Lectura recomendada: «El Movimiento en el corazón de la Ciudad»
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- Nelson Santillan
- 24 de febrero de 2024
- Vicepresidencia Ejecutiva
La siguiente es la reflexión completa del Vicepresidente Ejecutivo de Fasta, Alejandro Campos al Directorio General del Movimiento realizada el domingo 18 de febrero de 2024 en la ciudad de Mar del Plata.
Me pidieron una reflexión sobre el Movimiento en el corazón de la Ciudad y para abordar esa reflexión es importante tener en claro una realidad muy específica: la realidad del Carisma.
Cuando hablamos de carisma estamos hablando de una realidad que se revela en las Sagradas Escrituras, en la tradición y en la teología de la Iglesia. El carisma es un don de Dios. El significado en el original griego de carisma es «don o gracia» , los latinos le llamaban gratia.
El carisma es una realidad de los diversos dones que Dios puede dar al hombre. Con la evolución de la tradición y de los estudios teológicos la conciencia sobre esta realidad fue descubriendo matices sobre todo en el uso que se hace en el Siglo XX de este término. Comienza a especificarse entre los muchos carismas que Dios le da a los hombres una acepción especial que es el «carisma del Fundador». Se asocia esta idea a la de fundación y más propiamente a la fundación de un movimiento. Sobre todo desde la mystici corporis en 1943, a esta parte se empieza utilizar el término «carisma» para denominar al hecho fundacional de una comunidad o movimiento. Ahí se precisa el uso actual que le damos a este término.
Es muy importante que tengamos en cuenta una distinción de profunda raigambre aristotélico tomista que es la distinción del ser del modo del ser. Cuando hablamos de carisma estamos hablando específicamente del carisma del Fundador. Estamos hablando de la gracia de una comunidad. De la gracia de ser de una comunidad. Insisto. Distinguimos el ser del modo de ser. El hecho mismo de ser de una comunidad es el carisma. La realidad misma la existencia de la comunidad es un carisma. Por supuesto que esa comunidad tiene un modo de ser. Tiene sus costumbres, sus tonos propios que son una consecuencia del modo de ser. Esta distinción está cargada de consecuencias.
Yo no terminaba de entender una afirmación que hacía nuestro fundador. Solía decir que «el carisma reside en el Movimiento, no en las obras». Yo no terminaba de entender lo que entendí, con los años. El padre Fosbery no hacía una distinción dialéctica entre Movimiento y obras, entre los que tienen el carisma y los que no lo tienen. El padre Fundador estaba aplicando la doctrina de la participación de Santo Tomás de Aquino: la participación del Ser. Por lo tanto la distinción que nos hacía estaba apoyada entre los que es propiamente del ser y lo que es participación en ese ser.
Es así que por eso el padre nos podía afirmar que el carisma residía en el Movimiento y estaba diciendo con ello que esa es la gracia que viene propiamente que es la de la comunidad de salvación y que las obras participaban a su modo y en su medida de esa gracias que derramaba el Movimiento.
(Inicio del video)
Esto, a mi juicio, es fundamental, y está cargado de consecuencias. Tanto para lo que tenemos que decidir, como para lo que tenemos que hacer.
Porque pareciera, sino, que Fasta se reduce a un determinado tipo de códigos, de procedimientos, de símbolos y comportamientos que el Fundador siempre llamó «estilo». Y No. Si razonamos auténticamente dominicos y tomistas, debemos apoyarnos en la teología de la gracia. El carisma es una gracia. Una gracia «gratis data». No es una construcción social, aunque tenga como consecuencia una construcción social.
Entenderemos mejor la expresión «carisma de Fasta», será más propio, si suprimimos la partícula «de»: «carisma Fasta».
Es lo que somos: Fasta. Ese es el carisma: el ser mismo de Fasta.
