La Pasión de Cristo: «cada vez que volvemos a encontrarnos con Él, de nuevo nos quedamos perplejos y absortos»
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- Nelson Santillan
- 13 de abril de 2022
- Fundador
La pasión de Cristo
(Reflexiones del Fundador sobre textos del Evangelio de San Juan, vol III, pp. 136-137)
Porque tenemos que encontrarnos con el gran acontecimiento de la pasión y muerte de Jesús, y no podemos llegar de cualquier manera, hasta percibir con nuestro espíritu lo que ya aconteció y sigue aconteciendo.
La Iglesia, que es nuestra madre, con ternura maternal, nos va acercando, lentamente al misterio. A través de los textos litúrgicos, nos ha ido permitiendo percibir en los textos proféticos, todo lo que va a suceder. Y finalmente en el comienzo de la Semana Mayor, sin ningún tipo de prolegómeno, casi intempestivamente, nos enfrenta con el acontecimiento: la pasión y muerte del Señor.
¡Hemos escuchado tantas y tantas veces este texto! Sin embargo cada vez que volvemos a encontrarnos con Él, de nuevo nos quedamos como perplejos y absortos.
Esto es lo que pasó. Esto ocurrió, y ocurrió para mi salvación. ¡Esto es lo admirable!
El Señor Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre, el Verbo de Dios, el esplendor de su Gloria, la imagen de su substancia, el Logos eterno, que es uno con el Padre, hecho hombre, va a padecer por nosotros, y se va a humillar por nosotros, hasta sufrir muerte, y muerte de Cruz.
Si esto le hubiese pasado a un hombre cualquiera, quizá nos hubiésemos condolido, pero no pasaría de ahí. Es que esto le pasó a Jesús, al Hijo de Dios, el Hombre-Dios.
Y esto le pasó por mí. Para librarme a mí de mi pecado.
Por algo el Apóstol, nos recordaba que habíamos sido comprados a un gran precio, y que por eso, teníamos que glorificar al Señor en nuestros corazones (1Co 6,20). Todos los hechos que han desfilado delante de mi espíritu, en esta lectura solemne de la Pasión, todos esos hechos, tienen algo que ver conmigo.
No es un simple relato, no es un recuerdo, pasó lo que tenía que pasar, para que yo pudiera ser liberado del pecado y de la muerte.
Tengo que sentirme asociado a estos acontecimientos. Tengo que preparar mi corazón, para dejar que llegue hasta lo más profundo de mi espíritu toda la fuerza misteriosa de lo que va a ocurrir en estos días.
Necesito de Dios. Lo necesito a Dios.
Necesito descubrir que Jesús, el Crucificado, es el Dios en el cual me salvo. Necesito percibir que en esa crucifixión está ya iniciado el misterio de mi resurrección.
Que el Señor me ayude a vivir con sosiego, y conversión interior, estos días de la Semana Santa. Y que la presencia del misterio de la Crucifixión, la muerte y la Resurrección de Cristo, sean para mí lo único necesario de meditar y descubrir en estos días.
(Reflexiones sobre textos del Evangelio de San Juan, vol III, pp. 136-137)
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