por Piervittorio Scimia y Matteo De Sio especial para hastadios
Los próximos 21 y 22 de junio se celebrará en el Vaticano el Jubileo de los Gobernantes, una cita promovida por el Dicasterio para la Evangelización dirigida a todos los representantes de las instituciones de los países del mundo que mantienen relaciones diplomáticas con la Santa Sede (actualmente son 184 los países con los que el Estado de la Ciudad del Vaticano mantiene relaciones plenas), así como a los alcaldes y administradores locales.

La invitación oficial a este evento jubilar, transmitida por monseñor Rino Fisichella como Pro-Prefecto del Dicasterio para la Evangelización, se inscribe en el camino del Jubileo 2025, que desde el 8 de mayo dirige el nuevo Papa León XIV. Entre otras cosas, el Jubileo de los Gobernantes es una ocasión preciosa para recordar y reafirmar públicamente el valor del compromiso político como vocación civil y cristiana. Hablamos de ello con el periodista y vaticanista Giuseppe Brienza, que sigue los asuntos de la Iglesia y del Papa en el diario católico online Korazym, así como en la revista mensual Studi Cattolici y en la agencia semanal de noticias Corrispondenza romana. Giuseppe ha publicado recientemente como editor para Edizioni Solfanelli el tercer volumen de una colección de ensayos titulada «Las tardes de San Petersburgo, hoy«, con el subtítulo «Propuestas, autores, ideas y batallas por culturas opuestas» y la introducción del filósofo francés Alain de Benoist.
Giuseppe, ¿puede explicarnos brevemente en qué consistirá el próximo Jubileo de los Gobernantes y cómo se desarrollará en el Vaticano?
El programa de los dos días incluye momentos de reflexión, oración y participación comunitaria, que culminarán la noche del 21 de junio con el concierto «Armonías de esperanza«, que contará con la actuación de siete músicos internacionales, entre ellos tres prestigiosos pianistas como el músico de jazz estadounidense Brad Mehldau, la joven apulense Beatrice Rana, incluida hace varios años en la lista «30 under 30» de la revista International Piano, y, por último, el suizo Francesco Piemontesi, director artístico de las Settimane Musicali di Ascona, en el Cantón del Tesino (Piazza Pio XI, 20.30 horas). Cabe destacar que otros dos de los artistas que actuarán proceden de Rusia (Aleksandr D. Malofeev) y Ucrania (Aleksy Shadrin).
El Jubileo de los Gobernadores comenzará el sábado 21 de junio por la mañana y concluirá con el momento culminante -desde el punto de vista espiritual- de la Peregrinación a la Puerta Santa de San Pedro (11.00 horas, entrada de la Basílica).
En cuanto al programa del domingo 22 de junio, comienza a mediodía con el Ángelus (en el sector reservado a los Gobernantes) en la Plaza de San Pedro y el acontecimiento jubilar se clausura con la Santa Misa celebrada por el Santo Padre en «su» Basílica -como Obispo de Roma- de San Juan de Letrán (17 h).

¿Sería útil, en su opinión, volver a proponer a los gobernantes y administradores públicos que participarán en el acto jubilar de los días 21 y 22 de junio los extraordinarios ejemplos y testimonios de políticos-santos como San Enrique II, San Luis IX, Santo Tomás Moro, etc.?
Bueno, yo diría que entre los que has mencionado destaca la figura de Santo Tomás Moro (1478-1535), no sólo por la carga profética de su extraordinario testimonio ético, sino también por su grandeza como estadista, debido a su proximidad histórica a la época contemporánea (Enrique II el Santo vivió en el siglo XI y Luis IX de Francia en el siglo XIII). Padre de familia, abogado, humanista y escritor, Tomás Moro alcanzó los más altos cargos político-administrativos del Reino de Inglaterra (Lord Canciller a los 52 años, en 1530) pero, contra todo y contra todos, fue capaz de sacrificar su carrera y luego su vida por mantenerse fiel a la verdad natural y cristiana de la política. En 1532, en el apogeo de su «carrera» política, renunció a su cargo de Lord Canciller del Reino para dejar de apoyar el tiránico designio del rey Enrique VIII de manipular el Parlamento y la Asamblea del Clero con el fin de asumir el control total de la Iglesia de Inglaterra. Tras 15 meses de «duro encarcelamiento» fue decapitado y sus últimas palabras antes de la ejecución fueron: «Muero como buen siervo del Rey, pero ante todo como siervo de Dios». Por este motivo, la Iglesia lo proclamó durante el Gran Jubileo del año 2000 patrón de los políticos y gobernantes, y lo recuerda en el calendario litúrgico precisamente el 22 de junio. Usted pregunta si su ejemplo será recordado durante el Jubileo de los Gobernantes. Desde este punto de vista, es interesante señalar que en su última entrevista con los medios vaticanos como cardenal tras la muerte del Papa Francisco, León XIV recordó cómo en sus audiencias semanales de los sábados por la mañana como Prefecto del Dicasterio para los Obispos, Bergoglio le recomendaba a menudo «no perder el sentido del humor«, recordando la conocida «Oración del Buen Humor» de Santo Tomás Moro y exhortándole a ir siempre adelante en «las cosas de gran responsabilidad, con gran confianza en la gracia del Señor» (1). Es una oración que, según confió en el pasado, el Papa Francisco recita todos los días.