En una distinción que utiliza mucho el Padre Presidente, César Garcés, hemos de hacer la diferencia entre el «carisma del Fundador» y el carisma fundacional. Es una distinción que el Padre nos trajo desde España, cuando todavía vivía allí, de la mano del padre Cervera, un cura salesiano que hacía estos estudios sobre el carisma. El carisma del Fundador es una gracia gratis data específica: un don de Dios a un hombre (o grupo de hombres) para fundar una comunidad de salvación. Dios ilumina a un hombre para fundar una comunidad de salvación. Ese es un carisma particularmente dado.
Si seguimos con la noción de participación de Santo Tomás, el «carisma fundacional» es una participación dada a la comunidad de aquél don. Traducido al criollo, es lo que le decíamos jocosamenrw al «Cura»: «Vos no serías fundador sin fundados; ¡gracias a nosotros vos sos fundador! Sin nosotros, no serías Fundador»… un fundador necesita «fundados» (Muchas risas)
Simplifiquemos los términos: «carisma» es igual a «comunidad de salvación». Si nos paramos frente a la realidad de la comunidad de salvación, vemos que tienen elementos perennes y elementos dinámicos. El Padre Andrés Quiroga, hace poco, nos hacía una distinción que nos «volaba la cabeza»: que no es lo mismo «la perseverancia» que la «fidelidad»; son dos cosas distintas.
«Perseverancia» es mantenerse firme respecto a los orígenes, mantener una línea sin torcer el rumbo y siempre anclados (el diccionario la define mejor que yo). «Fidelidad», en cambio, es mantener la referencia petmanente a los orígenes, pero con la capacidad percibir y de adaptarnos siempre en referencia esos orígenes, a la realidad en que vivimos. Y concluía el Padre Quiroga diciendo que Dios no nos habló una sola vez, y nunca más nos dijo nada: al contrario, Dios nos habla todos los días y podemos escucharlo, nos da la posibilidad de ello. En eso el católico no está «clavado» en un momento de la revelación, y a partir de ahí no cambia: el cristiano habla con Dios todos los días.
(Corolario. Ayer leía una frase: «Dios nos libre de un catolicismo sin cristianismo»)
Entonces: ¿qué es el carisma?
Es la comunidad de salvación. Esto, propia y expresamente, se realiza en la participación de la gracia que reside en el Movimiento.
Por eso, históricamente lo primero que nace en Fasta es la milicia, el Movimiento. Las obras son el «operar» de ese Movimiento. De hecho en el primer colegio, el Boisdron, todos los profesores y auxiliares eran de Fasta. Algunos que no tenían ni título todavía, pero ya eran profesores nuestros (¡No había otros!) (Risas). Algún profesor de la Unsta que el padre se «robaba» para darle un poco de lustre y boato al Colegio. Pero Caco Harcía Pose, Julio Parravicini, Jorge Nicklison, Magdalena Wilde, Pedro Lavarello, Lisy Galia, Cecilia Campi, los hermanos: ¡todos eran milicianos!
En nuestra historia, las obras nacen por «derrame» del Movimiento, como una expresión institucional que desborda la realidad de ese movimiento.
Este hecho nos genera una responsabilidad, porque los herederos de la gracia fundacional del Fundador, somos el Movimiento. ¡Terrible responsabilidad! Liguemos a esto, sobre todo, no solo de «permanencia» sino de «dinamismo».
Cuando el Padre César plantea entre las columnas de su presidencia la consigna «fidelidad y renovación», da el punto justo, el equilibrio providencial adecuado para esta realidad del carisma que juega entre lo perenne y lo dinámico: no somos fieles, si no cambia nada; y no somos fieles, si cambia todo. No es dialéctico. No es fidelidad «o» renovación.
El Padre Fosbery en su trabajo de los años 70 sobre la infiltración de la Iglesia en America Latina, al hablar del lefebvrismo y de la teología que liberación acerca de como unos querían renovar todo, y otros no querían renovar nada, pone el equilibrio: la Iglesia es la única institución donde estos dos términos, fidelidad y renovación» no son dialécticos. Fidelidad «y» renovación.
