Edith Stein: Una Joven en la Búsqueda de la Verdad
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- Nelson Santillan
- 2 de agosto de 2024
- El Rincón Formativo
Por la catherina Montserrat Alonso
“¿Quid est veritas?”- ¿Qué es la Verdad?- fue la pregunta que Poncio Pilato le hizo al Señor en el Juicio que lo condenó. Y quizá es la pregunta que resuena en el corazón de todas las personas, en distintas épocas, a lo largo y ancho del orbe. Vivimos en este mundo intentando encontrar verdades, luces, que esclarezcan un poco las tinieblas de nuestras dudas, ignorancias e incertidumbres. Anhelamos esa verdad que sacie nuestro intelecto, pero sobre todo nuestro corazón, porque sólo en la posesión de esa Verdad que lo explica todo, nuestro corazón encontrará quietud.
Esta experiencia de búsqueda fue central en la vida de Edith Stein. De allí que el Papa Juan Pablo II la nombró como “una joven en búsqueda de la Verdad”: “Su mente no se cansó de investigar, ni su corazón de esperar. Recorrió el camino arduo de la filosofía con ardor apasionado y, al final, fue premiada: conquistó la verdad; más bien, la Verdad la conquistó. En efecto, descubrió que la verdad tenía un nombre: Jesucristo, y desde ese momento el Verbo encarnado fue todo para ella”(1).
Entre lo mucho que se puede destacar de santa Edith Stein, quisiera traer lo siguiente: En su camino de búsqueda se encontró no sólo con la Verdad de Dios, sino con la verdad acerca de la mujer. Ella muchas veces había luchado por los derechos de la mujer y su inserción en el mundo del trabajo, pero cuando se encontró con el Señor, su rescate a la mujer tomó un nuevo sentido: la mujer es hija de Dios y está llamada a cooperar con Él en la Creación.
Toda su vida fue una búsqueda del Amor. Quizá la vida de Edith Stein, luego santa Teresa Benedicta de la Cruz, sea un eco de las conocidas palabras de san Agustín: “Nos hiciste Señor para Ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti”. Durante toda su vida, Santa Teresa estuvo en búsqueda, pero nada la saciaba; pasó por la filosofía, las preguntas existenciales, las dudas. Hasta que quedó de cara al Amor. Podemos aquí recordar que el hombre solo encuentra el sentido de la vida cuando experimenta ese Amor verdadero que sólo Dios puede darnos. Esta verdad la ha expresado de modo muy claro san Juan Pablo II de la siguiente manera: “El hombre no puede vivir sin amor.
Él permanece para sí mismo un ser incomprensible, su vida está privada de sentido si no se le revela el amor, si no se encuentra con el amor, si no lo experimenta y lo hace propio, si no participa en él vivamente. Por esto precisamente, Cristo Redentor revela plenamente el hombre al mismo hombre”(2).
Podríamos entender la vida de Santa Teresa Benedicta de la Cruz como una búsqueda de ese Amor y de la Verdad de la existencia. Sólo cuando aconteció su conversión es que pudo comprender en plenitud el sentido de su existencia, y fue cuando decidió entregar su vida por completo.
Porque solo Cristo le revela al hombre lo que es hombre.
1 ) Juan Pablo II, Homilía de canonización de Santa Teresa Benedicta de la Cruz (11 de octubre de 1998).
2 ) Juan Pablo II, Redemptor Hominis, 10
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