Santa María Magdalena, Apóstol de los Apóstoles
Por Montserrat Alonso, catherina de Fasta
Cada 22 de julio la Iglesia celebra la festividad de Santa María Magdalena, discípula y testigo de la Resurrección del Señor. Fue a partir del Jubileo extraordinario de la Misericordia (2016), que el Papa Francisco le regaló a toda la Iglesia el poder recordar a María Magdalena como “Apóstol de los Apóstoles”. Desde el punto de vista litúrgico, la santa era celebrada como “memoria”, pero a partir de dicho año, el Papa elevó al rango de “Fiesta” la celebración de Santa María Magdalena; y sería inscrita desde ese momento en adelante como “Apóstol” en el Calendario Romano General.
Quizá nos podríamos preguntar qué sentido tienen todos estos cambios litúrgicos y de modalidades. Pero lejos de ser una mera formalidad encierran un sentido muy hondo para la vida de la Iglesia. Si bien la Iglesia, tanto en Oriente como en Occidente siempre ha tenido en gran consideración a la santa como discípula y seguidora de Jesús; es ahora donde toma mayor importancia su figura, y tiene mucho más para decirle al mundo de hoy. En estos tiempos en que la Iglesia es llamada a reflexionar sobre la dignidad de la mujer, la Nueva Evangelización y la grandeza de la misericordia divina, “ha parecido bien que el ejemplo de santa María Magdalena fuera propuesto también a los fieles de un modo más adecuado”, como nos dice el Decreto donde se la designa “Apóstol”.
La Iglesia reconoce en santa María Magdalena un “testigo de la Misericordia Divina”, como tan bellamente la nombrara san Gregorio Magno. Ella fue encontrada por el Señor, perdonada y amada. En Magdalena encontramos un testigo concreto de lo grande que es el amor de Dios, que perdona todo y lo da todo. A su vez reconocemos en María Magdalena el compromiso con ese amor de Dios. Ella, que había recibido el perdón y la misericordia, ahora se convertía en testigo para los demás. Desde el momento en que se encontró con el Señor, su vida fue un constante discipulado. De ahí que la Tradición de la Iglesia la reconoce entre el grupo de mujeres que estuvo con Jesús en la Pasión y hasta el pie de la Cruz. Y su misión llega a su culmen cuando es quien tienen que llevar a los demás apóstoles el anuncio de la Resurrección. Por eso Santo Tomás de Aquino quiso llamarla “la Apóstol de los Apóstoles”, por ser la primera en ver a Jesús Resucitado y por llevar esa Buena Nueva a los demás (Jn 20, 1- 18).
María Magdalena se convierte así en la primera predicadora. De ahí que en la Orden de los Predicadores ella es considerada Protectora de la Orden. Los frailes y hermanas dominicas la han honrado en todo tiempo como “Apóstol de los Apóstoles”, título que -como ya se dijo- le diera el Aquinate; y han comparado el oficio de los frailes y monjas predicadoras con el de la santa, ya que predicar no es otra cosa que “contemplar y dar a los demás el fruto de lo contemplado; y anunciar, a su vez, aquello que se ha visto y oído: María vio al Señor Resucitado y escuchó de su misma boca el mandato misionero: “Ve y dile a tus hermanos” (Jn. 20, 17).
Editor: Juan Carlos Bilyk