Cuando uno comienza a enteder la realidad del carisma, nos da una libertad enorme. Consecuencias prácticas: es nuestra responsabilidad como miembros del Movimiento darle esta vitalidad al carisma para que siga vigente, para que podamos ser fieles. Si no vamos a desaparecer.
¿Puede no estar el carisma? Sí. Miren la cantidad de obras religiosas que han desaparecido a lo largo de la historia, La historia lo prueba. Suscita, sopla el Espíritu Santo y deja de soplar cuando quiere. Esa obra o congregación, cumplió un rol.
– Padre César: «Ghirlanda habla de la muerte de los carismas».
– AC: mueren los carismas.
¿Nosotros podemos hacer algo por eso? Si: rezar mucho, ser fieles y renovarnos. El resto depende de Dios. También depende de nuestra libertad y de lo que hacemos nosotros. Por eso la preocupación por los jóvenes, la preocupación por no envejecer. También es la preocupación por la oración, por la familia. También es la preocupación, que siempre señala el padre César, de entender al hombre, a la cultura, a la civilización de hoy, para generar las respuestas que hoy nuestro carisma debe dar.
Siempre destacamos una cosa (hemos insistido mucho en eso): el Cura Fosbery, más importante que ser Fundador, es que era sacerdote. Podría no haber sido fundador, pero su gracia fundamental era el ministerio sacramental sacerdotal. Es clave para entender la historia, el pensamiento y el ejemplo del padre Fosbery. Entender que, sobre todo, era sacerdote… y sacerdote dominico. Después fue fundador.
Históricamente es así, y vitalmente es así. En los últimos tiempos decía: «yo quiero que me entierren en Santo Domingo», «quiero ir a vivir ahí porque en el mismo momento que entro a Santo Domingo, respiro el aire y ahí soy feliz»
Él miraba su vida, y su muerte, desde la vocación de Santo Domingo. Él se entendía como sacerdote y como sacerdote dominico. Para él, Fasta es su obra; pero su ser era el sacerdote dominico.
Cuando decimos que el «Movimiento es el corazón de la Ciudad», estamos diciendo todo esto. Sin Movimiento no hay Fasta. Estamos diciendo, últimamente, que distingamos la Ciudad de Fasta. El Movimiento es Fasta pero no es toda la Ciudad. Hay espacios, «barrios» de la
Ciudad, que ya no son Fasta. Lo que pasa es que la columna vertebral, el corazón y centro carismático, es el Movimento. Si este desaparece desaparece la Ciudad. Porque el carisma está ahí. El resto es participación. También nos genera una responsabilidad.
Hablábamos con el Rector de la Universidad y con el padre César aniche que es muy importante que los miembros de Fasta tengamos un nueva ardor. Cuando hablábamos de la obra y la tarea en la Universidad, un encendido fervor, una renovación en el ardor apostólico. Así como las obras tienen que estar abiertas a la labor apostólica de Fasta -porque ese es su sentido, y sino, no tienen sentido- los milicianos debemos estar siemore en disposicion alegre y desinteresada por evangelizar. Las obras son lo que son: colegios, universidades etc. Ahora, si hablamos de la finalidad de esas obras, no es la solamente educativa, empresarial o lo que sea. Su finalidad última es el apostolado y la renovación de la cultura, la evangelización de la cultura. En este punto, nosotros los milicianos, tenemos que estar abiertos, así como las obras deben estar abiertas. No nos «funcionaricemos»: «yo voy ahí si me pagan». No confundamos situación laboral con vocación misional.
Los milicianos, las comunidades deberíamos estar dispuestos a entregar nuestras vidas en misionar en los colegios, en las obras, en donde sea por el ardor misionero de la Ciudad. Porque forma parte de lo que somos.
