¡EL EVANGELIO PRIMERO! EL PAPA FRANCISCO: DOCE AÑOS DE SU PONTIFICADO

Nelson Santillan

Por Mario J. Paredes (*)

Con 88 años de edad y una salud menguada y frágil, el próximo 13 de marzo de este 2025, el Papa Francisco llega a su décimo segundo aniversario de ministerio petrino. Ocasión propicia para reflexionar, para hacer análisis y balance de lo que, para la Iglesia Católica y para el mundo, ha significado este pontificado, el número 266 en la historia del catolicismo.

Poder que no sirve, especialmente, a los más débiles, sino que atropella y aplasta (Mt 20,25-29). La Iglesia se ha contaminado, también, de la codicia por los bienes materiales, que convierte, muchas veces, a los guías, líderes y jerarcas de la Iglesia en mercaderes de la fe (“No convirtáis la Casa de mi Padre en cueva de ladrones” Mt 21,12-16; “No podéis servir a Dios y al dinero” Mt 6,24). Codicia que impide que la Iglesia sea “pobre y de los pobres”. Dos mil años de historia en los que el hedonismo que ofrece el mundo también se ha filtrado en la vida de los líderes eclesiásticos.

Historia de la Iglesia, además, con una sobrecarga del Antiguo Testamento, por la que, por ejemplo, se reza más con el Antiguo que con el Nuevo Testamento o se predican más los diez mandamientos veterotestamentarios que el nuevo y único mandamiento de Jesús de Nazaret: el mandato fraterno del amor. Así mismo, se contaminó la predicación de la Iglesia con mayor uso de categorías filosóficas que con los criterios del evangelio y con más insistencia en rúbricas, preceptos, mandatos y leyes del derecho eclesiástico que con la vida en el amor. (dejan de lado y olvidan las tradiciones)

Todo lo cual, ha apartado o impedido y estorbado el acercamiento de los fieles al Evangelio que es Cristo mismo, fuente primera de la fe, y hemos olvidado, que los discípulos “estamos en el mundo, pero no somos del mundo” (Jn 15,18), porque hemos de vivir en el mundo, pero según la lógica del Evangelio, para poder ser, en el mundo, luz y sal. “Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? (Mt 5,13-16)

Frente a estos contaminantes históricos en la Iglesia, en apego y seguimiento auténtico de Cristo y de la Verdad y lógica del Evangelio, emergió la figura de Jorge Mario Bergoglio, como primer Papa jesuita y latinoamericano y, por lo anteriormente dicho, su pastoreo universal ha estado enfocado, obstinadamente, en acercarnos de nuevo, con gestos, con hechos y con palabras, con anuncios y con denuncias, a Jesús de Nazaret y a los criterios y principios de su buena nueva, de su evangelio, que aunque sean necedad y locura para el mundo, son el poder, la fuerza y la sabiduría de Dios (1 Cor 1,18-24).

Esta urgencia, esta vehemencia, este acento de Francisco por guiarnos al Evangelio, durante todo su frenético, abundante y magnifico ministerio y expresado, especialmente en sus cartas encíclicas (Lumen Fidei, Laudato Si, Fratelli Tutti y Dilexit Nos) y en sus viajes apostólicos, se ha puesto de manifiesto insistentemente – en: 

  • Su permanente defensa a los “descartados” de la tierra, como Francisco los llama; a los más pequeños, empobrecidos y vulnerables de la sociedad. Por ello su preocupación, por ejemplo, por los migrantes y sus llamados a la convivencia fraterna, a la misericordia, a la justicia social, a la “mejor política” fraterna y solidaria y a la paz.
  • Su urgencia porque la Iglesia y sus líderes se desinstalen y salgan, con su tarea evangelizadora, a las periferias sociales, para que los pastores tengan “olor a oveja”.
  • Su defensa del medio ambiente.
  • Su llamamiento y acciones por una vida y predicación de la Iglesia sin hipocresías, sin pedir renovación afuera, “ad extra” de la Iglesia, si antes no hay renovación al interior de la misma Iglesia. Por ello su urgencia por la renovación de la Curia Romana y sus medidas para combatir los escándalos y crímenes sexuales de pedofilia que involucran al clero.
  • Su permanente preocupación fraterna y ecuménica por el diálogo interreligoso.
  • Su proximidad y preocupación por las causas juveniles, demostrada, especialmente, en las sucesivas jornadas mundiales de la juventud.
  • Y un largo etcétera del mucho bien y del “viento fresco” que ha sido el magisterio del Papa Francisco para toda la humanidad.

