por Giuseppe Brienza
El cardenal Edoardo Menichelli, arzobispo emérito de Ancona-Osimo, uno de los primeros cardenales italianos creados por el Papa Francisco en el Consistorio del 14 de febrero de 2015, falleció ayer en San Severino Marche, en la provincia de Macerata.
Nacido el 14 de octubre de 1939 en un pueblecito de Las Marcas, el cardenal tuvo como primer modelo humano y sacerdotal al párroco de su infancia, tras haber perdido a su padre y a su madre, ambos muy creyentes, hacia los diez años. En ese momento, al quedar huérfano en una Italia todavía muy pobre, su historia humana, como él mismo declaró en una entrevista, cambió completamente de rumbo: «Tuve que dejar la escuela y ponerme a trabajar inmediatamente, algo que era bastante normal en aquellos años para los chicos pobres». Dentro de esta dolorosa historia, está lo que yo llamo la ‘mano misericordiosa de Dios’: por obra de un sacerdote, que conocía bien a mi familia, y de una persona de Roma que también había participado en nuestro sufrimiento, se me abrió el camino para reanudar mis estudios. Cuando todavía no pensaba en ninguna vocación sacerdotal, hacia los 14 años me enviaron al seminario, a un lugar más humano y protegido. Así comenzó para mí un camino de discernimiento: poco a poco, con la ayuda de los responsables de mi formación, comprendí que el sacerdocio era mi camino, que luego fue aceptado por la Iglesia, en la persona del querido obispo que me ordenó, monseñor Ferdinando Longinotti» (citado en Luca Marcolivio, «Creo en una Iglesia profética, ni muda ni belicosa», en Agenzia Zenit.org, 9 de febrero de 2015).
Tras cursar la enseñanza media y superior en el seminario de San Severino Marche y estudios filosóficos y teológicos en el Pontificio Seminario Regional «Pío XI» de Fano, Menichelli se trasladó a Roma, donde asistió a la Pontificia Universidad Lateranense, donde obtuvo la licencia en teología pastoral. Ordenado sacerdote el 3 de julio de 1965, durante tres años fue vicario de la parroquia de San Giuseppe en San Severino Marche y, al mismo tiempo, enseñó religión católica en escuelas públicas.
En 1968 fue llamado a Roma, donde permaneció veintiséis años, trabajando hasta 1991 como funcionario («oficialidad») en el Supremo Tribunal de la Signatura Apostólica y, más tarde, en la Congregación para las Iglesias Orientales como secretario. También ocupó el cargo de secretario particular del Cardenal Prefecto del Dicasterio, Achille Silvestrini (1923-2019).
Durante sus años en Roma, desde 1970 hasta su nombramiento episcopal, trabajó como cooperador en la parroquia de los Sagrados Corazones de Jesús y María, dedicándose principalmente a la pastoral familiar. También fue asistente espiritual en la clínica Villa Mafalda durante más de 20 años y colaboró con el centro de orientación familiar de la facultad de medicina del Policlínico Gemelli, donde enseñó ética profesional en la escuela de enfermería durante varios años.
El 10 de junio de 1994, san Juan Pablo II le nombró arzobispo de Chieti-Vasto, en los Abruzos. Con ocasión de su ordenación episcopal, Menichelli eligió como lema «Sub lumine Matris» («Bajo la luz de la Madre de Dios»), subrayando la profunda devoción mariana que siempre le ha distinguido. Durante su ministerio en los Abruzos trabajó sobre todo para revitalizar la vida pastoral y la labor educativa, sin descuidar una especial atención a la reforma de la organización de la archidiócesis.
Diez años después, en enero de 2004, fue trasladado a la sede metropolitana de Ancona-Osimo, siendo apreciado también aquí por su estilo sencillo y directo. Durante sus 13 años de servicio pastoral en la diócesis de Ancona-Osimo, Menichelli dedicó especial atención a los jóvenes, a las familias con dificultades, a los ancianos, a los pobres y al mundo del trabajo. Se han introducido muchas innovaciones, desde la peregrinación diocesana Crocette-Loreto al encuentro prenavideño con mujeres y hombres de las instituciones, la política, los sindicatos, las empresas y las asociaciones profesionales y sociales, desde la procesión del Corpus Domini con la infiorata a las «Jornadas del Alma» dedicadas a revitalizar la vida espiritual y de oración.
Presidente de la Conferencia Episcopal de las Marcas, el Card. Menichelli fue también Asistente Eclesiástico Nacional de la Asociación Médica Católica Italiana (Amci) y miembro de la III Asamblea Extraordinaria del Sínodo de los Obispos sobre la Familia, celebrada en el Vaticano en octubre de 2014, y posteriormente también de la XIV Asamblea General Ordinaria de 2015.

Desde julio de 2017, cuando se convirtió en arzobispo emérito de Ancona-Osimo, ha intensificado su predicación y sus actividades apostólicas. Recordemos, por ejemplo, la predicación de ejercicios espirituales para capellanes militares, el apoyo a las peregrinaciones, principalmente las organizadas por la Unión Nacional Italiana para el Transporte de Enfermos a Lourdes y Santuarios Internacionales (Unitalsi) y, por último, la defensa pública a favor de la vida humana inocente. Precisamente al inaugurar una oficina de Unitalsi en Ancona, el 10 de abril de 2016, declaró al respecto: «Pero, ¿cuál es hoy la cultura y el respeto a la vida? ¿Y especialmente a la vida débil? En general, prescindimos de ella. En cambio, debemos obedecer a Dios antes que a los hombres. La vida no tiene su dignidad en su eficacia, la vida es siempre digna!”. No es casualidad que uno de sus últimos discursos públicos nacionales fuera en el encuentro provida dedicado al tema «En el principio era Persona«, organizado por la asociación Pro Vita & Famiglia en «su» Ancona el 5 de abril de 2024.

Con su saludo, «de importancia universal» como atestiguaron los organizadores, el cardenal repitió las razones y motivaciones naturales y cristianas de la humanidad del concebido. Con datos científicos en la mano, Menichelli echó luego una mano a los demás oradores (Filippo Boscia, Tonino Cantelmi y Francesca Poleggi) para mostrar la verdad de la vida humana y de la Persona, única e irrepetible, que desde su inicio comienza a comunicarse con su madre en el seno materno. Que el Señor conceda a todos los sacerdotes y obispos italianos, junto naturalmente a los laicos, religiosos y diáconos, la gracia de responder fielmente, como el card. Edoardo Menichelli, a Su llamada y a esa « gran estrategia en favor de la vida» que Juan Pablo II invocó, entre otras cosas, en la inmortal Encíclica Evangelium vitae.