Nuestra vocación es continuar con el dinamismo de fundar comunidades de salvación. Siempre César y Valentín recuerdan una conferencia que dió el Fundador a todos los capellanes de las FFAA cuando al terminar la conferencia le preguntaron
– «Padre: si usted nos pudiera definir simplemente qué es Fasta.¿cómo lo haría?»
A lo que el Cura respondió «Fasta es fundar comunidades de salvación».
Somos eso. Por participación, somos fundadores de comunidades de salvación. No somos empleados.
Por eso estar en el corazón de la Ciudad, como Movimiento, supone esta misión evangelizadora. Esto nos llena de libertad. No nos preocupemos si no podemos fundar rucas en ciertas regiones porque no funcionan. Fundemos comunidades de salvación. ¿De qué modo? del modo en que nuestro carisma pueda expresarse ahí, en esa realidad. Pero cuidado. Esto de ser comunidad no quiere decir que somos francotiradores: somos comunidades «de» salvación. Pongamos énfasis en esto. Siempre tengamos en cuenta el peligro de la palabra «de».
Nunca la usemos en un sentido de pertenencia. Lo hagamos con libertad. Porque nuestro negocio no es fundar Fasta. Aquí sí estoy siendo dialéctico: es fundar un espacio de salvación, es fundar la Ciudad. Si viene Fasta mejor. A una persona yo la busco para salvarla. No para que entre a Fasta. Si entra mucho mejor.
– Padre César: y el Papa dice cuidado con el proselitismo.
– AC – El fin de nuestra misión es el Evangelio. Fasta lo que tiene de importante es lo evangélico. El resto acompaña a eso. Lo importante en cualquier comunidad es la fidelidad al depósito de la Fe. Ese es el misterio sacramental que anida. Porque este misterio fundacional es un misterio sacramental. Eso es lo importante de Fasta. No si usamos camisas gris plomo o no. ¿Recuerdan cuando el padre Fosbery decía sobre la diferencia entre los que parecen y no son y los que son y no parecen?
La pedagogía de Fasta es eso: un tránsito de lo que parece a lo que es. Del símbolo al signo. Esa es la pedagogía. Nuestra responsabilidad es esa. Procedamos con libertad. Estar en el corazón de la Ciudad implica la profunda responsabilidad de seguir fundando espacios de salvación con LIBERTAD y con FIDELIDAD. .
Esto no es un problema de estructura. Es un problema como bien dice la consigna que planteaba para esta reflexión los directores de formación: es un problema del corazón. El papa Francisco en estr sentido es un genio. Estaba releyendo la encíclica ex corde ecclesiae para las universidades. Juan Pablo II no planteaba a las universidades desde la inteligencia. Nació del corazón de la Iglesia. El Movimiento Fasta no surge por un movimiento intelectual. Surge del corazón de la Iglesia para responder al corazón de la Iglesia. Eso dice nuestra primera nota, nuestra primera configuración no es construir la Ciudad de Dios. Es construir la invisible presencia de Dios en nuestros corazones y después salir a construir la Ciudad de Dios.
¿Cómo se hace eso? Hay que pensarlo con libertad. Lo pensemos a largo plazo. Lo pensemos en el marco de la cultura . Es nuestra gran responsabilidad y tengamos la grandeza de encarar lo que encaramos sin tapujos.
La consigna de «Fidelidad y Renovación» es para que sintamos la libertad de ser fieles en los tiempos que vivimos. Por eso lo de las columnas.
Por eso la necesidad de cuidar el carisma. Cuidar el carisma no significa anquilosarnos. El mundo que vivmos hoy no es el del 62´.
Es tan importante el tema de las comunidades que la primera palabra de nuestro nombre es «Fraternidad». Después vienen otras cinco.
El Movimiento es responsable de que el carisma de Fasta siga vivo y eso se hace ejerciendo la responsabilidad y vocación misionera. De ahí la importancia de un fervor misionero.
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