Te invito a recorrer El Censo en Belén de Pieter Brueghel el Viejo, expuesta en los Museos Reales de Bellas Artes de Bélgica, en Bruselas. Pintada en 1566, en plena Europa del Renacimiento tardío, esta obra refleja el talento del artista flamenco y su capacidad para captar la vida cotidiana. La escena muestra un pueblo flamenco en pleno invierno, inmerso en sus actividades diarias y aparentemente ajeno al acontecimiento del nacimiento de Cristo. Sin embargo, al mirar con atención, se distingue a María y José mezclados entre la multitud, buscando un lugar para alojarse.
La composición en diagonal dirige la mirada desde el primer plano, repleto de actividad, hacia las construcciones del fondo, donde algunas personas se reúnen. Las líneas de las casas y los caminos refuerzan este recorrido visual, invitando al espectador a explorar cada rincón del cuadro. Brueghel utiliza una perspectiva aérea que crea profundidad, con detalles y colores más desaturados a medida que los elementos se alejan en el espacio. Este tratamiento no solo aporta realismo, sino que acentúa la distancia entre la humanidad ocupada y el propósito trascendente de la Sagrada Familia.
El ritmo de la composición alterna espacios llenos de movimiento con otros más tranquilos. Los hombres que cargan madera, las mujeres llenando cántaros y los niños jugando sobre el hielo cuentan pequeñas historias que parecen casi autónomas, pero que juntas construyen la atmósfera del pueblo. Esta variedad de acciones, cuidadosamente organizadas, invita a detenerse y observar con detenimiento.
Las proporciones están equilibradas de manera que refuerzan la inmensidad del paisaje en contraste con las figuras humanas. María y José, representados con gran sencillez en el lado izquierdo de la escena, pasan desapercibidos en medio de la multitud. Su posición discreta subraya la humildad de su misión y la fragilidad del momento que están viviendo.
El paisaje invernal, con su paleta de tonos apagados y su atmósfera helada, evoca la dureza del entorno físico y la indiferencia del mundo hacia el nacimiento de Cristo. En este contexto, no hay un lugar explícito que acoja al Salvador, un detalle que nos invita a reflexionar sobre cómo preparamos nuestro propio interior para recibir lo divino.
La escena, abarrotada de detalles y personajes, recuerda en cierta forma a expresiones contemporáneas como las ilustraciones de ¿Dónde está Wally?. En ambas, el acto de mirar se convierte en un juego de descubrimiento, donde lo aparentemente oculto —ya sea a Wally o a María y José— es esencial para comprender la totalidad de la obra. Esta búsqueda visual nos lleva más allá de lo superficial y nos conecta con el núcleo de la historia que Brueghel quiere narrar.
El uso del color, con una paleta limitada de ocres, marrones y blancos, refuerza la sensación de un invierno austero. La textura de la nieve, elaborada con minucioso detalle, casi permite sentir el frío que impregna la escena. Cada elemento, desde los movimientos hasta los matices, está diseñado para atrapar al espectador y hacerlo parte del paisaje.
En El Censo en Belén, Brueghel transforma lo cotidiano en una ventana hacia lo eterno. Cada detalle de la obra nos invita a detenernos, a mirar con calma y a descubrir que incluso en las escenas más simples se esconde un significado más profundo.
Lic. Carola Foster, editora de Cultura y Arte