Región norte: formación final a los pies de la «Virgen Morenita»
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- Nelson Santillan
- 10 de octubre de 2023
- Jóvenes Catamarca
Con una impresionante, cálida y emotiva formación final a los pies de la Virgen del Valle, más de 400 escuderos u herederas de la región norte cerraron las actividades de este fin de semana en la ciudad de Catamarca.
Los Escuderos y las Herederas de la Región Norte culminaron el domingo las copas Regionales «Martín Miguel de Guemes» y «Excesiltas» dando gracias a Dios por todo lo vivido a los pies de Nuestra Señora del Valle. Ruca Cunumi se llevo el Guemes y Ruca Ayllu, el Excelsitas.
La formación final fue por demás significativa, ya que se realizó en el Paseo de la Fe, sobre la Plaza 25 de Mayo, la principal de la ciudad capital, en frente de la Catedral Basílica. Allí se encuentra la imagen original de la virgen del Valle, también llamada «La morenita» de gran raigambre popular en toda Argentina, pero especialmente en el norte del país.
La historia
Un aborigen del encomendero Manuel de Salazar descubrió el sendero que recorrían periódicamente mujeres nativas que tras subir la quebrada, llevaban un nicho de piedra a unos 7 metros de altura. Allí encontró la imagen de la Virgen María, pequeña de rostro moreno y las manos juntas. Cuando Manuel de Salazar toma conocimiento del hallazgo, la traslada a su casa, en San Isidro, Valle Viejo, donde se dedicó íntegramente hasta su muerte —1638— al cuidado, culto y veneración de la Madre del Valle en su imagen bendita. En 1657, la Madre del Valle fue jurada patrona bajo la prerrogativa y la advocación de la ‘Pura y Limpia Concepción’. En 1688, se resuelve jurar de nuevo a Nuestra Señora del Valle, no solo en el orden parroquial, sino en toda la provincia de Catamarca.
La imagen
Una bella escultura de 42 centímetros de pie a cabeza, nuestra imagen es una talla de madera, muy a la usanza de la época, fabricada para el culto doméstico, pero de un esplendor particular que la hace distinta a sus pares.
Su rostro de un moreno aceitunado no tiene características raciales definidas (indias española, mestiza o negra) de mirada serena, frente amplia y pura, casi adolescente y sonrisa misteriosa, cabellos largos y castaños, ojos grandes contemplativos, pómulos altos y rubor en las mejillas.
Sus manos grandes, juntas en el pecho levemente inclinadas a la derecha, no pegan sus palmas, dejando un cuenco como si portara algo entre ellas.
El maniquí del cuerpo, someramente tallado en breve cintura, desciende recto y se incrusta en la triple peana de madera escalonada. El vestido de canesú rosa claro con puntilla en el cuello se continúa en la falda de color natural y profundos pliegues con profusión de barras finas y doradas en sentido horizontal que le dan brillo al color, bordado con pequeñas flores de lis rojo, intercaladas con sutiles diseños de flores de seis puntos azules. Entre la camisa y la falda un cinto azul profundo con líneas doradas al tono de los puños en posición alta de embarazada.
El manto de tela engomada y rígido como la falda es de un azul oscuro intenso, constelado de estrellas doradas en distribución romboidal, se desprende de la cabeza a los pies por detrás en profundos pliegues y borde en cinta dorada. De frente se advierte el forro rojo indio con bastones pequeños dorados entrecruzados. Los pliegues delanteros, más amplios por rara coincidencia tienen el formato de las montañas del Valle, según el escudo del fundador Don Fernando de Mendoza y Mate dé Luna: doble el derecho, que representa el Ambato y simple el izquierdo representando el Ancasti. Dejando el vestido como surcos labriegos del Valle, que derramado sobre la luna, cuyos cuernos aparecen pequeños y plateados, completan con la inscripción de la peana la Imagen de la Pura y Limpia Concepción.
Excepto cara y manos, todo el icono está dorado a la hoja (o tal vez a la llama), el desgaste del tiempo lo manifiesta y emerge solo en las rayas de! vestido, las estrellas los bastones y e! borde de su manto, como así en la triple peana que lleva la inscripción.
Esta joya del arte fue revestida por un vestido blanco (natural) como capucha que solo deja asomar las manos y el rostro, y una capa celeste, luego sustituida por un manto, para sostener la corona, dejando el uso de la peluca.
La imagen fue complementada con discos de algarrobo, en principio dorados, hasta alcanzar el metro; una gran luna de plata en el altar o de oro en el trono festivo. Desde 1891 lleva en su cabeza de modo estable la corona.
Así vestida, el aspecto triangular de reminiscencias trinitarias constituye el «concepto» del culto mariano.
La imagen tiene claras reminiscencias guadalupanas, y es un icono de fascinante atracción con silenciosa sencillez.
Aquellos indios acristianados que la veneraban con sus gestos cultuales en la Gruta de Choya, habrían encontrado en Ella el mismo atractivo que los españoles y el resto de vecinos y visitantes, afincados y peregrinos como hasta el día de hoy.
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