¿Miliciano comprometido o «Fasta bot»?

Nelson Santillan

Por Santiago Salmerón (*)

Hace un par de años apareció en la Ciudad Miliciana la expresión «Fasta bot». Los bots son programas de computadora que realizan tareas automatizadas en internet y pueden ser utilizados en variedad de propósitos como asistencia al cliente, marketing y entretenimiento, entre otras cosas. La denominación suele usarse, particularmente en las agrupaciones menores, para designar a alguien que «la vive mucho con el estilo», o alguien que no hace otra cosa que no sea actividades de Fasta.

Aunque la expresión tiene cierto tono despectivo, nos ofrece una valiosa oportunidad para reflexionar sobre el estilo miliciano. ¿Por asistir a las actividades que me ofrece la Ciudad Miliciana entonces soy “Fasta bot”? ¿Por cantar marchas, asumir misiones y usar el uniforme me vuelvo “Fasta bot”?

En este artículo propongo rescatar el sentido original del Estilo, para distinguirlo de aquella actitud propia del “Fasta bot”, que está muy alejada de ser «un estilo que santifica al hombre».

En primer lugar, el Estilo es el lenguaje a través del cual comunicamos el patrimonio cultural de la Ciudad Miliciana. Precisamente, que sea un lenguaje quiere decir que es un conjunto de signos, que a su vez pueden ser verbales (palabras, frases) o no verbales (gestos, actitudes). Y si hablamos de signos, es importante tener en cuenta dos cosas: primero, que a través de ellos podemos expresar realidades inmateriales; y segundo, que a través de ellos obramos realmente en el mundo. Pongo un ejemplo: cuando le digo a alguien «te doy las gracias», por un lado estoy expresando mi gratitud (que es inmaterial) y por otro lado, esas palabras hacen realmente lo que están diciendo (el hecho de agradecer).

Y aquello que el Estilo realiza, es decir, hace presente, es el patrimonio cultural de la Ciudad Miliciana, es decir, los valores y verdades que contempla, custodia, protege y sostiene.

Esto quiere decir que todo lo que hacemos en las actividades del Ruca, es decir, el Estilo, busca transmitir y hacer viva esa herencia cultural, esas verdades y valores recibidos.

Para entender la idea, imaginemos un auto con un chofer adentro. El auto sería el estilo, y el chofer sería la herencia cultural. Para que el auto se dirija hacia un lugar específico es necesario que el chofer lo dirija hacia allí. Pero, ¿qué pasaría si el auto no tuviera chofer? No habría nadie que le marcara un sentido al auto, y este podría estar dando vueltas sin llegar nunca a destino (o podría chocar, caer por un barranco…).

Y esto, ¿qué tiene que ver con la vida miliciana? Que existe el peligro de que nos subamos a un auto sin chofer.

Hay veces que nos puede pasar que hacemos cosas propias de nuestro Estilo (como el “¡A tus órdenes!”, el “¡Firmes!”, la formación, una marcha cantada, la Santa Misa, la oración de la sección), sin pensar en el valor o verdad que ese lenguaje contiene. Es decir, no vemos el sentido de por qué hacemos esas cosas, y así simplemente son un ritual de poca utilidad o importancia. En cambio, si entiendo que la formación expresa el orden, la jerarquía y la obediencia, que son valores necesarios para que cada uno pueda desarrollarse como persona, entonces ahí el Estilo adquiere toda su fuerza. Si entiendo que la oración y la Misa contienen dentro suyo el valor de la trascendencia y la verdad de un Dios que me creó por amor y quiere darme las cosas que necesito para ser feliz, entonces ahí esos signos tienen un poder enorme.

Si nos ocurre lo otro, hacer las cosas sin entender el sentido que llevan dentro, entonces estamos siendo los fariseos de la época de Jesús, a quienes les dice: “¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que limpian por fuera la copa y el plato, mientras que por dentro están llenos de codicia y desenfreno! (Mt 23, 25). Nos preocupamos por los rituales, pero nuestro corazón está lejos de la herencia cultural, está lejos de la verdad y el bien. Ahí estaríamos siendo “Fasta bots”. Pero Dios no nos llamó a ser “Fasta bots”, sino a ser santos a través del estilo miliciano.

Ahora bien, qué significa ser santo a través del estilo de Fasta es la cuestión fundamental de nuestra vocación miliciana. De hecho, el elemento fundante de nuestra Ciudad es lo sacral, es decir, la Palabra de Dios hecha carne para darnos a conocer al Padre (cfr. Jn 1,14), y por eso la primera nota configurativa del estilo miliciano es construir la invisible presencia de Dios en nuestros corazones.

Entonces la presencia de Dios en el corazón es la sangre que corre por el cuerpo de todos los miembros de la Ciudad Miliciana. Justamente, en un sentido biológico, ese fluido rojizo corre por nuestras venas y arterias, transportando la energía a nuestros músculos para poder correr, saltar, escribir, estudiar, jugar, rezar, descansar. Del mismo modo, en un sentido espiritual, la invisible presencia de Dios en el corazón de cada miliciano lo hace apto para construir la invisible presencia de Dios en la temporalidad. Así como todo lo podemos hacer porque la sangre lleva la energía a todas partes de nuestro cuerpo, del mismo modo construimos la Ciudad cuando hacemos propio ese patrimonio cultural en nuestro corazón.

Por lo tanto, con el Estilo queremos hablar de valores y verdades, y el primer valor que queremos expresar es el de construir la presencia de Dios en el corazón. Tanto cuando vamos un sábado al Ruca como durante un campamento pasan muchas cosas que pueden ayudarme a construir la presencia de Dios en el corazón. Por ejemplo, cuando tengo la posibilidad de ayudar algún compañero, cuando me toca obedecer al jefe de escuadra, cuando me toca conducir siendo jefe de sección, cuando estamos jugando algún juego como expresión de la alegría, cuando cantamos marchas o en el fogón, cuando rezamos, cuando me levanto y me pongo el uniforme.

Todos esos momentos tienen que servirme para que construya la presencia de Dios en el corazón. De ahí viene la frase “un estilo que santifica al hombre”, un lenguaje que tiene como objetivo hacer un lugar en el corazón para Dios. Por eso es que, como el padre Fundador ha expresado en el Consejo Plenario de 1984 en Córdoba, «los milis de las Agrupaciones Menores parecen pero no son, y los milis de la Agrupación Mayor no parecen pero son». En efecto, aunque no portan las manifestaciones exteriores del Estilo (como el uniforme), lo viven interiormente porque asumieron como propio el legado cultural que este significa.

Y eso mismo es lo que luego vuelcan en su obrar, para hacer visible en el mundo la invisible presencia del Reino de Dios que se encuentra en sus corazones.

(*) Santiago Salmerón tiene 23 años, y comenzó su camino miliciano a los 8 años en Ruca Pampero. Actualmente es Bachiller de Filosofía por la Unsta, además de profesor de Formación Ética y Ciudadana y preceptor del Nivel Medio (ambos cargos en el Colegio Fasta San Vicente de Paúl, Villa Devoto, CABA).

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