La Belleza del Encuentro
En una búsqueda constante de la belleza en lo cotidiano, he aprendido a reconocer el valor transformador de los pequeños detalles que componen mi vida diaria. He descubierto que lo bello no se limita a lo grandioso o lo espectacular; también se manifiesta en los momentos sencillos y en los gestos que conforman mi existencia. Hoy quiero compartir una reflexión personal sobre un aspecto fundamental de esta búsqueda: la belleza del encuentro, que se revela en las reuniones con amigos, en las comidas familiares y en cada instante que comparto con aquellos que amo.
Estos encuentros no solo me brindan alegría, sino que también me permiten vislumbrar la presencia de lo divino en lo cotidiano. La belleza del encuentro trasciende lo material y se nutre de la conexión humana. En estas reuniones, la belleza no reside únicamente en los detalles físicos o en la disposición de una mesa, sino en la profundidad de las relaciones, en la alegría compartida, y en el amor que se manifiesta en cada gesto y palabra.
Al reflexionar sobre las enseñanzas de Alfonso López Quintás, en su obra La experiencia estética y su poder formativo, he llegado a entender que la belleza también se revela en la dimensión relacional. Los encuentros con mis seres queridos me permiten experimentar una belleza que es tanto objetiva como subjetiva: objetiva en la armonía y el orden de los actos compartidos, y subjetiva en la vivencia personal de estos momentos que me conectan profundamente con lo divino.
Los almuerzos de domingo, por ejemplo, no son solo una tradición familiar para mí, sino un espacio sagrado donde la belleza se despliega en las risas, en el intercambio de historias, y en la simple presencia de quienes amo. Estos encuentros me recuerdan que la verdadera belleza no se encuentra únicamente en las obras de arte, sino en la comunión de almas que, al encontrarse, revelan algo más grande y trascendental.
De todos los tipos de encuentros que experimento, hay algunos que tienen un carácter especial, donde la belleza parece cobrar una dimensión más profunda y trascendente: son las reuniones de Convivio. En estos espacios, la amistad se convierte en un vehículo para el crecimiento espiritual, y el compartir pensamientos y palabras se transforma en un acto de comunión. Aquí, la belleza no solo se vive, sino que se comparte y se profundiza, creando un ambiente en el que lo humano y lo divino se unen armoniosamente: “Cuando dos o más se reúnan en mi nombre yo estaré entre vosotros (cf. Mt 18,20)”. La conversación en Convivio no es simplemente un intercambio de ideas, sino una oportunidad para conectar con lo trascendental, enriquecer el espíritu y descubrir verdades más profundas sobre la vida, la fe y la belleza. Estos encuentros no solo alimentan mi mente, sino que también preparan mi corazón para una experiencia más plena de lo sagrado.
La belleza del encuentro me ha abierto al descubrimiento de una belleza más pura y profunda, que enriquece mi espiritualidad con mayor sensibilidad e inteligencia. Es en estos momentos de comunión donde la belleza se convierte en un camino hacia lo divino, uniendo lo cotidiano con lo eterno, lo simple con lo sagrado.
Al valorar y cultivar la belleza del encuentro en todas sus formas, me abro a una experiencia más completa de la realidad, donde lo ordinario se transforma en un reflejo de lo divino, y en una oportunidad para crecer en sabiduría y amor.
Lic. Carola Foster, Editora de Arte y Cultura