Y, sin embargo, y para nuestro dolor y vergüenza, ni la Iglesia Católica en general, ni la Iglesia latinoamericana en particular han vibrado con el pontificado de Francisco. Más aún, en el seno de la misma Iglesia, como Jesús entre el grupo de sus íntimos, de los que comían con él, (Mt 26,23) el Papa Francisco ha encontrado incomprensiones, detractores y traidores de su pastoreo y de su mensaje.

La explicación de estas traiciones hay que buscarla en los contaminantes de la Iglesia arriba mencionados, porque – como, fuertemente, dijo el mismo Jesús, refiriéndose a los fariseos de su tiempo y pueblo: “Ustedes se aferran a tradiciones (al poder, a la riqueza, a los placeres y a las comodidades del mundo) pero dejan de lado el mandamiento de Dios. (Mc 7,8)

Pero, el mismo Evangelio enseña que la autenticidad al seguimiento de Cristo está signada por el padecimiento y la cruz. Padecimientos, persecuciones y cruz que nacen del choque de criterios entre la lógica del mundo y la lógica del Evangelio. Por lo que hoy, al interior de la Iglesia, puede aplicarse a algunos el regaño de Jesús: “Apártate de mí, porque tú piensas como los hombres y no como Dios. (Mt 16,23); y a Francisco la bienaventuranza: “Felices los que sufren por causa del Evangelio…” (Mt 5,10-12).

Hay quienes se afanan e interesan por encasillar el magisterio de Francisco en ideologías o partidismos de derecha o de izquierda, pero el único rótulo que le cabe a Francisco es el de ser un discípulo auténtico de Cristo.

El Papa Francisco, fiel al Evangelio y con una claridad y fuerza que impresionan a sus 88 años, se mantiene activo e inamovible en sus convicciones evangélicas, como “una voz que clama en el desierto” (Is 40,3; Lc 3,4) de la postmodernidad, de la cultura light y de la muerte; en una sociedad soberbia, que al mismo tiempo que se ufana por los adelantos materiales, científicos y tecnológicos, parece cuesta abajo en los mejores valores del espíritu humano; mundo que se va construyendo de lejos, a espaldas o definitivamente contra Dios y su Evangelio. 

El Papa continúa su tarea evangelizadora de anuncio y de denuncia. Como pastor de la Iglesia católica, de la universal y profeta de nuestro tiempo se interesa, le importan y hace suyos todos los problemas del ser humano y de la entera humanidad, para iluminar todo con la luz y criterios del Evangelio. Así lo demostró, recientemente, por ejemplo, en carta a la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos, preocupado por las nuevas políticas migratorias propuestas por el Presidente D. Trump.

Estas líneas de reconocimiento a la inmensa contribución y al buen legado del Papa Francisco para toda la humanidad, las escribo como testimonio afectuosísimo, desde mi experiencia cristiana y personal como laico comprometido, por el honor y privilegio que he tenido toda mi vida de seguir, muy de cerca, a la persona y mensaje del Papa Francisco: desde mis años de juventud como estudiante de filosofía en las clases de literatura en la Universidad jesuítica de “El Salvador”, en Buenos Aires – Argentina, hasta los últimos años, en periódicos encuentros que he tenido con el Papa Francisco en Roma.

Cuando termino de escribir este artículo, es noticia mundial que el Papa Francisco está siendo ingresado al Hospital Gemelli – Roma, debido a una dificultad respiratoria. Los invito a que oremos por la recuperación de su salud y a que demos gracias al Papa y a Dios por todo el bien que su pontificado y magisterio ha significado para la Iglesia en el mundo, durante estos doce años.

El Papa Francisco será recordado por haber puesto de primero el Evangelio en el ser y quehacer de la vida y de la historia de la Iglesia; por invitarnos de nuevo e insistentemente a volver al Evangelio, para vivir según la lógica de Jesús de Nazaret, que es la sabiduría de Dios y que se vive mediante el amor fraterno, para lograr la construcción de un mundo más humano y, por ello, más según la voluntad de Dios. 

(*) Mario J. Paredes es miembro del Consejo General Directivo de la Academia Latinoamericana de Lideres Católicos.

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