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- Nelson Santillan
- 29 de abril de 2023
- Papa Francisco
El Papa Francisco y Viktor Orbán, la extraña pareja con visiones del mundo contrapuestas. La defensa del cristianismo que propone Orbán es política, no religiosa, alerta un excolaborador del Gobierno húngaro.
Por Javier Martínez Brocal para ABC.es, de abril de 2023
La «zarda», esa danza típica húngara que arranca con un tempo lento, y termina a toda velocidad, es una metáfora de las relaciones entre Viktor Orbán y el Papa Francisco. Comenzaron marcadas por tiranteces, pero ambos han descifrado el paso del otro, y poco a poco comienzan a moverse de modo coordinado, aunque no siempre en la misma dirección.
La cordialidad de este viernes en Budapest no es todavía complicidad, pero ya ha superado la tensa corrección de hace menos de dos años. En septiembre de 2021 el Papa Francisco estuvo seis horas en Budapest, el mínimo indispensable para celebrar una misa y evitar un encuentro largo con el primer ministro. El Papa no tuvo más remedio que reunirse con él en el «Museo de Bellas Artes», pero no a solas, sino junto al presidente János Áder, y sin discursos.
Cuando llegó la despedida, Orbán regaló a Francisco una copia de la carta que el rey Bela IV envió en 1247 al Papa Inocencio IV. En ella, el monarca solicitaba ayuda para salvar y conservar la Cristiandad en Hungría y en Europa, pues los mongoles habían invadido el reino y exterminado a la mitad de la población. Orbán explicó que el mensaje a Bergoglio era que «no permitiera que perezca la Hungría cristiana».
El tono del encuentro a puerta cerrada ayer viernes era diferente. «En la historia de nuestra patria hoy es un momento maravilloso, que usted haya venido a vernos. Es para nosotros una confirmación, un apoyo», le dijo Orbán antes de que echaran a las cámaras. «Hungría no existiría sin el Cristianismo, y tenemos futuro sólo si nos mantenemos la vía cristiana, que hoy es la vía de la paz», añadió.
«La defensa del cristianismo que propone Orbán es política, no religiosa», destaca un excolaborador del gobierno húngaro. Es una cuestión identitaria, pues el preámbulo de la constitución que modificó en 2011 reconoce «el papel del cristianismo en la protección de la nación».
Migración como enemigo contra la fe
La carta «envenenada» regalada al Papa coincidió con la crisis migratoria en Europa. Viktor Orbán presentaba como un enemigo contra la fe la «emigración descontrolada» de refugiados afganos o sirios, de religión musulmana. Sin embargo, en esa misma situación, el Papa Francisco veía mucho más peligrosa en términos religiosos la «incoherencia de los cristianos» ante la tragedia humanitaria.
Naturalmente, la propuesta de Francisco ante la crisis no era abrir las fronteras sino cambiar de enfoque, poniendo «rostro y nombre» a los afectados, y no considerándolos cifras que hay que gestionar. Por eso, ahora el Papa sí elogia la ayuda que Orbán presta a miles de refugiados (cristianos) procedentes de Ucrania, pero el Vaticano pide que use esta misma clemencia con quienes intentan entrar en el país a través de la «ruta balcánica».
Otro ejemplo de las diferencias entre ambos es que una de las banderas del gobierno de Orbán es la «Secretaría de Estado para la Ayuda a los Cristianos Perseguidos», nacida en respuesta a las masacres contra bautizados cometidas por el Isis. La iniciativa política contrasta con el «Documento sobre la Fraternidad Humana» que el Papa firmó en Abu Dabi en 2019, como mano tendida al Islam moderado.
El baile entre Orbán y el Papa, o su equivalente entre Budapest y el Vaticano, es un campo de minas porque tienen visiones diferentes pero objetivos comunes. La Santa Sede ve positivo que la constitución húngara proteja la vida «desde su concepción», diga que el matrimonio es la unión entre un hombre y una mujer y considere a la familia «base de la supervivencia de la nación». Pero teme que el nacional-populismo desemboque en xenofobia, que la concentración mediática, el sistema educativo, o el proteccionismo cultural de la «democracia iliberal» que propugna Viktor Orbán diluyan la libertad de los ciudadanos, y espera que resuelva las dudas de la Comisión europea sobre la autonomía del poder judicial.
Ocurre también con la guerra en Ucrania. En su discurso sobre el estado de la nación, en febrero, Orbán presumió de que actualmente sólo dos países en Europa quieren la paz en Ucrania, Hungría y el Vaticano, pues el resto del Viejo Continente apuesta por las sanciones y por enviar armas a Kiev.
Pero, aunque el Papa y el primer ministro húngaro coinciden en ese antimilitarismo y presionan por la apertura de negociaciones, no lo hacen por los mismos motivos. En el caso de Orbán, la economía de Hungría es una de las más afectadas por las sanciones contra Moscú y Budapest depende energéticamente de Rusia.
Esto no significa que no puedan colaborar. En el terreno geopolítico, Hungría y la Santa Sede obtuvieron buenos resultados trabajando en tándem en otro delicado conflicto, el del Nagorno Karabaj. Gracias a ellos, en diciembre de 2021 Azerbaiyán liberó a cinco prisioneros de guerra armenios.
Protección a la familia
Otro campo de aguas movedizas es la protección de la familia. El Papa ha elogiado que el país dedique un 6,2% de su PIB a políticas familiares y de apoyo a la natalidad. La media de la UE es un2,3% del PIB, aunque España dedica sólo un 1,3%. Como consecuencia, respecto a 2009, un año antes de la llegada de Orbán al poder, se ha pasado de 1,32 a 1,6 hijos por mujer, los matrimonios han crecido un 102% y los divorcios han bajado un 24%.
Pero sabe que en este terreno, a Orbán no le han importado las quejas de los obispos a una de sus iniciativas profamilia, la nacionalización de varias clínicas de fecundación in vitro, y la decisión de ofrecer gratis ese tratamiento. La Iglesia explicó las dificultades morales que plantea esta técnica, pues supone la selección y eliminación de embriones, pero no obtuvo nada.
Orbán, que es cristiano calvinista, necesita a los católicos para su proyecto de «fortalecer la cristiandad» y presenta la visita del Papa como un apoyo a sus preocupaciones. Quiere convencer a los obispos de los beneficios de apoyarle, y concede a la Iglesia privilegios en los colegios y subvenciones a sus iniciativas. Es una alianza a distancia, pues en su gabinete el único católico es Péter Szijjártó, ministro de Exteriores.
Abrazo del oso
Los obispos se defienden como pueden de este abrazo del oso que puede resultar mortal. «La Iglesia debe ser independiente y ocupar su propio lugar en esta historia, que no es ponerse al servicio del gobierno», sugirió el sacerdote Koronkai Zoltán en un debate público en Budapest en preparación del viaje del Papa. Dijo que el precio de que el gobierno sea generoso sólo con cristianos «es una bomba de relojería, pues puede desencadenar un sentimiento anti-Iglesia, y llevar a la condición opuesta cuando haya un cambio de gobierno».
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