Penna al COFA: «les toca a ustedes hacer presente en el corazón de la Ciudad Miliciana, la vida, la obra y la doctrina de nuestro Fundador»
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- Nelson Santillan
- 15 de abril de 2023
- Fundador
El Director General del Movimiento Silvano Penna expuso esta tarde en el encuentro de comunicadores COFA «El Fundador en el corazón de la Ciudad». Aquí la conferencia completa.
Silvano A. Penna
Buenos Aires, 15 de abril de 2023
Encuentro de Comunicadores de Fasta
INTRODUCCIÓN
Lo primero que les quiero decir es que Uds. tienen mucha mala suerte: esta charla la tenía que dar el P. César, Presidente de Fasta. Y bueno, él no podía y acá estoy… Es lo que hay, así que espero que pongan la mejor cara de interés; al fin y al cabo, ¡Uds. viven de eso!
Lo segundo que quiero decir, como un deber vinculado a la justicia, es GRACIAS. Santo Tomás, siguiendo en este punto al gran jurista y filósofo romano Cicerón (aquél que impactó tan fuertemente en el corazón inquieto de San Agustín), enseñó que la virtud de la gratitud es una de las virtudes más bellas y que está íntimamente vinculada a la justicia, pero se diferencia de ésta en que el agradecido sabe que está en
deuda y que esa deuda no se salda fácilmente. En la estricta justicia, en cambio, las deudas se pueden saldar. Cuando te das cuenta que eso no es así, brota el agradecimiento; y a mayor deuda insaldable, se nos reclaman otras virtudes, como la religión con relación a Dios; la piedad filial o patriótica, con relación a los padres o a la patria; y la veneración, con respecto a aquellas personas a las que consideramos
superiores en dignidad y por ello sólo ad miramos, es decir, nos abajamos para mirarlas. En esta última virtud nos ubicamos nosotros, seguramente, con relación al Padre Fosbery. De ahí que hablar de él, próximo a cumplirse el primer aniversario de su Pascua, me genere una tremenda inquietud espiritual; y me honra.
Por otro lado, como miliciano de más de 50 años de vida en estas filas que compartimos, valoro enormemente esta iniciativa, que pretende ser un espacio de discernimiento espiritual y regocijo en torno al legado espiritual y doctrinal de nuestro Fundador. Por eso me gustó muchísimo el título sugerido para esta charla.
ALGUNOS RASGOS DE LA VIDA DE ANÍBAL FOSBERY
Quisiera ahora contarles a Uds. algunos rasgos de la personalidad y de la historia vital del Padre Fosbery, algunos seguramente novedosos, varios de ellos desconocidos para muchos de nosotros, aún de los que lo conocimos desde niños. Sigo en este punto sus obras “autobiográficas” que recomiendo enfáticamente que lean, quienes no lo hayan hecho aún: me refiero a “Historias, recuerdos y poesías” y a su obra póstuma, presentada poco antes de su muerte, “Vocación y misterio”. En ellas podemos descubrir por dónde fluían sus más profundos amores y temores, sus más elevados ideales y sueños y sus más inquietantes sentimientos y pasiones.
Allí nos lleva el Cura, a través de su pluma en prosa o poética. Y nos habla de la vida y de la muerte; de la patria, de sus héroes y de sus gestas; de los cielos y de la tierra; de los amores y de los dolores; de Dios, de los ángeles y de los hombres; de los hombres, de sus miserias y de sus anhelos; de terruños, de lugares y de paisajes; de sentimientos profundos y de sueños ocultos; de paradójicas bohemias realistas o de realidades bohemias; de alegrías, tristezas, triunfos y fracasos, sueños y pesadillas; y de amigos y de obras, de vocaciones y de misiones.
Es que la poesía también acompañó su vida. Por eso él mismo nos dice, en Poesía,
escrita a los 21 años:
Es la poesía mi vida
Es la poesía mi amor,
Una bracita encendida
Dentrode mi corazón
Con ella, cuando era niño,
Mi tierna alma voló
Hasta el castillo dorado
Donde una bruja encontró.
Y se asustó al ver la lucha
De aquél horrible dragón
Con el príncipe encantado
Y el enano gordinflón.
