25 años de Fasta San Francisco: El Amor y La Verdad se abrazarán, por el padre Juan Marchetti
La comunidad de Fasta San Francisco festejó sus 25 años de su fundación con la presencia del padre César Garcés, Presidente de Fasta. La siguiente es una reflexión del padre Juan Marchetti sobre este importante acontecimiento.
Hace unos días atrás, tuvimos la gracia de seguir celebrando las bodas de plata de la presencia de Fasta en la diócesis de san Francisco. En está ocasión junto al Presidente de Fasta y muchos amigos de otras comunidades. Pasó así el segundo de los tres momentos que soñamos para dar gracias durante este año jubilar.
Resonó especialmente en mí, la fiesta litúrgica que la Providencia nos regaló: la solemnidad de san Pedro y san Pablo. En estos dos apóstoles de Jesús, columnas de la Iglesia, encontré la consigna que nos ilumina durante este año. Aquel canto profético del salmista: la verdad y el amor se abrazarán.
San Pedro me recuerda el amor profundo, sincero y tan especial por Jesús. Un verdadero amor que su Maestro reconoce a pesar de su pecado, de su torpeza, y de meter siempre la pata. En el fondo, Jesús pide eso de nosotros: amor. Amor que se nos pedirá cuenta al caer la tarde. Así lo dejó sentado el Evangelio según san Juan que justamente escuchamos en la Liturgia: ¿Pedro me amas más que estos?
En la mitad del camino, Cristo le preguntó sobre quien pensaba que era Él. Pero al final del camino, la pregunta es y será otra. La verdad sin amor es letra muerta. Es desierto sin esperanza. Es vida sin fruto. Me preguntó ahora ¿quién es Jesús para mí? ¿Me preguntó a su vez, si verdaderamente lo amo?
Permanentemente amor y verdad se reclaman pues ambas son Dios. Y así aparece ahora el Apóstol de los Gentiles. Un perseguidor de la Verdad que fue encontrado por Ella. Pablo se jactaba de conocer la verdad, de ser de los elegidos por Yavhe. Formado por uno de los mejores maestros de su tiempo, Gamaliel, fue un acérrimo defensor de la Ley que para era la pura verdad, y nada más. Pero la verdadera Verdad no la había experimentado. ¿Cuál era, cuál es? La Misericordia (…)
Doy gracias a nuestro Señor Jesucristo, porque me ha fortalecido y me ha considerado digno de confianza, llamándome a su servicio a pesar de mis blasfemias, persecuciones e insolencias anteriores. Pero fui tratado con misericordia, porque cuando no tenía fe, actuaba así por ignorancia. Y sobreabundó a mí la gracia de nuestro Señor, junto con la fe y el amor de Cristo Jesús. Es doctrina cierta y digna de fe que Jesucristo vino al mundo para salvar a los pecadores, y yo soy el peor de ellos. Si encontré misericordia, fue para que Jesucristo demostrara en mí toda su paciencia, poniéndome como ejemplo de los que van a creer en él para alcanzar la Vida eterna. ¡Al Rey eterno y universal, al Dios incorruptible, invisible y único, honor y gloria por los siglos de los siglos! Amén (1 Tm 1,12-17)
Estas sentidas palabras, san Pablo le escribió a su querido discípulo al final de su camino. Le pasaba la posta, su legado. Legado que no era suyo, sino del Señor. Ese misterioso tesoro que estaba y está escondido en Jesucristo y que en estos últimos tiempos ha sido revelado para el mundo. Por esa verdad que es amor derramó su sangre junto con el Príncipe de los apóstoles.
La misma Verdad que con su pobreza y caridad proclamaron Francisco y Domingo. La única Verdad que debemos seguir entregando con nuestra sangre, sudor y lágrimas.
Mientras tanto, habrá que seguir marchando con el mismo fervor del primer encuentro fraterno. Cuando el desánimo, la tristeza, el dolor aparezcan proclamemos junto san Pablo la Palabra de Dios:
Pero en virtud de la Ley, he muerto a la Ley, a fin de vivir para Dios. Yo estoy crucificado con Cristo, y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí: la vida que sigo viviendo en la carne, la vivo en la fe en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí. (Gal 2,19-20)
Por el padre Juan Marchetti