Entre los temas que dividen a los políticos católicos en los últimos años está, como sabemos, la cuestión de la inmigración. ¿Cree que ha habido una diferencia entre el Magisterio sobre el tema de Juan Pablo II-Benedicto XVI y el del Papa Francisco? En particular, ¿existe un derecho de los Estados a regular la inmigración?
A nivel magisterial no puede haber diferencia entre la enseñanza de un Papa y otro, en la medida en que todos los Papas sólo pueden ser custodios de la Doctrina, incluida la doctrina social, de la Iglesia. Puede haber en cambio, esto sí, la acentuación de un Pontífice de manera diferente a otro sobre un tema y aspecto particular de la Doctrina Social, como sucedió en el caso de Bergoglio con el principio de la acogida a los migrantes, retomado «selectivamente» y no pocas veces estirado por los medios de comunicación y los políticos de izquierda. En cuanto al derecho a no emigrar (y por supuesto también el derecho de los Estados a regular la inmigración), ha sido afirmado, no muy a menudo por cierto, también por el Papa Francisco, pero sigue siendo tan válido como el derecho a acoger. De hecho, ambos principios están estrechamente vinculados, como reafirmó recientemente el cardenal Robert Sarah. Entrevistado por el periódico “Il Giornale”, En efecto, para el Prefecto emérito de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos (que es guineano de nacimiento y fue obispo en África durante no pocos años), no es lícito desde un punto de vista católico tachar de falta de sensibilidad o de solidaridad (cuando no, como hacen algunos, de inmoralidad) la afirmación del derecho a no emigrar por parte de los pobres. Al contrario, como dice el Card. Sarah, «quienes consideran necesaria e indispensable la emigración están, de hecho, realizando un acto egoísta y condenando a partes enteras del mundo a la irrelevancia total e, in extremis, a la extinción». Si los jóvenes, que son el futuro de la sociedad, abandonan su tierra, su familia, su pueblo, persiguiendo la promesa de una vida mejor, qué será de la historia, de la cultura, de la propia existencia del país que debería manifestarse en un apoyo concreto al desarrollo de las naciones más pobres, no en «favorecer» su agotamiento demográfico y futuro«.

Para terminar, me gustaría preguntarle por un principio no siempre recordado de la Doctrina Social de la Iglesia relativo a la estrecha relación entre subsidiariedad y autonomía. ¿Qué puede decirnos al respecto?
Mire, lo que yo pueda decirle no viene al caso, pondría en entredicho a una auténtica autoridad en la materia como Don Luigi Sturzo (1871-1959). En su importante obra La regione nella nazione (La región en la nación) (1949), en efecto, el sacerdote de Caltagirone (y antiguo senador vitalicio -nombrado por nuestro más grande Presidente de la República, Luigi Einaudi) afirmaba que la Región en Italia antes de ser una institución política o un ordenamiento autónomo o un poder descentralizado «es un hecho geográfico, etnográfico, económico, histórico«. Los acontecimientos humanos han modelado, de manera diferente, las distintas comunidades, dando a cada territorio sus características, su personalidad. Por eso, el objetivo político y programático del Partito Popolare Italiano (PPI), que Don Sturzo fundó, como es bien sabido, en enero de 1919, era precisamente el de transformar el Estado de unitario en pluralista y, por tanto, necesariamente descentralizado y autónomo.
Como recuerda a este respecto el Compendio de la doctrina social de la Iglesia (2004), «la experiencia constata que la negación de la subsidiaridad, o su limitación en nombre de una pretendida democratización o igualdad de todos en la sociedad, limita y a veces también anula, el espíritu de libertad y de iniciativa» (n. 187).
El principio de subsidiariedad se opone a las formas de centralización, burocratización, asistencialismo y estatismo entendidas como presencia injustificada y excesiva del Estado y del aparato público en la sociedad y la economía. Esto se debe a que -en palabras de Juan Pablo II- «al intervenir directamente y quitar responsabilidad a la sociedad, el Estado asistencial provoca la pérdida de energías humanas y el aumento exagerado de los aparatos públicos, dominados por lógicas burocráticas más que por la preocupación de servir a los usuarios, con enorme crecimiento de los gastos» (Encíclica Centesimus annus, Ciudad del Vaticano 1991, n. 48).
Por lo tanto, es necesario identificar cuáles son los valores de «un regionalismo sano y verdadero«, volviendo a las palabras de Don Sturzo, es decir, una auténtica autonomía, basada en el principio de subsidiariedad, presente no sólo en la Doctrina Social de la Iglesia, sino también en nuestra Constitución Republicana.
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* Traducción de la entrevista emitida en la radio nacional italiana Radio Libertà 7 de junio de 2025.