Después, ya más mayorcito,
Llegó a vibrar de emoción
Cuando cantaba a los pliegues
De la pura bicolor.
Y ahora que he colocado
En las manos del Señor
La esperanza de mi vida
Riendo me lleva a Dios.
Es la poesía mi vida,
Es la poesía mi amor,
Una bracita encendida
Dentro de mi corazón.
Es interesante conocer su vida a través de su propio relato y de sus poemas: revela una intimidad un tanto inquietante, con algunos tonos de drama, entre la tragedia y la comedia: cómo se fue manifestando Dios en la vida del niño/adolescente/joven Aníbal, a veces apodado “Indio” y para otros “Mariscal”, y cómo fueron interviniendo en ese proceso su familia y sus amigos. Es realmente conmovedor conocer cómo abrazó la vocación sacerdotal y el hábito dominico, y de las luchas interiores y exteriores que tuvo que sortear para conseguir, al fin, ese abrazo a la vez deseado e inspirado.
En esos tiempos hubo personas que fueron significativas o providenciales: por supuesto, su papá Aníbal (con quien tuvo una relación un tanto difícil para su vocación sacerdotal, pues lo quería militar); su mamá Yolanda (a quien le dedicó un par de hermosos poemas) y su hermana Zilka (que estuvo a su lado siempre, muchos pensamos que vivió y murió soltera como una opción de vida para acompañar a su
hermano); también aparecen fuertemente presentes, imponiendo distintos tonos en su vida, sus abuelos; sus tíos y primos; sus primeros grupos de amigos y su primer acto fundacional: el Club “General Balcarce”; su Primera Comunión, llevado de la mano de Don Lorenzo y Doña Guillermina, dueños de una lechería y heladería en donde se apostaba el grupito de “atorrantes” de Ramos Mejía, los amigos de la infancia de nuestro querido Cura.
Y debemos agradecerle especialmente a un compañero del Colegio Nacional Juan Martín de Pueyrredón, Enrique Rodríguez Nantes, quien lo invitó –y luego le insistió- a participar del grupo de la Acción Católica Secundaria; a partir de ese grupo podría conocer nuestro Fundador el Convento Santo Domingo y allí a un fraile que le marcaría su vocación: el P. Leopoldo Marini, de quien dice Fosbery, nada menos que: “… con él nuevamente iba a aparecer Dios en mi vida”. Recuerda también esta herencia que Marini le dejó con estas bellas palabras: “No te olvides, Mariscal, que tienes que heredar mi cáliz”… Por eso, todos los miembros de FASTA hoy deberíamos rezar un Padrenuestro agradecido al Padre Marini. A través de Marini, también Aníbal tuvo acceso a la biblioteca del Convento y allí a un autor y a un libro que también sería fundamental en su conversión y vocación: Giovanni Papini y su “Historia de Cristo”.
Luego, ya en el Colegio Militar, y afectado por la muerte de Marini, comenzó Aníbal a frecuentar otro grupo de amigos que sería también una gozne en su vida: un grupo de la parroquia de San José de Flores (en la que había tomado la primera comunión); allí, el primero que sale a su encuentro es Oscar Carlos D’Agostino, “Cacho”, quien desde entonces fuera un gran amigo del Cura –clave en la maduración de la decisión
vocacional y en la misma historia de FASTA- hasta su trágica muerte, en 1981. Y en ese grupo conoció a un tal Jorge Mario Bergoglio, como el mismo Papa nos lo relató en el encuentro de septiembre del año pasado.
Luego de su difícil salida del Colegio Militar empieza a frecuentar un grupo misionero dominico (AMAD), en donde conoce a Norberto Sorrentino, amigo que lo acompaña hasta estos días y con quien compartió el discernimiento y la decisión vocacional de ingresar al Seminario, primero, y luego a la Orden.
