Retiro de Sacerdotes de la Región Pampeana
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Por el padre Pablo Sylvester, sacerdote de Fasta
Fueron unos días de retiro en la Trapa de Azul aprovechando el clima de oración y plegaria propias de un monasterio, con ocasión de unirnos a la súplica de los monjes en las diversas horas litúrgicas; mucho tiempo de silencio y quietud lejos de la ciudad y acercándonos a Dios lo más posible.
Se ve que fue una semana movida en la gran urbe, pasó literalmente de todo al punto que cuesta ponerse al día. Claro en La Trapa hay otra percepción del tiempo y del espacio, en las cosmópolis todo es vertiginoso más en épocas de cambios profundos y esenciales como los nuestros.
Justo el Evangelio nos dice que el Reino de Dios se parece a una semilla que un hombre siembra en tierra y sin que él sepa cómo “germina y va creciendo” (Mc 4,26), es decir, su avance y despliegue es misterioso; es Dios quien da el crecimiento al margen de lo que el hombre pudiera hacer con su planificación y con su acción por buenas y necesarias que sean o nos parezcan. En tal Reino es Dios quien mueve los corazones de los hombres hacia sí, en este Reino la primacía la tiene Dios.
También se parece a la más pequeña de las semillas que luego crece tanto que “que los pájaros del cielo se cobijan a su sombra” (Mc 4,32), tal parábola se refiere a la pequeña comunidad de apóstoles y discípulos que desde Pentecostés se expandió en toda la extensión del Imperio Romano, y más allá de él, es decir, hasta los últimos rincones y confines de la tierra. Tal extensión del Reino es posible sólo porque la primacía la tiene Dios y el hombre colabora instrumentalmente poniendo sus talentos.
Sea cual sea el lugar donde uno esté ya en la ciudad o en medio del campo, que no falte nuestra inserción vital en el Reino de Dios recibiendo los dones que vienen de lo alto.