“Fui elegido sin ningún mérito y, con temor y temblor, vengo a ustedes como un hermano que desea hacerse siervo de la fe y de la alegría”. Lo afirmó León XIV en su homilía de la misa de inicio de su pontificado. El Santo Padre expresó su deseo de una Iglesia unida, que sea fermento para un mundo reconciliado
Bianca Fraccalvieri – Vatican News
El Papa León XIV presidió la Santa Misa de inicio de su ministerio petrino en una Plaza de San Pedro repleta de fieles y autoridades civiles y religiosas. Antes de la ceremonia, el Pontífice pasó en papamóvil, por primera vez, entre los miles de presentes, que también se aglomeraban a lo largo de la Via della Conciliazione, que da acceso a la plaza.
La solemne ceremonia comenzó dentro de la Basílica Vaticana, con una oración ante la tumba del Apóstol San Pedro, junto con los Patriarcas de las Iglesias Orientales. Desde allí, el Evangeliario, el Palio y el Anillo del Pescador fueron llevados en procesión hasta el altar en el atrio de la Plaza de San Pedro, mientras el coro entonaba la letanía de todos los santos.
«Fui elegido sin ningún mérito»
León XIV saludó a todos “con el corazón lleno de gratitud” y con una de las frases más célebres de San Agustín: “Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti” (Confesiones, 1, 1.1).
El Santo Padre recordó los últimos días, vividos de manera intensa con la muerte del Papa Francisco, “que nos dejó como ovejas sin pastor”. A la luz de la resurrección, enfrentamos este momento y el Colegio Cardenalicio se reunió en cónclave para elegir al nuevo sucesor de Pedro, “llamado a custodiar el rico patrimonio de la fe cristiana y, al mismo tiempo, afrontar las preguntas, inquietudes y desafíos de hoy”.
Jamás ceder a la tentación de ser un líder solitario o superior a los demás
León XIV destacó las dos dimensiones de la misión que Jesús confió a Pedro: amor y unidad.
Jesús recibió del Padre la misión de “pescar” a la humanidad para salvarla de las aguas del mal y de la muerte. Esta misión permanece vigente hoy: lanzar siempre y nuevamente las redes y navegar por el mar de la vida para que todos puedan reencontrarse en el abrazo de Dios.
Esta tarea es posible porque Pedro experimentó en su propia vida el amor infinito e incondicional de Dios, incluso en la hora del fracaso y de la negación. A Pedro, por tanto, se le confía la tarea de “amar más” y dar su vida por el rebaño.
Para ello, Pedro y sus sucesores deben apacentar al rebaño sin ceder nunca a la tentación de ser un líder solitario o un jefe por encima de los demás, convirtiéndose en dominador de las personas que les han sido confiadas. Al contrario, deben servir la fe de los hermanos, caminando con ellos.
Ciertamente no resulta difícil identificar en el Papa León XIV la humildad de Nuestro Señor Jesucristo. Dios lo bendiga en su Ministerio Pietrino.