Palabras de cierre del Consejo Plenario por parte del Padre Presidente
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- Nelson Santillan
- 13 de mayo de 2023
- Presidente de Fasta
El Cura decía: “Tienes la edad de las cosas que amas”. Por eso les pido que volvamos a ser jóvenes, como Juan el apóstol. Y hagamos un camino que es el que nos lleva al pie de la cruz para contemplar a Jesús crucificado.
Porque todos los que estamos aquí tenemos la gracia, el don de una misión que se hace carga, que se hace cruz. Y sentimos, muchas veces, la soledad del mando. Muchas veces la tensión llega al corazón al tener que tomar decisiones difíciles, al tener que seguir caminando cuando a veces ya no hay ganas, fuerza, ilusión o esperanza. Y hay que seguir caminando.
Necesitamos ser Juan, y pararnos frente a esa cruz que tiene a Jesús clavado, porque ahí es donde aparece toda la fuerza de la fe.
Dice San Pablo: “Nosotros predicamos a un Cristo crucificado, escándalo para los judíos y burla para los gentiles. Pero, para nosotros, fuerza y sabiduría de Dios”.
Queridos hermanos, gracias por el esfuerzo cotidiano, por el ¡A tus órdenes! cotidiano.
Gracias a nuestros hermanos mayores, la primera generación, la generación Fray Bernardo, por su testimonio de fidelidad, de perseverancia, de entrega. Gracias porque mirarlos a ustedes nos hace bien, nos empuja.
Pero es largo el camino y difícil de andar.
Nuestro punto de partida es la realidad. Como dice el Papa Francisco, esa realidad no está ni en nuestra cabeza, ni en nuestro corazón. Está en el hombre que tenemos enfrente y, para eso, tenemos que salir y encontrarnos con él. Y en el hoy y en la Iglesia que nos toca nos van a conceder autoridad solamente si nos ponemos al lado de nuestro hermano y caminamos con él.
Tenemos muchos desafíos y un contexto complejo, doloroso. Pero para eso hemos sido llamados. Dios nos llama a la intimidad de su amor y desde ahí nos envía. Para poder llegar a la realidad y asumirla, que tiene los tonos de la cruz, antes hay que ser claramente conscientes de que somos hijos de Dios y de que Él nos ama. Sin eso no nos alcanza la fuerza para asumir lo que nos toca.
Por eso todo en Fasta, siempre, tiene que empezar en el Misterio, en el Señor. Siempre tenemos que asumir con espíritu juvenil el volver a ponernos la mochila y ascender los cerros y los montes para poder contemplar: mirar como mira Dios. Y desde allí vendrá la misión.
Les pido que todos asumamos el tiempo y la realidad que nos toca. Hoy tenemos que ser todos custodios de un carisma y de la comunión.
Tenemos que crecer profundamente en la conciencia de la fraternidad. Somos hermanos, y los hermanos, a veces, se desconocen.
Pero sólo se es hermano cuando se tiene clara conciencia de que hay un Padre en común. Y nosotros tenemos a Dios como Padre, y ese Dios nos dió también a otro que caminó con nosotros, que fué el Cura.
Hay que asumir esta vocación y esta misión. Tenemos muchísimos desafíos.
Quiero que piensen mucho en el desafío de la regionalización.
Quiero que piensen mucho, también, en todo lo que implica la clara conciencia de la oficialización: de ser hombres y mujeres que se encontraron con Jesús y que le han dicho que sí. Después viene todo lo demás.
Quiero que piensen y trabajen en el gran desafío que implica hacer alianza. Cada uno de ustedes en su espacio y en sus comunidades tienen que pensar cómo y con quiénes hará alianza.
Quiero que las comunidades se hagan fuertes desde lo que son y desde lo que tienen. Pero cada comunidad va a crecer desde sí misma. Podemos enviarle misioneros, pero ellos no la van a cambiar. Es la comunidad la que tiene que habitar en Cristo y Él es el que hará que la comunidad crezca.
No piensen que los misioneros son la salvación. Ellos son gracias y dones, pero es la misma comunidad la que tiene que asumir ser una comunidad, y ser una comunidad de Iglesia abierta, y animarnos al riesgo de abrir las puertas para invitar al que no conoce a Jesús.
Termino con un texto de la Sagrada Escritura, que siempre tiene que ser la que ilumina, la que da sentido, la que ayuda a decodificar y discernir mi realidad en orden a la voluntad de Dios. Tiene que estar al principio y al final.
“Todos ellos murieron en la fe, sin alcanzar el cumplimiento de las promesas. Las vieron y las saludaron de lejos, reconociendo que eran extranjeros y peregrinos en la tierra.
Los que hablan así demuestran claramente que buscan una patria y, si hubieran pensado en aquella de la que habían salido, habrían tenido oportunidad de regresar. Pero, aspiraban a una patria mejor. Nada menos que la celestial.
Por eso, Dios no se avergüenza de llamarse Su Dios y, de hecho, ha preparado para ellos una Ciudad”2.
¡A tus órdenes!
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