Vacacionando con los clásicos
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- Nelson Santillan
- 27 de diciembre de 2024
- El Rincón Formativo
Por Juan Carlos Bilyk
A mediados de este año comenzamos en el “Hasta Dios” con nuestro espacio que denominamos “El Rincón Formativo”. No pretendíamos extensos ni eruditos trabajos doctrinales. El mismo nombre que le dimos a este lugar digital lo delata. Pretendíamos brindar tan solo pequeños aportes que nutrieran doctrinalmente a los miembros de la Ciudad Miliciana. Esperamos modestamente haber cumplido nuestro propósito.
De hecho, y para que quedase claro que no todo podemos conocerlo formalmente en charlas, conferencias, por medio de planificaciones, etc., fue que en la primera entrega hablamos de la importancia de la autoformación (29 de junio de 2024). Pero dejamos sin resolver, o entre paréntesis, el “cuándo” podemos “autoformarnos”. Gran tema y problema, porque la vida nos lleva puestos, con tantas responsabilidades que tenemos, y tantas redes sociales que nos tienen muy ocupados. Pues bien, así las cosas, queremos proponer nuestra mejor salida al dilema: el tiempo de vacaciones.
En efecto, todo el año apuntamos a este período soñado y deseado. Es más o menos como el ansiado “fin de semana”. Aunque en realidad, debiera ser a la inversa. No debemos esperar llegar a eso (vacaciones o fin de semana), porque en realidad no es una meta sino un punto de largada, como bien nos enseña la virtud de la eutrapelia. Pero eso es otra historia (que bien podría ser para otro “Rincón Formativo”).
Como sea, lo que venimos a decir ahora es que las vacaciones son un tiempo ideal para la autoformación. Antes usábamos mucho la noche para leer, antes de acostarnos. Pero hoy eso ha sido bastante reemplazado por el streaming, qué le vamos a hacer. A mí me pasa también. Y por ello, en lo personal, hace muchos años que aprovecho esto de leer mientras vacaciono (y los fines de semana, vamos), y sé que no estoy descubriendo la rueda con lo que digo, pues todos los que valoran la importancia de la lectura siempre se propusieron, para sus vacaciones, llevarse un par de libros selectos para leer mientras se disfruta de un buen mate.
Ahora bien, la cuestión es ¿Cuáles libros? ¿Pasatistas o formativos? ¿novelas livianas o tratados de filosofía? Bien, ahí va mi propuesta: hace un tiempo que dedico las vacaciones para algo intermedio, por decirlo de alguna manera, esto es, leer grandes clásicos de la literatura universal, esos que todos nombran o escucharon nombrar, y pocos agarran. Cuenta en uno de sus libros el padre Alberto Ezcurra que, en cierta oportunidad, cuando aún era seminarista, vio en una misa al ya por entonces célebre padre Leonardo Castellani, y luego de pedirle su bendición le pidió un consejo, a lo cual el gran sacerdote se limitó a responderle: “No hay tiempo, lea los clásicos”.
Sorprendido cuando leí eso, y tocado un poco en mi amor propio, lo admito, fue que hace muchos años me propuse iniciar este régimen, al que no muy imaginativamente titulé: “Vacacionando con los clásicos”. ¿Con cuál título comenzar?, me pregunté entonces. Y luego de armar algo parecido a una lista de grandes libros postergados, arranqué con la lectura del “Frankenstein o el moderno Prometeo”, de Mary Shelley. ¿Por qué elegí este título? Ni idea, pero creo que fue por el remordimiento de haber visto tantas películas del personaje (algunas decorosas, otras mejor ni hablar), y nunca haber leído el relato que las inspiró.
Y no me arrepentí ni un poco. Ni del libro, ni de la ocurrencia de llenar mis vacaciones con clásicos. Y así seguí con “Moby Dick”, de Herman Melville, el “Silmarillión” de J.R.R. Tolkien, y con otros varios amontonados en mi biblioteca: de Giovanni Papini, de Gilbert K. Chesterton, del citado Castellani (que no es muy universal que digamos, pero merece serlo), de Edgar Allan Poe, de C. S. Lewis, y un largo etc. que parece no terminará nunca. Espero que, si llego a la gloria, me dejen llevar mi biblioteca (aquí alguno me dirá “no es necesario, la visión beatífica suple todo sobreabundantemente”, a lo cual yo, amablemente respondería: “Lo sé, lo sé, pero como la Vida eterna es algo análogo a vacaciones perfectas e inacabables, pues…”).
Mejor me callo antes que ese alguno me rete.
Como todo buen hábito, la cosa aumentó en cantidad. Así, para este verano ya tengo elegidos a “Miguel Ángel. La agonía y el éxtasis”, de Irving Stone; “Drácula”, de Bram Stoker; y prometo terminar “Tres monjes rebeldes”, de M. Raymond, que hace mucho me regaló el P. César Garcés, y que no sé por qué nunca lo seguí leyendo siendo tan excelente obra (esto me pasa con varios títulos, tengo que poner un poco de orden en mi vida).
En fin, vamos cerrando, porque creo que ya dije lo que quería expresar para cerrar este primer ciclo de nuestro “Rincón Formativo”, en el mismo lugar donde lo empezamos: con la “autoformación”. Análogamente al buen y valiente Samsagaz Gamyi (o sea Sam, el hobbit de “El Señor de los Anillos”) quien, luego de haber despedido en los Puertos Grises a su amigo Frodo Bolsón, dijo al entrar a su casa: “Bueno, estoy de vuelta”. Porque de su cómodo agujero de hobbit había partido a la gran aventura que vivió, y al mismo sitio retornó. Y digo también “análogamente” porque leer los clásicos es, en verdad, una gran aventura. Y muy autoformativa, me animo a decir.
De nuestra parte, es momento de despedimos y agradecer a todos los que estuvieron leyendo hasta aquí, porque con este artículo concluimos el primer año de “El Rincón Formativo”, y comenzamos las necesarias vacaciones, para iniciar con fuerzas renovadas el año que empieza, y para reencontraremos aquí mismo, dentro de unas semanas, si Dios quiere y el editor del “Hasta Dios” nos permite.
Pero antes necesito preguntar, perdonen la indiscreción: ¿qué les parece la propuesta? ¿ya empezaron a armar mentalmente su lista de clásicos para comenzar a leer en vacaciones?
A recrear entonces en este tiempo de descanso el cuerpo, y “autoformar” la mente de la mano de los grandes maestros, muchos de ellos testigos de la fe, para que tengamos todos, por gracia de Dios, un santo año jubilar 2025, como peregrinos de esperanza que somos.
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