La Belleza en lo Cotidiano

En un mundo donde la rutina tiende a absorbernos, a menudo olvidamos que la belleza no se encuentra únicamente en las grandes obras de arte o en los espectáculos de la naturaleza. Más bien, la verdadera belleza se manifiesta en los pequeños detalles que componen nuestro día a día, esos momentos que, si somos conscientes, pueden ofrecer un destello de claridad en medio de la cotidianeidad.

Alfonso López Quintás, en su obra La experiencia estética y su poder formativo, subraya que la belleza tiene la capacidad de sacarnos de nuestra rutina habitual y de hacernos ver más allá de lo evidente, permitiéndonos encontrar significado en lo que podría parecer trivial. En este sentido, la belleza no es solo una experiencia sensorial, sino una puerta hacia una comprensión más profunda de nuestra realidad.

Consideremos, por ejemplo, el acto de preparar una taza de café por la mañana. El proceso, en apariencia simple, puede ser una ocasión para conectar con el presente y apreciar los matices de nuestra vida cotidiana. Estos momentos, que fácilmente podrían pasar desapercibidos, son oportunidades para experimentar la belleza de lo cotidiano. Como sugiere López Quintás, la experiencia estética es un encuentro con la realidad en su forma más auténtica, y estos pequeños detalles nos invitan a estar más presentes y a valorar lo que nos rodea.

El desafío, entonces, radica en aprender a ver con nuevos ojos, a descubrir la presencia de lo divino en lo común y corriente. No se trata de idealizar la rutina, sino de reconocer que incluso en lo más simple puede hallarse una profundidad que, si estamos dispuestos, puede transformar nuestra visión del mundo. Según López Quintás, la belleza nos impulsa a trascender y a descubrir dimensiones de la realidad que, de otro modo, podrían permanecer ocultas.

Como cristianos, estamos llamados a buscar la belleza no solo en lo extraordinario, sino también en lo ordinario. Esta búsqueda no es un mero ejercicio estético, sino una forma de encontrarnos con lo divino en medio de nuestra vida cotidiana. Porque, al final, es en estos pequeños encuentros donde se revela una verdad más profunda, que nos recuerda que la belleza y la esperanza están presentes, incluso en medio de lo más mundano.

Lic. Carola Foster, Editora de Arte y Cultura