Al intentar interpretar lo que fue la infancia/adolescencia/juventud de nuestro Fundador, previo a su ordenación sacerdotal, me surgió una pregunta, que quiero compartir con Uds: si el Espíritu “sopla” donde quiere, y si es el Espíritu el que insufla el Carisma Fundacional; y si FASTA tiene los tonos carismáticos que tiene, me pregunto: ¿el Espíritu fue interviniendo desde siempre en modelar la historia y la
persona de Aníbal?; o, por el contrario, ¿el Espíritu encontró en ese joven inteligente, estudioso y con tonos personales especiales una barca bien predispuesta, adecuada para soplar su viento fundacional?
Esta pregunta me surge porque al conocer la vida de nuestro Fundador uno descubre por qué en FASTA amamos a la Patria y cultivamos con devoción su historia y la historia de sus más grandes próceres; por qué adoptamos algunos modos algo “militares” en ciertas formas que llamamos “estilo”; por qué nuestra espiritualidad está fundada en la prioridad de la Gracia y en la libertad personal; por qué somos profundamente realistas y tomistas en nuestra doctrina y en nuestro modo de leer la realidad; por qué ese cierto apego, siempre flexible pero siempre presente, a la norma jurídica justa, para regir la organización; por qué esa opción cultural y familiar de
formar y educar a los jóvenes en los Rucas y en los Colegios y la Universidad…
Es que si Fosbery fue un niño, un adolescente y un joven de a caballo en las fronteras
de la Patria; y si fue amigo de sus amigos, en barrios porteños que vieron forjar su faz
de liderazgo y apostolado; si fue hijo y nieto de militares y de educadores; si fue
estudiante en el Colegio Militar y hasta incursionó brevemente en la carrera de
Derecho; si entre ser jesuita y dominico, que se le presentaban como opciones para
cambiar el Seminario, eligió ser Fraile de la Orden de Santo Domingo, y, con ello y por
ello, un profundo teólogo tomista; si todo eso descubrimos en este hermoso
testimonio vital, vuelve la pregunta: ¿el Espíritu lo eligió ya joven, por esos tonos
personales, y en él sopló?; o bien, ¿el Espíritu lo forjó desde la eternidad, preparándolo
para soplar en él la Gracia hecha Carisma?
Queda la pregunta. Pero creo que la respuesta sólo la tiene el mismo Espíritu Santo.
EL FUNDADOR DE FASTA
Lo demás, es la historia más “conocida”: su ordenación sacerdotal; su inmediato viaje a
Roma, para estudiar en el “Angelicum”, en donde en poco más de dos años logró un
récord: obtuvo los títulos de licenciado y de doctor en teología: sus primeros libros, “El
hábito de los primero principios” y “La doctrina de la iluminación y el medioevo” son
fruto de las respectivas tesis.
Vuelve de Roma con una misión: “pro iuventute”, es decir, ejercer el apostolado
sacerdotal con y para los jóvenes. Y, misteriosamente, es enviado a predicar una
novena a la Virgen del Rosario, en su día, a un pueblito de Córdoba, Leones; y allí funda
la “Milicia Juvenil Santo Tomás” y nace el primer Ruca, “Ruca Nahuel”; luego sigue a
Mendoza, para asumir el desafío de “enderezar” un colegio dominico en crisis, el
colegio “Santo Tomás de Aquino”; y allí también convoca a “la milicia” a otro grupo de
jóvenes; y surge el segundo Ruca: “Ruca Curá”.
“En Nahuel, como el trigo, apareció; el sol fue su amigo más fiel; en Curá, junto a la vid,
maduró, los Andes, testigos del crecer”, dice la canción. Sol y montaña; trigo y vid; no
podía ser de otra manera, aunque misteriosa, en su corazón de poeta y sacerdote.
Veamos cómo lo dice él.
VIDEO DEL CURA
Mientras “la Milicia” crecía “como crecen las flores” y se extendía “como el agua entre
las piedras”, el Cura fue convocado a asumir otra institución de la Orden en crisis: la
Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino. Allí, no sólo enderezó la barca y, por 20
años, la condujo con firmeza y sabiduría, sino que siguió fundando Rucas en todo el
país; y también desde allí pudo entrever una nueva opción pastoral para Fasta: la
cultura y, en especial, la educación: en ese contexto surgió nuestro primer colegio, el
Boisdron; y empezó a gestarse la ilusión de la universidad propia, que después sería la
Universidad Fasta.
