Descubriendo «Pentecostés»: Una visita Guiada a la Obra Maestra de Juan Bautista Maíno
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- Nelson Santillan
- 17 de mayo de 2024
- Via Pulchritudinis
Nos encontramos ante la obra «Pentecostés» de Juan Bautista Maíno, una pieza que, aunque actualmente en proceso de restauración y ausente de las paredes del museo, nos invita a descubrir sus secretos y dejarnos sorprender por su belleza a través de la imaginación. Te invito a abrir tu mente y tu corazón. Deja que tus ojos recorran cada detalle, cada pincelada, como si fuera la primera vez que contemplas una obra de arte. Permíteme guiarte en este viaje de exploración y contemplación, donde juntos desvelaremos los misterios y la belleza oculta de esta obra maestra.
Veamos el epígrafe de la obra, ¿qué información nos proporciona?
Autor: Fray Juan Bautista Maíno (1581-1649)
Título: «Pentecostés»
Fecha: 1615/1620
Técnica: Óleo
Soporte: Lienzo
Dimensiones: Alto: 324 cm; Ancho: 246 cm
Procedencia: Altar Mayor de la Iglesia del Convento de Carmelitas Descalzas, Toledo; Museo de la Trinidad.
Al mirar una obra de arte, es esencial disponernos a recibir lo que la obra tiene para comunicar. Este proceso es una forma de retroalimentación en la que se establece un diálogo entre la obra y el espectador. La obra aporta sus elementos objetivos, mientras que el público contribuye con su subjetividad, interpretaciones personales y emociones. Esta interacción crea una experiencia única y enriquecedora, donde tanto la obra como el espectador se influyen mutuamente.
¿Qué veo? ¿Qué siento?
Comenzamos nuestro recorrido con una invitación a contemplar esta obra con los ojos de un niño, llenos de curiosidad y asombro. ¿Qué emociones te despierta al verla? Observa con atención cada detalle, cada trazo de la mano del artista.
Fray Juan Bautista Maíno, uno de los pintores españoles del siglo XVII menos conocidos, ingresó a la Orden Dominica pocos años antes de pintar esta obra. Sabemos que pasó su adolescencia en Madrid y que, hacia finales del siglo XVI, viajó a Italia, donde recibió formación pictórica vinculada a las dos grandes corrientes generadas en la Roma de hacia 1600: el naturalismo de Caravaggio y la escuela bolognesa de Carracci.
Mira los colores vibrantes y las formas que componen esta escena, como si fueran piezas de un rompecabezas esperando ser ensambladas por tu mente creativa:
Mientras exploramos la composición general de la obra, podemos notar la disposición cuidadosa de los elementos, cada uno contribuyendo a la armonía y el equilibrio de la escena, esa relación entre las personas y los elementos que forman parte de la obra y también entre ellas y el todo. Catorce figuras ordenadas de manera equilibrada, con María en el centro de la composición, y los apóstoles a ambos lados: seis de pie justo detrás de ella, y otros seis arrodillados en posición algo avanzada. Igualmente arrodillada, pero más cercana al espectador, aparece María Magdalena, una hermosa joven vestida con túnica blanca y manto dorado. María, en su posición central, irradia serenidad y gracia, mientras que los apóstoles, con sus gestos y expresiones, nos invitan a unirnos a ellos en este momento trascendental. Todos los participantes masculinos del cuadro tienen marcadas características de realismo propio de Caravaggio, son retratados como habitantes pueblerinos, personas comunes del Siglo XVII. Mientras que las figuras de La Virgen Y María Magdalena están representadas de manera más idealizada, quizás más a la manera de Guido Reni.
En toda la obra percibimos un dibujo vigoroso y descriptivo, las figuras son escultóricas y monumentales.
A pesar de la estructura piramidal y jerárquica presente en la composición de la obra, se observa una notable simetría conceptual. Aunque no se trata de imágenes especulares, existe una correspondencia entre la mitad derecha y la izquierda de la obra, establecida a partir del eje generado por la figura central de María y la representación del Espíritu Santo en forma de paloma. Visualmente, las cabezas de los apóstoles también contribuyen a esta simetría al crear una línea horizontal que divide la representación terrenal del cielo. Además, las llamas que descienden sobre los apóstoles y María funcionan como un elemento unificador, conectando ambos espacios de manera simbólica.
Nuestros ojos se ven naturalmente atraídos hacia el Espíritu Santo, no solo debido al uso de la perspectiva de punto de fuga, sino también por las miradas dirigidas hacia Él por los protagonistas centrales. Esta dirección visual refuerza la conexión entre los elementos divinos y terrenales de la obra, invitando al espectador a sumergirse en la profundidad espiritual del momento representado.
Continuamos nuestro viaje explorando la luz y el color que envuelven la escena: Una iluminación contrastada e intensa y un colorido vivo y saturado, con profusión de amarillos, ocres, azules cobaltos y bermellones, dan vida a la composición. Sin embargo, es la presencia de la paloma del Espíritu Santo, rodeada de querubines y llena de una luz resplandeciente, lo que irradia y baña toda la escena. Esta luz suave y difusa crea una sensación de misterio y reverencia, mientras que los tonos cálidos y vibrantes añaden vitalidad y energía al conjunto, invitando al espectador a sumergirse en la atmósfera espiritual de la obra.
Ahora, detengámonos en las expresiones de los personajes. ¿Qué emociones puedes percibir en sus rostros? Observa cómo sus miradas y gestos capturan la intensidad del momento, revelando la devoción y el asombro que experimentan ante la presencia divina.
Finalmente, reflexionemos sobre el significado y la trascendencia de esta obra. ¿Qué mensaje nos transmite? Más allá de su belleza estética, nos invita a reflexionar sobre la espiritualidad humana y la conexión entre lo divino y lo terrenal. Es un recordatorio de la importancia de la fe y la comunidad en nuestras vidas, así como del poder transformador del arte para elevarnos y conectarnos con nuestra propia humanidad.
Al concluir nuestra visita guiada, espero que hayas disfrutado de esta experiencia y que hayas encontrado inspiración y significado en la obra que hemos explorado juntos. Recuerda siempre mirar con los ojos del corazón y permitir que el arte te lleve a lugares más allá de la imaginación. ¡Gracias por acompañarme en este viaje!
Lic. Carola Foster, Editora de Arte y Cultura
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