Dos Detalles sobre la Asunción de la Virgen
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- Nelson Santillan
- 14 de agosto de 2024
- El Rincón Formativo
Por Juan Carlos Bilyk
Cada 15 de agosto la Iglesia celebra la solemnidad de la Asunción de Santa María Virgen en cuerpo y alma a los cielos. Este es un dogma de fe proclamado por Pío XII el 1 de noviembre de 1950 , día de Todos los Santos, en la Plaza de San Pedro en Roma, mediante la constitución apostólica Munificentissimus Deus, donde hizo la proclamación dogmática con estas palabras: “Por la autoridad de Nuestro Señor Jesucristo, de los bienaventurados apóstoles Pedro y Pablo y por la nuestra, pronunciamos, declaramos y definimos ser dogma de revelación divina que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, cumplido el curso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celeste”.
No es intención de este artículo explicar de manera exhaustiva el dogma. A lo sumo, y resumidamente, decimos que la proclamación solemne del Papa da fe apostólica de que María Santísima se encuentra actualmente y para siempre en el estado perfecto que corresponderá a los bienaventurados una vez ocurrida la Segunda Venida de Cristo (o Parusía), cuando cada uno sea resucitado con su respectivo cuerpo, pero en estado glorioso, es decir, ya no sujetos a la muerte ni a ninguna ley física, antes bien, con capacidad de someterlas, tal como ocurre con el cuerpo de Cristo desde su propia resurrección gloriosa. Entonces, María ya se encuentra en estado glorioso, tanto corpórea como espiritualmente (no solamente el alma, como ocurre con todos los demás santos).
Con todo, hay dos cuestiones o detalles respecto de este dogma acerca de los cuales observamos, a menudo, que se tiene algún grado de desconocimiento, o bien de confusión.
El primero: ¿María murió y fue resucitada gloriosamente por su divino Hijo, como hizo Cristo consigo mismo? ¿O fue llevada de esta vida temporal a la vida eterna sin pasar por el trance de la muerte, y en ese tránsito su cuerpo y alma fueron conjuntamente glorificados?
El segundo: ¿La Asunción de María expresa que la Virgen fue llevada por los ángeles hasta el Cielo, a diferencia de Cristo que ascendió por su propio poder?
Para el primer detalle, la respuesta es: no sabemos, pero podemos discutirlo.
Para el segundo, la respuesta es: no, no fue así, y no lo discutamos más.
Respecto a lo primero, el dogma afirma que María ya se encuentra íntegramente glorificada (o sea, define el hecho), pero no se pronuncia sobre si murió o no (el modo), lo cual queda librado a la libre y responsable opinión de los teólogos, y de la buena fe de los creyentes. ¿Por qué el Papa Pío XII omitió esto en la proclamación dogmática? Porque hay discrepancias al respecto desde la mismísima Tradición. En términos generales, la Tradición de los Padres de Occidente se inclina por la muerte y resurrección de María, y los Padres de Oriente por la traslación inmediata y completa (cuerpo y alma) de esta vida a la siguiente. En la actualidad, en general los teólogos (como san Juan Pablo II) se inclinan por la primera opción. Y otro grupo, más embelesado por el “dulce tránsito” de María, se inclinan por la segunda (entre ellos, nuestro Padre Fundador). Y como ya se dijo, en esto hay libertad de opinión, pero no en el hecho del estado actual vital de la Virgen (gloriosa en cuerpo y alma).
En cuanto a la segunda cuestión, este error quedó instalado probablemente como consecuencia de las representaciones artísticas de la Asunción de la Virgen, muchas de las cuales, con esmero y buena intención, quisieron representar de una manera muy material (física) el sobrenatural suceso. Efectivamente, habiendo sido María glorificada en cuerpo y alma, como se dijo y afirma el dogma, ya disponía desde entonces de los dones que le permiten vencer las leyes físicas, sometiéndolas. En síntesis: Ella no precisaba ninguna ayuda para elevarse físicamente, si es que hubo tal elevación. Lo que sí se produjo es el ingreso de María a la Gloria Celestial y, sin duda, fue acompañada de todos los ángeles en aclamación y exultantes, pero no “subiéndola”. En todo caso, la diferencia entre “Ascensión” y “Asunción” se encuentra en que Cristo podía haber realizado ese acto aún antes de su glorificación (del mismo modo que caminó sobre las aguas, dominando las fuerzas naturales con su omnipotencia divina, que obraba a través de su naturaleza humana); mientras que María, por su parte, debía aguardar a su glorificación para recién entonces someter las leyes físicas por sí misma (excepto que Dios lo hubiera hecho antes con ella por medio de algún milagro, como ocurre por ejemplo con la levitación que realizaron algunos santos). Además, lo acontecido con Cristo fue un hecho físico, visible, con testigos que miraban asombrados (cfr. Hch 1,9-11). La de Jesucristo fue una elevación ostensiblemente corpórea (“épica”, dirían algunos ahora). Y con esa Ascensión a la vista de todos los allí presentes, el Señor quiso indicar manifiestamente que asumía desde ese momento, como Hombre, la gloria y majestad que le corresponde desde toda la eternidad por su divinidad. Pero con María no hubo tal hecho de elevación material y visible. Y si se produjo un hecho físico de elevación, no hubo testigos. Aunque es de suponer que no hubo tal suceso, porque no era necesario y porque no hay ninguna mención ni siquiera vestigio de tal cosa en la Tradición (menos en la Escritura), como sí lo fue en el caso de Jesús, para significar lo antes dicho. Así, con la expresión “asunción”, la Iglesia se refiere a que María Virgen deja esta vida en cuerpo y alma ya glorificados, para ser recibida en la Gloria y coronada por Cristo como Reina de toda la Creación. Ella es “asunta” por la majestad divina de su Hijo, es decir, “elevada” a un rango altísimo por encima de todos (que no es lo mismo que “subida” físicamente en alturas), para asumir (de ahí el término “asunta”) la mayor dignidad posible para una creatura: el de ser proclamada Reina y Señora de todo lo creado (además de lo que ya era en esta vida: Madre de Dios).
Y, así las cosas, sobre todo no olvidemos algo en verdad fundamental: que el 15 de Agosto, Solemnidad de la Gloriosa Asunción de la Santísima Virgen en cuerpo y alma al Reino Eterno, es día de precepto.
Entonces, vayamos a participar de la Santa Misa para honrar este maravilloso acontecimiento, aunque caiga la fecha en día jueves.
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