El pasado martes se realizó un homenaje en la ciudad de Bariloche al miliciano «Juanjo» Tumbarello «por el compromiso, la fidelidad, la entrega y el fervor demostrados en el cumplimiento de su misión apostólica al servicio de la edificación de la Ciudad Miliciana» reza la resolución de la Presidencia número 150/25.

En el acto estuvo presente el Vicepresidente ejecutivo de Fasta Alejandro Campos quien le hizo entrega de la resolución y de un presente.

El Padre Fundador, en enero de 1993, le encomendó la primera misión de Fasta en San Carlos de Bariloche al matrimonio miliciano de Alejandra Gallinas y Juan José Tumbarello, quienes se trasladaron desde Buenos Aires para asumir la dirección del instituto Superior Primo Capraro, en el marco del convenio con la Asociación Germano Argentina, lo que posibilitó la llegada de nuestro movimiento a esta ciudad. Tumbarello formó parte del grupo de milicianos que iniciaron la Subsede Bariloche de la Universidad Fasta en el año 1994, ocupando en la misma diversas responsabilidades.

Posteriormente el Padre Fundador, lo nombró como Apoderado Legal del Colegio Fasta  y que formalmente comenzaría sus actividades en marzo de 2014, habiendo impulsado la redacción del proyecto educativo institucional.

En los considerandos se destaca que «el miliciano Juan José Tumbarello ostenta una vastísima trayectoria miliciana al servicio de la Ciudad, destacando como principales misiones: Jefe de Ruca del Plata (años 1984 a 1988); Jefe de Templarios en el Campamento Nacional de 1980 en Lago Hermoso; fundador de Ruca Manqué en la ciudad de San Carlos de Bariloche (agosto de 1993); Presidente Jurisdiccional de Fasta Bariloche (años 1997 a 2013); desempeñándose en la actualidad como responsable de la formación doctrinal de la jurisdicción y como miembro activo de la Comisión Directiva de la Sección Argentina de la Sociedad Internacional Tomás de Aquino».

 

Finalmente destaca que «estos antecedentes, junto con su entrega fiel y generosa a las misiones por la institución encomendadas, lo acreditan como un verdadero referente católico comprometido con la tarea propia del laico de impregnar las estructuras temporales con la luz del Evangelio, haciendo patente en su vida la consigna miliciana “¡Vale quien sirve, servir es un honor!”.