Cardenal Farrel a Fasta y los Movimientos: «¡Recuperen la Esperanza en la recompensa de sus carismas, dones de Dios, aún por descubrir…»

Nelson Santillan

El padre César Garcés presidente de Fasta, Alejandro Campos, vicepresidente ejecutivo y Carlos Fernández (h) participan del Encuentro de Moderadores de Movimientos Eclesiales de la Iglesia, que organiza el Dicasterio para Laicos, Familia y Vida entre el 4 y el 6 de junio en el Vaticano.

El prefecto del Dicasterio, cardenal Kevin Farrel, abrió las jornadas con un vehemente discurso en el que llamó a los Movimientos y  Asociaciones a «acompañar a la Iglesia». Destacando que «cada uno tiene  de ustedes tiene su propia especificidad, su propósito particular, sus propios carismas. Y este dicasterio sabe bien que estas características deben ser apreciadas, valoradas y defendidas.
Al mismo tiempo, quiere ayudarlos a crecer cada vez más en el sentido de pertenencia y comunión eclesial. Por eso, cada año intentamos sintonizar con el camino que recorre toda la Iglesia».

Una vista general del aula del sínodo. A la derecha la delegación de Fasta

Recordó los temas abordados en anteriores encuentros como «la protección de los menores y la sinodalidad, decisiones específicas de esta Iglesia universal, bajo la guía del Papa Francisco, se han reflexionado y trabajado sobre estos temas».

Acoger con gratitud al papa León XIV y el «vínculo especial con Pedro»

«En este momento particular, acompañar a la Iglesia significa, ante todo, también para la asociaciones y los movimientos eclesiales, acoger con gratitud y apertura de corazón el don que el Señor ha concedido a todos los bautizados, el nuevo Sumo Pontífice, el Papa León» dijo el cardenal Farrel. «Estamos seguros de que su guía, sus palabras y sus orientaciones serán una fuente de nueva vitalidad para su apostolado y de crecimiento espiritual para todos sus temas» afirmó.

El cardenal Kevin Farrell

 

Más adelante recordó que «en la reunión de hace dos años, los movimientos eclesiales a lo largo de la historia de la Iglesia siempre han tenido un vínculo especial con el sucesor de Pedro. Como todos los carismas, aquellos que originaron las congregaciones laicas también fueron inspirados por el Espíritu Santo para la renovación de la Iglesia y su misión. Pero sin el apoyo y la comunión con Pedro, todo esto sería impensable. Pedro y los movimientos siempre han estado unidos para dar impulso apostólico a la Iglesia y evitar que las comunidades eclesiales se encierren en horizontes demasiado limitados, descuidando el mandato de Jesús de ser los evangelizadores de todos los pueblos…».

El Jubileo de la Esperanza como «el gran don»

Buscando el centro del mensaje el cardenal Farrel afirmó que «caminar con la Iglesia, para los Movimientos lleva a afrontar el gran acontecimiento del Jubileo, que todos los católicos del mundo estamos viviendo. En particular, hemos puesto la esperanza en primer plano, retomando el camino jubilar deseado por el Papa Francisco. «Peregrinos de la esperanza», nos hemos preguntado cómo el Jubileo puede ser un don de gracia para las congregaciones laicas de hoy. Y pensamos que una nueva infusión de esperanza puede ser el gran don que el año jubilar puede comunicarles a todos ustedes. De ahí el título de nuestro encuentro: «Esperanza vivida y anunciada», el don del Jubileo para las congregaciones eclesiales».

Esperanza vivida. ¿Qué significa «esperanza vivida y anunciada»?

A la pregunta el Cardenal contesto que «se refiere a lo que observamos en su historia y en su experiencia. En primer lugar, esperanza vivida. Muchas personas, al encontrarse con sus grupos, sus comunidades, su carisma, han descubierto el verdadero rostro de la esperanza cristiana, que ha dado una perspectiva de eternidad a su vida. Una vida que quizás, antes, estaba forjada en sí misma, llena de decepción y falta de amor y que, tras haber conocido al Señor Jesús, fue iluminado por una nueva esperanza».

En la proclamación del Jubileo, el Papa Francisco escribió: «En virtud de la esperanza en la que fuimos salvados, mirando al tiempo que olvida, estamos seguros de que la historia de la humanidad y la de cada uno de nosotros no corren hacia un punto ciego, una barrera oscura, sino que se orientan hacia el encuentro con el Señor de la gloria. Descubrir la esperanza significa descubrir a Cristo. Para nosotros, los cristianos, la esperanza no es un concepto, ni siquiera un esfuerzo mental de optimismo. Para nosotros, la esperanza es una persona».

Casi al cierre de su discurso dijo que «San Pablo, en el discurso al final de su primera carta a Timoteo, dice ser apóstol por mandato de Cristo Jesús, nuestra esperanza. Cristo es nuestra esperanza. En Él la vida encuentra sentido, en Él, escapamos de la perspectiva angustiante y de una existencia orientada solo a la satisfacción terrena, al bienestar, al prestigio, al poder, pero que en última instancia se dirige hacia un punto oscuro, como dice el Papa León, porque todo termina con la muerte…»

Finalmente y con marcado énfasis el cardenal Farrell intimó a los presentes a que «¡Recuperen la esperanza en la recompensa de sus carismas, dones de Dios, aún por descubrir y para aplicarlos plenamente, y de nuevo, en su potencial fructífero! ¡Recuperen la esperanza de la Iglesia, que ha nutrido con amor y cuidado maternal, sus asociaciones y movimientos, y que continúa acompañándolos, mirándolos con gran alegría! ¡Recuperen su esperanza en Dios, quien continúa llamando a la fe, a la misión y al servicio!»

Posteriormente se realizó la ponencia por parte de Andrea Riccardi fundador de la comunidad de San Egidio y de Luigino Bruni sobre los retos de los Movimientos Eclesiales. (de los que se informa por separado).

Al cierre de esta edición se realizaba una liturgia penitencial en la Basílica de San Pedro, durante la cual a la escucha de la Palabra de Dios seguirán dos momentos: el reconocimiento de las carencias, errores y omisiones de los movimientos y de los pastores respecto al carisma, al pueblo y a la misión de la propia Iglesia; y la invocación al Espíritu Santo para que guíe a todas las agregaciones de fieles a la necesaria conversión, en fidelidad a su misión de llevar el Evangelio a las mujeres y hombres de nuestro tiempo. En el Año Santo del Jubileo 2025, los Moderadores de las agregaciones eclesiales se unirán en una súplica coral de perdón a Dios y a los hermanos, invocando la gracia de una auténtica conversión personal y comunitaria».

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