio de la contemplación. Sin contemplación es imposible el desarrollo perfecto de las virtudes humanas.
Así también, la tarea educativa representa la custodia de una herencia y la transmisión de un legado. Es decir, es tradición. Ambos santos fueron celosos admiradores y abrevadores de la gran Tradición de la Iglesia, fuente de Revelación. Destacó en estas líneas su amor y predica por los Santos Padres de la Iglesia. Después de las Sagradas Escrituras, las citas de los Padres son la fuente más recurrente de Tomás y de John Henry. Para este último fueron incluso vitales en su proceso de paso del anglicanismo a la fe católica. Sin la Tradición es imposible descubrir dónde está la única Iglesia de Dios.
La Providencia nos ha regalado dos grandes santos y los ha puesto juntos para la intercesión en esta enorme labor de evangelización de los pueblos en este año jubilar. Año de la esperanza, año del nacimiento de santo Tomás de Aquino (1225) y año del centenario de la institución de la solemnidad litúrgica de Cristo Rey, por parte del Papa Pío XI, en su carta encíclica Quas Primas (“En la primera”, del año 1925).
No parecen poca cosa tales felices coincidencias, antes bien, es muchísimo para considerar seriamente y agradecer profundamente.






