Belleza y Juventud: Un Desafío Formativo desde la Infancia
La juventud es una etapa crucial en la formación de la sensibilidad hacia la belleza. Es en estos años que se define gran parte de la capacidad de discernir entre lo superficial y lo profundo. Sin embargo, la educación en la belleza debe comenzar mucho antes, desde la primera infancia, cuando la frescura y la espontaneidad de los niños permiten una relación natural con lo bello. En los primeros años de vida, los niños poseen una capacidad innata para maravillarse ante la belleza del mundo, ya sea en la naturaleza, el arte o en sus propias experiencias cotidianas.
Esta relación con la belleza auténtica no es algo que debamos dejar al azar. Formar a los jóvenes en la apreciación de la belleza es parte integral de nuestro compromiso educativo, porque sabemos que lo bello tiene una conexión intrínseca con lo verdadero y lo bueno. A través de la belleza, los jóvenes aprenden a contemplar, a discernir y a valorar lo que realmente importa.
Es fundamental, además, que los adultos que están a cargo de la educación de los niños y jóvenes también sean formados y perfeccionados en este camino. Solo de esta manera podrán transmitir una visión de la belleza que esté enraizada en la verdad, pero adaptada a los desafíos del mundo contemporáneo. Los educadores no solo deben conocer lo bello, sino ser capaces de comunicarlo de manera que conecte de forma significativa con los jóvenes, respetando sus realidades y ayudándoles a descubrir lo verdadero en lo contemporáneo. Esta tarea requiere de una actualización constante, de un equilibrio entre la fidelidad a los principios trascendentes y la capacidad de contextualizarlos en la realidad actual.
Por ello, la educación en la belleza debe ser parte fundamental de los planes de estudio desde los primeros años. No se trata solo de enseñar a identificar lo bello, sino de cultivar una sensibilidad profunda que permita a los niños y jóvenes descubrir el bien y la verdad detrás de la apariencia. Una educación que incluya la belleza desde la infancia les enseña a observar el mundo con ojos abiertos y a apreciar la armonía, el equilibrio y la integridad en todo lo que los rodea.
El compromiso de Fasta con la formación integral de los jóvenes se basa en este enfoque. Nos proponemos contraponer las versiones fugaces y superficiales de la belleza que el mundo moderno promueve. La educación en la belleza es un proceso que acompaña el desarrollo intelectual, emocional y espiritual, proporcionando a los jóvenes las herramientas necesarias para enfrentar un mundo saturado de imágenes vacías y estandarizadas.
Incluir la formación en la belleza desde la primera infancia no solo ayuda a los niños a desarrollar una mirada más profunda, sino que los prepara para vivir con mayor plenitud y sentido. Es a través de esta formación que podrán convertirse en personas capaces de transformar su entorno y de valorar lo que realmente tiene peso y trascendencia.
Educar en la belleza es educar para la vida. Desde la infancia hasta la juventud, esta formación se convierte en un pilar fundamental para el crecimiento integral de las personas. La belleza no solo se experimenta, sino que también se cultiva, y es a través de este cultivo que los jóvenes podrán construir un mundo más justo y armonioso.
Lic. Carola Foster, Editora de Arte y Cultura