Por David Esquivel (*)
¿Ya es diciembre? ¿Cómo fue que pasó tan rápido el año? Otra vez sumergidos en la vorágine del fin de año, y ya hay que ponerse a pensar en las fiestas. ¿Qué les regalo a mis familiares? ¿Dónde pasamos las celebraciones? ¿Qué vamos a comer este año, de nuevo lo mismo que el año pasado? ¿Cómo hacemos con las vacaciones? ¿Llegamos con la plata? y en medio de estas idas y venidas a toda velocidad ¿a qué nos invita nuestra Madre Iglesia? A parar y esperar. ¡¿Parar?! ¡¿Esperar?! ¡No hay tiempo para esas cosas!
“Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola” (Lc 10, 41-42).
Hoy también comienza el tiempo de Adviento, término que proviene de latín “adventus”, que significa “venida”. Y ese tiene que ser nuestro centro en este momento: mirar, reflexionar, contemplar con alegría, paz y esperanza la venida de nuestro Salvador, del Verbo de Dios. San Bernardo, en su famoso sermón sobre el Adviento, nos habla de la triple finalidad de este tiempo: “Recordar el pasado, vivir el presente, preparar el futuro”.
Recordar el pasado: Celebrar y contemplar el nacimiento de Jesús en Belén hace poco más de dos mil años, a veces nos centramos en la sencillez del pesebre, del niñito y los pastorcitos y las ovejitas y nos quedamos en la superficialidad sentimental del hecho olvidándonos del sentido profundo: El Señor ya vino. “Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros” (Jn 1, 14), lleno de humildad y pobreza. Recordamos entonces en este tiempo su primera venida.
Preparar el futuro: Se trata de prepararnos para la segunda venida de Jesucristo, pleno de gloria y con poder para juzgar a vivos y muertos. Es la Parusía, de la cuál siempre hablamos, pero como nadie sabe ni el día ni la hora (Cfr. 24, 36) nos olvidamos que el Señor vendrá.
Vivir el presente: Cuando pensamos en la venida de Jesús nuestra mente se va al pasado distante o al futuro incierto. Pero este tiempo de Adviento es sobre todo para que podamos meditar en la presencia real de Jesús que hoy quiere venir a mi vida, a la cotidianeidad de mis días.
Si nos detuviéramos a meditar en el silencio de nuestro corazón, nos daríamos cuenta que siempre estamos viviendo insertos en el Adviento, ya que siempre estamos esperando la segunda venida de Jesús, a la vez que queremos reconocerlo ya presente y operante en nuestra vida.
“El Adviento −en palabras de Benedicto XVI−, nos impulsa a entender el sentido del tiempo y de la historia como «kairós», como ocasión propicia para nuestra salvación”.
(*) David Esquivel tiene 26 años, estudia Filosofía y Teología en la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino (UNSTA). Es catequista en nivel primario y secundario en el Instituto Nuestra Señora de las Nieves (Floresta, CABA), y además es miembro del Pool de Talento Joven de la Dirección de Formación de Fasta, trabajando sobre todo en el desarrollo y contenidos de la app UNIT. Comenzó su andar en Fasta a los 13 años de edad, en Ruca Mbororé, provincia de Misiones.