Por la miliciana catherina Montserrat Alonso
Con esas palabras que leemos en el título de este artículo (y con el cual retomamos las entregas de “El Rincón Formativo” para el corriente año), recibimos las cenizas en la frente el día miércoles, en que comenzábamos el santo tiempo de la Cuaresma. Tiempo propicio que nos invita a la oración, a la reconciliación, a la práctica de las obras de misericordia. Pero, sobre todo, un tiempo que nos invita a la conversión, como bien nos exhorta el sacerdote en el momento en que se nos colocan las cenizas.
Pero ¿de qué se trata esto de la conversión? ¿Acaso no hemos conocido ya a Jesús y tratamos de llevar una vida cristiana? ¿Cómo vivir el verdadero espíritu de conversión? Quizá una mirada a algunos textos de las Escrituras puedan darnos luz al respecto.
Convertir se trata de “volver la mirada”, de retornar, de volver, como el hijo de la parábola, a la casa del Padre. Y en las Escrituras se nos promete que, si volvemos al Señor, Él no nos abandona: “El Señor, tu Dios, es bondadoso y compasivo: Él no apartará su rostro de ustedes si ustedes vuelven a Él” (2 Cr 30,9). Y, por otro lado, el Señor es paciente, respeta los tiempos de cada uno: “Tiene paciencia con ustedes porque no quiere que nadie perezca, sino que todos se conviertan” (2 Pe 3,9). El Señor espera nuestro regreso porque detrás de la conversión está la promesa de la vida, de la verdadera vida que el Señor nos tiene preparada, como lo exhorta el profeta Ezequiel: “Yo no deseo la muerte de nadie –oráculo del Señor–. Conviértanse, entonces, y vivirán” (Ez 18,32). Es decir, que la conversión es volver a aquella Vida en abundancia que Jesús tiene preparada para nosotros.
¿Y cómo cooperamos nosotros en esta obra de salvación? ¿Cómo podemos, nosotros, vivir esta Cuaresma para que sea un verdadero tiempo de conversión? El evangelista Mateo nos recuerda las enseñanzas de Jesús al respecto: “Yo quiero misericordia y no sacrificios. Porque yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores” (Mt 9,13). La Misericordia nos ayudará a transitar este tiempo con verdadero espíritu de conversión, arrepentimiento y apertura a los hermanos. Las prácticas externas de la Cuaresma, como son la limosna, el ayuno, la abstinencia y las obras de misericordia no son sino medios para trabajar sobre esta dimensión interior de la Cuaresma que es la purificación, la conversión y el retorno a Dios.
Te dejo, para terminar, algunos consejos prácticos que nos sugiere el Papa Francisco para vivir la Cuaresma, y que nos ayudan en este camino de purificación que estamos transitando:
- Ayuna de palabras hirientes y transmite palabras bondadosas.
- Ayuna de descontentos y llénate de gratitud.
- Ayuna de enojos y llénate de mansedumbre y de paciencia.
- Ayuna de pesimismo y llénate de esperanza y optimismo.
- Ayuna de preocupaciones y llénate de confianza en Dios.
- Ayuna de quejarte y llénate de las cosas sencillas de la vida.
- Ayuna de presiones y llénate de oración.
- Ayuna de tristezas y amargura y llénate de alegría el corazón.
- Ayuna de egoísmo y llénate de compasión por los demás.
- Ayuna de falta de perdón y llénate de actitudes de reconciliación.
- Ayuna de palabras y llénate de silencio y de escuchar a los otros.