Opinión: «Que rebalsen los odres nuevos»
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- Nelson Santillan
- 1 de septiembre de 2021
- Movimiento Fasta
Por Ignacio Spinelli para Hastadios.com
Cuando el viento impetuoso del Espíritu sopló sobre el último Consejo Plenario,
nadie tuvo dudas de estar dando un salto de fe. Porque aunque desgarre, con la elección
del nuevo Presidente, toda Fasta comenzó a abandonar la seguridad paterna y luego de
besar la frente de su Fundador –beso que es súplica, bendición, agradecimiento,
esperanza- como un hijo maduro ahora le toca partir para evangelizar la Ciudad que él
fundara 58 años antes.
Queda atrás –perdón, adelante, como un faro luminoso- el testimonio vivo y
valiente del Padre Fundador, cuya herencia espiritual y doctrinal es tan vasta que llevará
el tiempo que disponga Dios asimilar su mensaje evangélico, encriptado de señales
proféticas.
Repasando su legado, sin vacilaciones ni pelos en la lengua, todavía nos interpela
sobre la vigencia de la cultura católica en el mundo actual y la urgente creatividad de
santos y poetas para implantar la Cruz en campos y ciudades. En medio de un globalismo
deshumanizante, advierte que sólo la patria es un hogar seguro para curar a los hijos sin
túnicas ni sandalias. Cada oración, cada verso salido de su pluma, es una campanada
para volver al corazón del Padre.
Institucionalmente también nos hereda la robustez juvenil de tres Fraternidades,
canónica y civilmente organizadas, que entrelazadas como las flechas del escudo tienen
el desafío tan dominico de rezar, contemplar y transmitir lo contemplado a los hombres de
nuestro tiempo. En definitiva, una Ciudad con una profunda autoconciencia eclesial,
abierta a todos los continentes.
Mientras el Padre desde su terraza de reposo nos despide con adioses, Fasta
ahora sí sale de Marcha. Y a tiempo que camina y va tomando conciencia de las
distancias, la intemperie y los desafíos, puede que oiga el eco de la angustia certeza de
Pedro: “Señor, ¿dónde iremos?”
Iremos a Cristo. Fuente de vida eterna.
Como el rosetón medieval, Fasta debe ser cristocéntrica.
Amamos la montaña, pero no somos andinistas. Escalamos cumbres para
contemplar y oír al Cristo transfigurado. “Este es mi Hijo muy amado, escúchenlo”. Luego,
llenos de El, la misión no está en la soledad contemplativa sino en los combates que
aguardan en la ciudad. Retirarse para llevar la Ciudad a la ciudad.
Que el testimonio itinerante de Carlo Acutis, pedagogo de Cristo Eucaristía, sea un
impulso desafiante y siempre joven desde dónde debemos partir.
Aunque suene atrevido, vale arriesgar algunas líneas directrices de la Fasta 2.0.
En primer lugar, los encuentros sinodales de “Un nuevo mundo, una nueva mirada
de Fasta”, cuyas primeras conclusiones acaban de salir del horno, son una hoja de ruta
imprescindible para direccionar el Plan Estratégico 2021 – 2025, que define con claridad
la Misión de Fasta: Vivir la invisible presencia de Dios en nuestros corazones, y construir
la ciudad de Dios entre los hombres, evangelizando la familia, la juventud y la cultura,
desde comunidades eclesiales que respondiendo al Concilio Vaticano II y con espíritu
dominicano, se ordenan al protagonismo apostólico de los laicos.
A un ritmo vertiginoso, estamos atravesando una nueva era. Ya nada será lo que
era. Pero en ese aparente apocalipsis de frenesí, debemos estar despiertos porque Dios
Padre sigue llamando a sus hijos con gritos de madre.
Otro signo providente para mirar el futuro con una sonrisa de esperanza es que su
carisma tiene plena vigencia y vitalidad. Si su ámbito de acción apostólica es la cultura,
nada que cultive y perfeccione al hombre le debe resultar indiferente.
Con idoneidad y profesionalismo, Fasta debe sostener y profundizar una sólida
formación doctrinal en fidelidad al Magisterio de la Iglesia y a Santo Tomás, para dar
respuestas lúcidas contra las ideologías reinantes, aunque sin perder de vista que si al
hombre actual le cuesta razonar, habrá que “ganárselo” desde el corazón.
Fasta, también, debe ubicarse en la vanguardia de la Nueva Evangelización.
