Educación del carácter: qué es la vacuna emocional, la clave para el desarrollo de los alumnos según un experto británico

Nelson Santillan

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En una entrevista con LA NACIÓN, Gary Lewis contó cómo es el enfoque que ideó para revertir el bajo rendimiento académico en escuelas

Josefina Gil Moreira para La Nación, 25 de abril de 2025

Cuando Gary Lewis asumió el cargo de director en una escuela secundaria ubicada en el pueblo de Kings Langley, en Inglaterra, el establecimiento tenía altos índices de violencia, abandono escolar y bajo rendimiento académico. Cuatro años después la escuela no solo había mejorado visiblemente todos los índices, sino que se había convertido en un lugar tan prestigioso que se agotaron las vacantes. ¿Cómo lo hizo? Aplicando educación del carácter, un enfoque de enseñanza basado esencialmente en la formación de personas para tomar buenas decisiones.

Actualmente Lewis es director de la Asociación de Educación del Carácter (ACE, por sus siglas en inglés) y viaja por el mundo conociendo todo tipo de escuelas —entre ellas, dos argentinas— con el objetivo de difundir su experiencia. LA NACIÓN entrevistó al especialista quien, además de explicar de qué se trata su enfoque y cómo aplicarlo, realizó un diagnóstico sobre los principales problemas educativos en el mundo y su visión acerca del estado del sector en la Argentina.

−¿Qué es la educación del carácter?

−Creo que la definición de educación del carácter es, simplemente, enseñar a los individuos dentro de una comunidad, y especialmente en las escuelas, a aprender a tomar las decisiones correctas. Aristóteles definió el buen carácter hace 2500 años con algo que llamó frónesisusar la sabiduría y el sentido común para equilibrar el conocimiento y la comprensión de las virtudes. Él describió 12 virtudes necesarias para que una persona sea buena y pueda tomar las decisiones correctas basándose en lo que es bueno para sí misma y para su comunidad. Es una visión algo simplista, pero creo que está en el centro de lo que intentamos entender como educación del carácter. Las mejores escuelas que he visitado apuntan justamente a eso: enseñar a los niños, personal docente y, quizás lo más importante hoy en día, a los padres, a poder tomar las decisiones correctas en una variedad de situaciones.

−¿Y cómo funciona en la práctica? ¿Tienen, por ejemplo, un horario específico para trabajar en la educación del carácter o es algo que está integrado a todas las asignaturas?

−La educación del carácter no es algo que puedas hacer a las 3 de la tarde un jueves. Tiene que ser un enfoque integrado. Los planes de una escuela que busca desarrollar la educación del carácter deben, en cada cosa que hagan, trabajar con los tres componentes de la comunidad escolar: los docentes, los estudiantes y los padres. En Inglaterra usamos una aliteración para esto: taught, caught and sought (enseñado, captado y buscado). Esto significa que el carácter se puede enseñar (taught) a través del currículo en materias como educación personal, social, salud o educación religiosa. Pero aún más importante es que esté presente en todas las asignaturas. Las mejores escuelas integran el desarrollo del carácter en matemáticas, español, inglés, geografía, historia. No importa la materia, siempre hay elementos donde se puede explorar el concepto de carácter. Luego está la parte del caught (captado): nuestra personalidad y carácter se forman, en gran medida, a partir de las personas con las que interactuamos. Primero nuestros padres, claro, pero también nuestras familias, las escuelas a las que asistimos, nuestros amigos y las comunidades donde vivimos. Las relaciones dentro de una escuela determinan la calidad del carácter. En mi opinión, esa es la labor del director: definir el carácter de la escuela y tener el coraje de sostenerlo. Y detrás de las relaciones siempre está la comunicación. Por eso, cuando dirigía escuelas, volvía a lo básico y enseñaba a los docentes a comunicarse con los estudiantes. Puede sonar condescendiente, pero es importante volver a enseñar cómo hablarles, el lenguaje corporal y el tono de voz porque se construyen relaciones de calidad prestando atención a los pequeños detalles.

Y finalmente, el sought (buscado): dar a los niños oportunidades para desarrollar su carácter. Este es uno de los mayores desafíos en la vida moderna. Demasiados padres no quieren que sus hijos corran ningún riesgo. Eso significa que no tienen la oportunidad de tomar decisiones, ya sea una tan simple como tomar un autobús para ir a la escuela o participar en deportes que los pongan en situaciones exigentes. Muchos padres no quieren que sus hijos sufran ningún disgusto, ningún tropiezo. Pero eso es un gran error porque parte de desarrollar el carácter es estar emocionalmente vacunado. Tener la oportunidad de aprender de la tristeza, del llanto, del dolor, porque así se desarrolla la capacidad de manejar la ansiedad y el estrés en el futuro. Debemos permitir que nuestros hijos tengan un pequeño “sabor” de la dificultad, del desafío o de la incomodidad para estar mejor preparados.

