Los defectos de Cristo
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- Nelson Santillan
- 12 de octubre de 2024
- El Rincón Formativo
Por Ignacio Agustín Zubiria Mansilla (*)
Una cuestión que impacta en todo cristiano es la persona de Cristo. Sin embargo, hay mucho que aprender sobre su figura tan misteriosa y profunda, una humanidad real asumida por la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, el Verbo, Dios Hijo. La cuestión que motiva este artículo es responder a la pregunta de si Cristo tenía o no defectos. Aspiramos a que el lector, con la lectura de este este breve resumen, obtenga frutos en su formación doctrinal y, especialmente, en su reflexión espiritual.
Sí, Cristo tenía defectos. Pensar esto es impactante. Y puede imaginarse, después de esta afirmación, la cara de espanto de algún lector. Sin embargo, debemos ver en los defectos de Cristo una de las mayores proezas de la Encarnación: la unión total a nuestra naturaleza.
Ahora, ¿qué defectos asume el Verbo al encarnarse?. Cristo asume, de esta manera, los defectos que son consecuencia (pena) del pecado original (culpa), para poder satisfacer la deuda infinita que hemos contraído con Dios por esa gran desobediencia. Debemos entender primero que, para desarrollar los argumentos de los defectos de nuestro Salvador, Santo Tomás de Aquino expone tres razones por las que los defectos son asumidos, a saber: que los defectos son tomados en vistas a nuestra salvación. Dice Tomás: “Los defectos corporales a que nos referimos, es a saber: la muerte, el hambre y la sed y otros por el estilo [que] son pena del pecado, introducido por Adán en el mundo, según Rm 5,12: «Por un hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte». Por eso fue conveniente, en relación con el fin de la encarnación, que asumiese en nuestra carne las penalidades de esta naturaleza, en lugar nuestro, según Is 53,4: «Verdaderamente se apropió nuestras enfermedades».“ (Suma de Teología III, q. 14, a. 1).
Para respaldar el concepto de satisfacción, usemos dos citas de la Escritura que nos dejan bien en claro la propiciación que nos da Dios Padre enviando al Hijo a sacrificarse por nosotros. En ella leemos: “El mismo que, sobre el madero, llevó nuestros pecados en su cuerpo, a fin de que muertos a nuestros pecados viviéramos para la justicia; con cuyas heridas habéis sido sanados” (1 Pe 2, 24). Y también : “Él es víctima de propiciación por nuestros pecados, no sólo por los nuestros sino los del mundo entero” (1 Jn 2, 2).
He aquí a Cristo, asumiendo nuestros defectos para ser la Víctima del Santo Sacrificio.
Luego tenemos que los defectos son asumidos para “apoyar nuestra fe en la encarnación. No siendo la naturaleza humana conocida por los hombres de otro modo que en cuanto sometida a los defectos corporales de esta clase, en el caso de que el Hijo de Dios hubiera asumido la naturaleza humana exenta de tales defectos, daría la impresión de no ser verdadero hombre y de no poseer carne verdadera sino fantástica, como lo afirmaron los Maniqueos” (Suma de Teología III, q. 14, a. 1). Es muy difícil que hayamos creído en una persona que no tenga un cuerpo como el nuestro, diciendo que se ofrecía como víctima propicia en lugar nuestro. De hecho, Santo Tomás Apóstol cree por tocar las heridas, por la evidencia palpable de su cuerpo que había sido lastimado (aunque hubiera sido mejor que creyera sin ver, según se lo dijo el mismo Jesús, cfr. Jn 20,29).
Por último, padeciendo nuestros defectos, nos da “ejemplo de paciencia (…) soportando con fortaleza los sufrimientos y los defectos humanos. Por eso se dice en Hb 12,3: «Soportó la contradicción de los pecadores contra él, para que no decaigáis, desfalleciendo en vuestros ánimos»” (Suma de Teología III, q. 14, a. 1) Cristo nos muestra, no con palabrerío, sino con obras, la lucha contra sus propios defectos.
Conclusión
Impresionante ¿no? Pensar que Cristo se ha querido asemejar tanto a nosotros. Casi que no es posible concebirlo. Tal vez podríamos entenderlo por semejanza. Sin embargo, me sigue pareciendo poco para todavía comprender la grandeza de la Salvación. Pensar que a veces hacemos ayuno o abstinencia para “compadecernos del dolor del Señor”. ¡El Señor se compadece de nuestro dolor primero, asumiendo nuestros defectos! ¡Qué majestuoso!
(*) Ignacio Agustín Zubiria Mansilla tiene 19 años, es estudiante de Filosofía en la Unsta y miembro del equipo de la Dirección de Formación. Nacido en la ciudad de Mar del Plata, comenzó su andar en Fasta en Ruca Tucún a las 8 años como escudero, y actualmente es Jefe de Masculina en Ruca del Plata.
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