Pero también en esos tiempos comienza a gestarse la Fraternidad Sacerdotal y el Cura
“des-cubre” y nos “de-vela” que “porque fuimos Ciudad crecimos”. Se gesta lo que
estaba en el origen: somos Ciudad en la ciudad; ciudad de Dios en medio de la ciudad
de los hombres. Y qué mejor que recordarlo así, con sus propias palabras hechas
poema:
ODA A FASTA
LA MISIÓN
Comunicadores de Fasta: les toca a ustedes hacer presente en el corazón de la ciudad
miliciana, la vida, la obra y la doctrina de nuestro Fundador. La Ciudad requiere de la
creatividad y de la profesionalidad de ustedes para mantener vivo al Fundador, en la
memoria y en la conciencia de las generaciones presentes y futuras.
Tal vez, un camino sea “comunicar” las distintas facetas de su riquísima personalidad,
que por eso mismo son los tonos propios y, en cierto sentido, carismáticos, de nuestro
Movimiento:
La alegría: el Cura tenía una alegría desbordante y contagiosa. Por eso nos dejó
esa consigna en el Preámbulo: “Un estilo que no es moda, sino modo; un estilo
que es virtud, condimentado con la sal de la alegría de quien se reconoce
valioso porque sirve”.
La amistad miliciana: Fosbery fue gran amigo de sus amigos y motivó siempre la
amistad entre todos. Nos enseñó, con Santo Tomás, que la amistad es
“comunicación de bienes”.
El amor a la patria: nuestro Fundador fue un gran patriota y nos inculcó a todos
ese amor. De allí que nos regaló esa bellísima definición de patria: “ese
recóndito llamado de la sangre que nos impulsa a amarla como destino y
realidad”.
El compromiso militante: sin dudas, Fosbery fue el emblema de la militancia
que nos contagió a todos. De allí que en el Preámbulo nos enseña: “Para
nosotros, la vida es milicia… A la Iglesia la concebimos en sus tres estados:
peregrinante, purgante y triunfal. El primer estado, el de peregrinante, es el que
se corresponde con la noción de militante, lanzado al combate y a la
purificación para la contemplación triunfal en la vida eterna”.
La comunidad: cuando alguna vez le preguntaron al Fundador qué hacía Fasta.
Él dijo, simplemente: forma comunidades de Fe. Y por eso el Ideario de Fasta
nos dice que debemos “Vivir en hermandad con los compañeros de Fraternidad,
siendo sobrios en el uso de los derechos y generosos en el cumplimiento de los
deberes”.
El diálogo Iglesia-mundo: el Cura siempre nos enseñó a leer los signos de los
tiempos del mundo, pero sin perder la mirada en la eternidad y la fidelidad a la
Iglesia. Por eso el Preámbulo termina así: “Somos para el Señor; no entendemos
de otro modo esta peculiar forma de ser miliciana que corona su plenitud de
sentido en una constante pertenencia al Creador. Es que no podemos concebir
la existencia humana de otro modo y, mucho menos, la de una comunidad
cristiana militante. Solo aquí encontraremos el fundamento de nuestra
obediencia libre frente a los designios de la Providencia. La respuesta es clara:
‘A tus órdenes Señor, pues Tú nos llamas’…".
La formación integral: no había aspecto de la vida de una persona que nos deba
ser ajeno a la preocupación formativa: el cuidado del cuerpo, la vida
intelectual, la formación moral y social, el cultivo de la espiritualidad. Por eso el
Cura nos enseñó: “Nuestro estilo, la virtud”.
La organización: siempre el Fundador nos enseñó a obedecer las normas justas,
pero también que éstas deben estar al servicio del hombre y no al revés; Fasta
es reconocida en muchos lugares por los tonos de su organización. De allí que
el Ideario también nos enseña: “Afirmar la libertad de cada hombre sometiendo
la propia al imperio de la norma justa y al respeto de los superiores”.
La actitud de servicio: El Cura fue profundamente servicial, siempre atento a las
necesidades de su “próximo”. Esto no lo debemos olvidar nunca: de allí la
consigna siempre vigente: “vale quien sirve, servir es un honor”.