−Esto me trae una pregunta que iba a hacer más adelante, pero creo que viene al caso ahora que hablamos del rol de los padres. La serie británica Adolescencia, inspirada en varios hechos reales sobre casos de violencia escolar, se convirtió en un fenómeno en todo el mundo. ¿Por qué creés que la serie interpeló a tantas personas?

−Creo que tocó el hecho de que muchísimas personas viven en aislamiento. Parte de estar en una comunidad con carácter, una escuela por ejemplo, es este concepto de las relaciones. Mi madre y mi padre se aseguraban de que nos sentábamos todas las mañanas a desayunar juntos. Todas las noches cenábamos en la mesa, hablábamos, resolvíamos problemas… esa era, por decirlo así, nuestra terapia psicológica. Muchos niños ya no tienen eso, están aislados. Están con sus teléfonos, frente a sus computadoras y sus padres también están frente a sus pantallas. Entonces tienes personas viviendo en comunidad, pero en realidad están como pequeños satélites girando unos alrededor de otros.

Creo que la serie muestra una familia relativamente unida, pero donde cada uno va en una dirección diferente. Y la situación con el chico vuelve a lo que dije al principio: no desarrolló una comprensión de cómo tomar decisiones correctas. No estaba siendo influenciado por rasgos positivos del carácter ni por una noción clara de moralidad o virtudes. Estaba siendo influenciado por todo menos eso, especialmente por las redes sociales que lo rodeaban.

Pero solo para que lo sepas: las escuelas inglesas no son así. Esa representación, por razones dramáticas, está un poco exagerada.

−¿Cuáles crees que son los principales desafíos que enfrenta la educación en todo el mundo?

−Cuando terminé mi etapa como director escolar, la Universidad de Birmingham me pidió liderar un programa para el cual tenía que viajar por el mundo y a mi me preocupaba mucho que el enfoque anglosajón del que venía no fuera transferible al Medio Oriente, a Suecia, Austria, México o a los países que visitara. Pero me ha sorprendido enormemente ver que los problemas que tenemos en Inglaterra son exactamente los mismos que en Chile, en México y en otros países que he visitado.

Creo que la relación entre las escuelas y las familias se ha roto en gran medida. Hay muchos padres maravillosos, pero hay demasiados que ven casi como un derecho el criticar y atacar agresivamente a las escuelas, que no confían en el juicio profesional de los docentes. Y, del mismo modo, he visto muchas escuelas que no tienen el coraje, ni el compromiso ni la confianza en sus propias capacidades profesionales como para desafiar a las familias. Y eso es un gran problema. Lo vi en mis más de 20 años como director: la interacción con los padres se volvió cada vez más agresiva, más cáustica, mucho más difícil de manejar.

Y dentro de ese marco, algo que ya tocamos al hablar de Adolescencia, está la enorme complejidad de elecciones que hoy en día enfrentan los jóvenes. Muchas veces tienen expectativas que están por encima de lo que son capaces de lograr, entonces sienten que no están cumpliendo sus sueños, aunque probablemente esos sueños no eran realistas desde un principio. Creo que la educación del carácter, si se hace bien, permite que los chicos crezcan y desarrollen una verdadera confianza interior y una determinación de aprovechar al máximo sus vidas.

−En la Argentina estamos hace ya un tiempo atravesando una crisis docente en varios aspectos. ¿Creés que la educación del carácter puede ayudar a resolver esto?

—Voy a darle un giro a esa pregunta. Si observo cómo han mejorado las escuelas en Inglaterra en los últimos 10 años, particularmente muchas que ahora se describen como escuelas de carácter, todas comparten ciertos elementos en común. Uno es el liderazgo valiente. La persona que dirige la escuela y el equipo de liderazgo deben tener una comprensión muy clara de los valores y la cultura que quieren promover y deben estar decididos a garantizar que esa cultura esté presente en toda la escuela. Y otro rasgo común en estas escuelas es que invierten principalmente en sus docentes. Si una escuela invierte en el bienestar de sus docentes, en su desarrollo tanto personal como profesional, sin condescendencias, entendiendo que son personas como cualquiera y que necesitan el mismo nivel de inversión, entonces esa escuela va a cosechar los frutos.

−¿Y cómo viste a las escuelas argentinas en ese sentido?

−Por un lado, me impactó positivamente la cultura en el país. Las escuelas que visité eran espacios felices. Vi que los docentes tenían una especie de sentido de misión con su trabajo que, francamente, necesitan tener porque, por otro lado y en mi opinión, están muy mal remunerados, al menos en comparación con los docentes en Inglaterra. Si se paga mal a alguien, es difícil que se sienta valorado.

