La Belleza del Encuentro en el Camino a Belén

Nelson Santillan

En el Adviento, el arte y la belleza nos invitan a un encuentro profundo. La Vía Pulchritudinis, o camino de la belleza, nos ayuda a recorrer este tiempo litúrgico con los sentidos abiertos y el espíritu dispuesto. Este tiempo de espera es una invitación a descubrir en lo bello una puerta hacia lo divino.

La belleza trasciende la experiencia sensorial; es un puente que nos lleva hacia la verdad y el bien. Este tiempo de preparación nos invita a admirarnos del misterio de Dios y a contemplar los prodigios que realiza en nuestra vida, como recuerda el Padre Fosbery: “Somos protagonistas del milagro que el Señor ha hecho, transitando en medio de sus dos venidas. El tiempo de Adviento tiene que motivar en nuestro corazón la admiración por el misterio de Dios, por los milagros que se van cumpliendo.”

El arte, en sus múltiples formas, nos ofrece una ventana para entrar en diálogo con lo trascendente. En obras como «José y María buscan posada a su llegada a Belén» de Abel Grimmer, disponible en la colección del Museo del Prado, la escena captura con delicadeza el sentido de espera y búsqueda que define el Adviento. La composición, marcada por una sencillez intencionada, nos traslada a la humanidad de la Sagrada Familia en su recorrido, reflejando la profundidad del misterio que están a punto de presenciar. El canto del Magníficat resuena también como una alabanza nacida de una experiencia profunda de admiración y transformación interior. En estas expresiones, la belleza no es un fin en sí misma, sino un medio para acercarnos a la luz que ilumina nuestro camino hacia Belén.

El Adviento nos invita a descubrir la belleza tanto en lo sublime como en lo cotidiano. En el gesto sencillo de encender una vela, en la preparación del pesebre o en el compartir un momento con otros, hallamos una belleza que humaniza y eleva. Las tradiciones populares, como los villancicos o los pesebres artesanales, nos conectan con nuestras raíces y nos recuerdan que el arte popular es también un medio para transmitir el amor y la esperanza que el Adviento trae consigo.

Este tiempo litúrgico es un recorrido exterior que también se convierte en un viaje interior. Contemplar la belleza en el Adviento es detenerse, abrirse al asombro y permitir que esta experiencia nos transforme. La luz de las velas de la corona de Adviento, los colores y texturas de un icono, o la armonía de una pieza musical, nos invitan a detenernos y escuchar lo que lo bello nos dice. La belleza se convierte así en una vía para reconocer la presencia de Dios y para dejarnos transformar por ella.

El Adviento nos prepara para el Encuentro definitivo con Cristo y nos recuerda que cada encuentro en el camino es una oportunidad para reconocer lo divino en lo humano. En el arte, en la naturaleza, en la comunidad y en el silencio, la belleza actúa como una estrella que ilumina nuestro camino hacia Belén.

Lic. Carola Foster, editora de Cultura y Arte

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