El fervor, la magnanimidad y la magnificencia: Éste fue un tono tan evidente de
su personalidad, que ejercía en los demás un cierto magnetismo de atracción.
De allí aquella vieja consigna miliciana que nos propuso: “¿hasta dónde
podemos llegar cuando hay fervor para hacer algo?”
El equilibrio en la relación laicos – consagrados: Siempre quiso y soñó su misión
al servicio de los laicos. Por eso dice que Fasta es una institución de laicos “con”
sacerdotes y consagradas. Y por eso nos enseñaba, en los primeros tiempos:
“Estamos al servicio de la Iglesia, no somos domésticos de los frailes”.
La espiritualidad dominicana: él fue un hombre de espiritualidad profunda, y
profundamente dominicana, fundada en la primacía de la Gracia y en la libertad
personal. Por eso nuestro Fundador nos exige en el mismo Preámbulo: “Los
milicianos guardaran una devoción especial por la Orden Dominicana, de la que
son sus hijos, manifestada, de modo especial en la devoción a la Santísima
Virgen del Rosario en sus muchas advocaciones, y a los Santos de la Orden”.
La doctrina tomista: Fosbery fue un gran tomista, un gran filósofo y teólogo;
pero no sólo en lo intelectual (que lo fue) sino también en el modo de leer la
realidad: un realista, en el sentido más metafísico del término. Y por eso el
Preámbulo “… compromete a los miembros de F.A.S.T.A. a tener una acendrada
devoción a Santo Tomas de Aquino, estudiándolo, profundizándolo,
comprendiéndolo e interpretándolo a la luz del Magisterio de la Iglesia…”
CONCLUSIÓN
Quiero terminar esta presentación recitándoles el poema con el que quise demostrar
al Cura, en nombre de todo el Movimiento, nuestra gratitud y veneración, poco tiempo
antes de su Pascua. Y allí, en San Martín de los Andes, pude decirle que él fue para
nosotros “boina y borceguí”.
Desde niños miramos las alturas, siguiendo tu mirada, clara y lejos,
y descubrimos, con vos, en los paisajes y en los cielos,
la presencia de un Dios bueno, poderoso y también tierno.
Y vos fuiste nuestra boina, cobijo de Misterio y de recuerdos.
Cual vieja boina miliciana, fuiste altivo compañero en la audacia;
en nuestras pobres y confusas cabezas, fuiste reparo de nuestras ansias;
y cual mano que bendice, fuiste el reposo en nuestra historia.
Boina que nos nombra y señala, en tres flechas, a la Gloria.
Tantos caminos y senderos has andado: tantas huellas has dejado.
Fuiste también aquel borceguí ajado, aunque robusto y siempre cálido,
que protegió nuestros pies, en el torpe andar de nuestros pasos.
Y con firmeza nos guiaste, bajo lluvia o con sol, pisando el barro.
Fuiste zapato firme en nuestra marcha, de llanura, monte y sol;
fuiste ese borceguí fiel, cálido abrigo y abrazo protector;
el que jamás dejó de marchar, el que, en la noche y el frío, fue fogón.
Fuiste aquel viejo zapato, pero en la buhardilla polvorienta jamás quedó.
Fuiste borceguí y vieja boina miliciana,
cielos y senderos tu corazón anhelaba;
Como esa vieja boina orejeada,
fuiste signo de fe cuando flaqueaba.
Fuiste también aquel viejo zapato:
¡cuántas canciones a tu paso he cantado!.
Con boina y borceguí has fundado
y hoy cosechas tanto amor sembrado.
Gracias, Padre Fundador, por esta herencia espiritual que nos has legado, en tu
biografía, en tu legado doctrinal, en tu poesía, y, muy especialmente, en la obra de
FASTA que nos une en un destino común.
Y los invito a todos a ser fieles a esa herencia. Y para ello, qué mejor que recordar las
propias palabras que el Cura nos dice al introducir su libro “Historias, recuerdos y
poesías”: “Por favor, querido amigo, que te atreves a leerme, cuando lo hagas no te
olvides de rezar por mí”.
Rezamos por vos, querido Cura. Y te pedimos que, desde el cielo, reces por nosotros…
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