Formar en la belleza como una vía hacia el bien y la verdad es una propuesta para acercarnos a lo esencial y dotarnos de una mirada que aprecie el mundo con profundidad. En la fecha en que se honra a Santo Tomás de Aquino, reflexionemos sobre cómo el arte y la belleza, integrados en la educación, se convierten en herramientas que abren el corazón y el entendimiento hacia una experiencia más plena de la realidad.
Para Santo Tomás, la belleza trasciende lo agradable a los sentidos; revela el bien y la verdad, y contemplarla nos lleva a reconocer la grandeza de la creación y a buscar lo que realmente ennoblece al espíritu. Educar en la belleza es cultivar una sensibilidad que invita a ver más allá de lo aparente, guiando a cada persona, sin importar su edad, hacia una comprensión más rica y humana del mundo que habita.
Educar en la belleza abre un espacio donde todos pueden descubrir una relación profunda con el mundo que los rodea. La belleza enriquece los sentidos y también nutre el alma, formando una sensibilidad que lleva a apreciar el valor de lo esencial y a vivir con una visión más plena y significativa. Desde las pequeñas cosas, como el orden y la armonía en los espacios de la vida cotidiana, hasta el aprecio por las grandes obras de arte, la educación en la belleza se convierte en una invitación a ver el mundo desde una perspectiva más humana y enriquecida.
Esta formación en la belleza se encuentra en los gestos sencillos y en la atención a los detalles cotidianos. Aprender a encontrar lo bello en lo cotidiano desarrolla una visión que valora la paciencia, la perseverancia y la bondad en las acciones diarias. Cultivada en la simplicidad, esta educación en lo bello guía hacia un carácter sólido, capaz de ver en cada momento y en cada tarea una oportunidad para crecer y ser mejor.
En un mundo que a menudo ofrece versiones efímeras y superficiales de la belleza, la formación tomista propone una visión que busca lo profundo, lo que permanece. Aprender a discernir entre lo que brilla solo en la superficie y lo que tiene una luz propia y duradera es fundamental. La verdadera belleza no solo agrada; también invita a ser mejores, a reconocer y a valorar lo que construye y ennoblece. Por esto, el arte y la belleza se proponen hoy como un nuevo areópago: un espacio donde lo esencial y lo profundo pueden encontrarse, ofreciendo a cada persona, en cada etapa de su vida, un camino hacia el bien y la verdad.
Lic. Carola Foster, Editora de Arte y Cultura.