Fiesta de la Divina Misericordia y el origen de su imagen
Por Gachi Clariá (*)
Muchas devociones se han iniciado a partir de una imagen. Tal es el caso de la “Divina Misericordia” que se celebra este domingo, pero ¿cuál es el origen de esta imagen?
Seguramente hemos visto alguna vez la imagen de “Jesús de la Divina Misericordia”, y tal vez no conocemos su origen. Más allá del estilo o el valor artístico de la obra, esta representación de Cristo es venerada desde hace muchos años, a partir de las visiones de Sor Faustina Kowalska, una religiosa polaca. En sus visiones, el mismo Cristo le pide a Sor Faustina que realice una pintura reflejando la manera en la que Él se aparece; en cuerpo glorioso, con las manos y los pies atravesados por los clavos, y de cuyo corazón irradian dos haces de luz: uno blanco y otro rojo. Éstos representan el agua y la sangre que brotaron del cuerpo de Cristo en la cruz, al ser traspasado por la lanza.
Dice la escritura: “Uno de los soldados le abrió el costado con una lanza, y al instante salió sangre y agua.” (Jn. 19, 34)
Santa Faustina escribió en su diario: «Al anochecer, estando en mi celda, vi al Señor Jesús vestido con una túnica blanca. Tenía una mano levantada para bendecir, y con la otra tocaba la túnica sobre el pecho. De la abertura de la túnica en el pecho, salían dos grandes rayos de luz: uno rojo y otro blanco. En silencio, atentamente miraba al Señor. Mi alma estaba llena de temor, pero también de una gran alegría. Después de un momento, Jesús me dijo: «Pinta una imagen según el modelo que ves, y firma: ‘Jesús, en Ti confío.’ Por medio de este cuadro, colmaré a las almas de gracias.”
«Los dos rayos significan la Sangre y el Agua. El rayo pálido simboliza el Agua que justifica a las almas. El rayo rojo simboliza la Sangre que es la vida de las almas. Ambos rayos brotaron de las entrañas más profundas de mi misericordia, cuando mi Corazón agonizante fue abierto en la cruz por la lanza. Bienaventurado quien viva a la sombra de ellos, porque lo protegeré del mal.”
La visión fue relatada en febrero de 1931 a un artista con pocas dotes, y éste realizó el encargo de la pintura siguiendo las indicaciones de Sor Faustina. Luego de 3 años de trabajo, la santa lloró al ver la imagen acabada, ya que «no reflejaba» toda la belleza que se le había manifestado en sus visiones.
«Fui a la capilla y lloré muchísimo. ¿Quién te pintará tan bello como Tú eres? Como respuesta oí estas palabras: ‘No está en la belleza del color, ni en la del pincel, la grandeza de esta imagen, sino en Mi gracia'». Cristo mismo se apareció para consolarla, estando ella en oración y profundamente decepcionada por el resultado de la obra.
Posteriormente, esta imagen fue reinterpretada por otros artistas, y se ha difundido su devoción alrededor del mundo, junto al rezo de la Coronilla de la Divina Misericordia.
Es así como a lo largo de la historia, el arte nos brinda imágenes de Cristo para acompañar nuestra oración, al ser contempladas en meditación. Y muchas veces su gracia no reside en el virtuosismo del artista que las haya realizado, sino en la capacidad de hacer visibles los misterios de la fe.
(*) Lic. en Arte con especialidad en pintura
Profesora de Formación Artística y Cultural
Inst. Fasta Inmaculada Concepción
San Francisco
Córdoba
Este artículo fue producido por Carola Foster, Editora de Arte de HastaDIOS.com