Desde sus orígenes, la Iglesia no ha cesado en la misión encomendada por Cristo,
su fundador: “Vayan por todo el mundo y prediquen el evangelio a todas los hombres” (Mc
16;15)
“Todos –afirma el Papa Francisco- tienen el derecho de recibir el Evangelio. Los
cristianos tienen el deber de anunciarlo sin excluir a nadie, no como quien impone una
nueva obligación sino como quien comparte una alegría, señala un horizonte bello, ofrece
un banquete deseable”.
Pero, ¿qué es la Nueva Evangelización, para que por ejemplo Juan Pablo II la
mencionara más de 300 veces durante su Pontificado?
La Nueva evangelización es el impulso espiritual renovado de la Iglesia por llevar
el mensaje de Jesús a los hombres de este tiempo, y que debe ser nueva “en su ardor, en
sus métodos y en sus expresiones”.
Mal que le pese a descreídos y progresistas, como bien lo aclara Benedicto XVI, lo
que deben ser nuevos no son sus contenidos doctrinales sino los modos de llegar hasta
tocar el corazón del hombre actual que, como sus antepasados y aunque no se dé
cuenta, también tiene hambre y sed de Dios.
Salir a las periferias existenciales para que, en nombre del Señor no en nombre
nuestro, curar a los nuevos leprosos del tercer milenio. Aquellos “impuros” –no pocas
veces excluidos de la propia Iglesia- que también ansían escuchar: “Tu fe te ha salvado;
vete y no peques más”.
¿Cómo pueden ser bien acogidas por un mundo en cambio las verdades de Dios y
sus principios que no cambian?
¿De qué modo se puede transmitir la verdad del hombre cuando las ideologías lo
han seccionado en la mesa de anatomía, repartiéndose las partes a su arbitrio?
¿Es posible seguir hablando de amor y de todo el repertorio de sentimientos
genuinamente humanos, si la vida naciente y senil es amenazada cuando no descartada?
¿Es utópico que el hombre recupere el sentido común a pesar de que
comúnmente vive sin sentido?
Es posible. No es utópico. Existe un modo.
Son tres las actitudes para impulsar la Nueva Evangelización:
a) El testimonio: En un mundo descreído a fuerza de desencantos y falsos profetas,
el ejemplo de una vida coherente de fe y vida, fe y obras, sigue siendo atractivo.
Como bien los expresa el dicho popular: “las palabras convencen pero el
testimonio arrastra”.
b) La alegría: Sabernos salvados por Cristo debe ser un renovado impulso para
anunciar a todos su resurrección. Sin embargo, no pocas veces vivimos como si
todavía siguiera en el sepulcro…
La misericordia: “La Iglesia –afirma Francisco- tiene la misión de anunciar la
misericordia de Dios, corazón palpitante del Evangelio, que por su medio debe alcanzar la
mente y el corazón de toda persona. Es determinante para la Iglesia y para la credibilidad
de su anuncio… que transmita misericordia para penetrar el corazón de las personas y
motivarlas a reencontrar el camino de vuelta al Padre”.
A diferencia de los primeros tiempos del cristianismo, las conversiones masivas
hoy son inusuales. Sin desánimo, tal vez haya que dejar las redes y tomar la caña. Como
bien lo expresa el Padre César Garcés, nuevo Presidente de Fasta: “Queremos que el
Movimiento sea la casa, el hogar para tantos que transitan el tiempo desencantados
porque no encuentran un sentido a su vida”.
Pescar uno a uno. Rostros concretos.
No es lícito dronear la realidad. No basta con sobrevolar la vida del Otro, muchas
veces con aires de superioridad o indiferencia. Debemos bajar, aterrizar, desarrollar la
pedagogía de la escucha. Recorriendo rascacielos, barrios exclusivos; tanto como la
ciudad profunda, marginal, lasciva, maloliente, para rescatar a todos sin acepciones; aún
a aquellos que nos rechazan y lastiman porque están desesperados o no conocen el don
de Dios.
Luego de más de medio siglo de acción apostólica, con las pruebas de su
crecimiento cualitativo y cuantitativo, hoy se puede constatar la vitalidad, vigencia y aporte
del carisma de Fasta a la edificación de la Iglesia.
Queda planteado un desafío titánico:
Fidelidad y renovación. O, el mejor vino añejo en odres nuevos.
Juan Ignacio Spinelli
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