La Belleza y la Verdad: Más Allá del Autor

Nelson Santillan

La Bienal de Venecia 2024, uno de los eventos de arte más importantes a nivel mundial, cerró sus puertas el pasado 24 de noviembre. Bajo el título «Extranjeros en todas partes», esta edición exploró las complejidades de la identidad y la pertenencia en un mundo globalizado. Entre las muchas obras que captaron la atención del público, una de las más significativas fue Padre, el mural de Maurizio Cattelan que cubrió la fachada de la capilla de la prisión de mujeres en la isla de Giudecca. Esta obra, con su potente simbolismo, sirve como punto de partida para reflexionar sobre la relación entre la belleza, la verdad y la trascendencia.

¿Qué es lo que hace que algo sea verdaderamente bello? ¿Es suficiente que agrade a la vista, o hay algo más profundo que se revela en lo bello? La experiencia nos enseña que la belleza no es solo una cuestión de formas agradables o colores armoniosos; hay algo en lo bello que toca el alma, que ilumina y que, de algún modo, nos conecta con lo verdadero. Según el pensamiento de Santo Tomás de Aquino, «lo bello es el esplendor de lo verdadero.» A esta reflexión se une otra idea central: «toda verdad, dígala quien la diga, procede del Espíritu Santo.» Ambas afirmaciones subrayan la conexión entre belleza, verdad y trascendencia.

Para Santo Tomás, la belleza tiene tres características fundamentales: integridad, proporción y claridad. Estas cualidades se manifiestan de manera ejemplar en Padre. Este mural, que representa en blanco y negro la planta de dos pies desnudos, sucios y heridos, puede parecer a primera vista provocador o incluso crudo, pero su belleza radica en su capacidad de comunicar un mensaje que trasciende lo inmediato.

La integridad de la obra se encuentra en la cohesión de sus elementos: cada detalle, desde la textura de los pies hasta su disposición en el muro, contribuye a un todo armónico. La proporción se refleja en el equilibrio entre el espacio vacío y la monumentalidad de los pies, que capturan nuestra atención y guían nuestra contemplación. La claridad, por último, no solo se percibe en su representación visual, sino en el mensaje que transmite: una verdad universal sobre la vulnerabilidad y la dignidad de lo humano, que habla directamente al alma del espectador.

A pesar de las controversias que rodean la carrera de Cattelan, conocido por sus enfoques irreverentes y provocadores, Padre trasciende al hombre que la creó para convertirse en un testimonio universal. La ubicación del mural, en la capilla de una prisión de mujeres, amplifica su impacto. Los pies heridos y sucios parecen simbolizar tanto el sufrimiento como la esperanza, el dolor y la redención. Esta obra recuerda que la belleza y la verdad pueden emerger incluso en los contextos más oscuros y transmitir un mensaje que conecta profundamente con quienes la contemplan.

Este ejemplo nos invitan a reflexionar sobre la independencia de la obra de arte respecto a su autor. Hablar de belleza no es hablar de lo superficial o lo decorativo, sino de aquello que toca lo más profundo del alma y refleja una verdad universal. Esta verdad no pertenece al hombre, sino que procede del Espíritu Santo, quien obra incluso a través de lo imperfecto.

Al contemplar una obra de arte, es posible descubrir algo que trasciende al autor. En su integridad, en su equilibrio y en la claridad de su mensaje, se revela una verdad que toca lo profundo de quien la contempla. Esa verdad, en última instancia, nos recuerda que su origen no se limita al ser humano: es un reflejo del Espíritu Santo, un eco de lo eterno que ilumina incluso lo imperfecto.

Lic. Carola Foster, Editora de Arte y Cultura

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