Otra gran diferencia entre la Argentina e Inglaterra, e incluso con muchos otros países, es que en la Argentina los docentes no son evaluados con seriedad. En Inglaterra, cuando un docente empieza a trabajar en una escuela llega sabiendo que va a recibir una formación continua. Tiene garantizado un plan de capacitación con estándares claros. Es decir, tiene una especie de “descripción de cargo” que define lo que significa ser un docente de alta calidad. La escuela, a su vez, se compromete a invertir en esa persona para que alcance esos estándares, pero si por alguna razón no puede alcanzar esos estándares, lamentablemente se le pide que se retire. Y para mí eso es positivo. Los docentes en Inglaterra no sienten que están bajo presión porque saben que van a recibir un gran apoyo. Pero si no están a la altura, no es justo para los estudiantes que sigan enseñando ni para la persona en cuestión que está haciendo un trabajo para el que no está preparada. Es incluso cruel.

Creo que en la Argentina hay escuelas muy felices, pero si soy completamente honesto, los niños y niñas no estaban trabajando ni la mitad de lo que trabajan en una escuela inglesa. Estaban muy cómodos y los docentes también. La calidad de los vínculos era buena, pero probablemente porque no había mucho desafío. No sentí que hubiera una actitud de “vamos con todo, vamos a lograr grandes cosas”. Sé que esto es una generalización bastante cruda, pero es lo que observé.

−Según tu experiencia trabajando en educación del carácter, ¿cuáles han sido los resultados más impresionantes que has visto?

−Me gusta pensar en Kings Langley School, mi propia escuela originalmente, porque tomé el control de una escuela que estaba muy mal, con un comportamiento terrible, estándares académicos lamentables, maestros que no querían trabajar en la escuela, padres que no querían enviar a sus hijos allí, y en un periodo de cuatro años, enfocándonos completamente en el carácter, porque sabía que si tenía una cultura de carácter y de valores, los altos estándares académicos seguirían, y así fue.

Pero en este momento, la mejor escuela probablemente, al menos en Inglaterra, es Northampton Academy. Es una escuela grande, literalmente en el centro de Inglaterra, que sirve a una zona bastante pobre. Hace seis años, estaba en el 2% más bajo de todas las escuelas en Inglaterra. El año pasado, pasó a estar en el 3% más alto. Se ha transformado de ser una escuela que era un lugar bastante aterrador en términos de comportamiento, guerras de pandillas, todo tipo de problemas, a ser un lugar completamente diferente. Ahora, los precios de las casas en la zona han aumentado enormemente porque los padres quieren que sus hijos asistan a esa escuela. Esa es una escuela que ha sido completamente transformada.

−¿En cuantos años se puede transformar una escuela?

−Cuando comencé en Kings Langley, en 18 meses hubo un cambio masivo, un gran cambio. Pero se necesita aproximadamente de cinco a siete años para crear una cultura que esté absolutamente garantizada para seguir adelante. Así, los nuevos niños que se unan a la escuela tendrán una comprensión completa de lo que se espera de ellos. Toma un poco de tiempo, como decimos en Inglaterra, para que el agua pase bajo el puente y se logre suficiente comprensión durante esos cinco a siete años, pero verás efectos, especialmente en las escuelas que estaban fracasando, verás efectos casi inmediatos, literalmente en meses.

−Entonces, ¿este modelo es aplicable a otros países y contextos culturales?

−Sí, completamente. Hace unos 12 años, junto con el profesor Tom Harrison, desarrollamos algo llamado el marco para la educación en valores que permite a las escuelas planificar su educación en valores. Cuando voy a una escuela y conozco a padres, profesores o estudiantes, siempre les pregunto qué significa perseverancia. Y todos dicen: “Oh, es muy importante y sí, hablamos mucho de eso”, pero hay una realidad: la palabra resiliencia o perseverancia significa que tienes que aprender a sufrir y las mejores escuelas lo entienden. No solo hablan de valores y su definición. Hablan de lo que se siente perseverar. Cuando hacen eso, tienden a mejorar y a subir de nivel casi inmediatamente. Y eso es algo en lo que tienes que trabajar con los estudiantes y con los padres especialmente porque no quieren que sus hijos sean desafiados. Y sin embargo, tienen que serlo para convertirse en jóvenes adultos resilientes que puedan cuidarse a sí mismos en el futuro.

El enfoque en la región

En América Latina, la Fundación Varkey es una de las instituciones que ya está trabajando para impulsar este enfoque. Recientemente creó un centro de educación del carácter que ya está formando a 152 líderes de ministerios y secretarías de Educación de la Argentina, Brasil, Colombia, México y El Salvador.

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