Este Jueves Santo comienzan las celebraciones por los 40 años de la Fraternidad Sacerdotal

Nelson Santillan

Hoy jueves santo la Fraternidad Sacerdotal comenzará con las celebraciones por los 40 años de su fundación. «Los sacerdotes de  Fraternidad Apostólica Sacerdotal Tomás de Aquino, durante el año 2025 queremos celebrar con espíritu cristiano los cuarenta años de la Fraternidad» destacando el sentido bíblico del número cuarenta .

El Regente de la Fraternidad el padre Andrés Quiroga compartió ayer martes 15 de abril una reflexión «sobre el sentido de la celebración de este aniversario, especialmente dando gracias a Dios porque la Ciudad tiene sacerdotes».

También invitó a «acompañar con las actividades propuestas desde el Directorio de la Fraternidad, dejando a las comunidades la libertad de generar otros espacios para celebrar junto a los sacerdotes presentes en ellas. Finalmente, enviamos una primera guía para una Adoración Eucarística, y mensualmente se enviará una nueva, para ser realizada en el momento que cada comunidad considere más oportuno».

Calendario

17 de abril Jueves Santo, apertura del aniversario
11 de mayo Domingo del Buen Pastor, colecto pro seminario
29 de mayo Aniversario de la Fraternidad, Santa Misa en las comunidades
23 de agosto Santa Misa con toda la Ciudad Miliciana
24 de agosto Santa Misa con el Arzobispo de Buenos Aires
25 al 29 de agosto Retiro anual de la Fraternidad Sacerdotal
3 y 4 de noviembre Consejo Plenario de la Fraternidad Sacerdotal
Enero de 2026 Cierre del aniversario

El Documento completo

La Ciudad tiene sacerdotes

La Misericordia Divina quiso crear una comunidad de hermanos que peregrinan hacia el Padre, en la cual participan todos los miembros de la Ciudad Miliciana. Además, el amor de Dios fue más intenso aún y le concedió a la Ciudad el corazón amantísimo de Jesús palpitando en los sacerdotes de la Fraternidad, para que ayuden a acercarse a los miembros a la  propia Vida de Dios.

Por eso, los sacerdotes de la Fraternidad Apostólica Sacerdotal Tomás de Aquino, durante el año 2025 queremos celebrar con espíritu cristiano los cuarenta años de la Fraternidad. Para esto es bueno recurrir al sentido bíblico del número cuarenta y, desde allí, iluminados por la Palabra de Dios podamos entender a qué nos invita el Señor.

El número cuarenta en las Sagradas Escrituras remite a una experiencia completa, un ciclo vital que implica madurez como resultado de la prueba y la vivencia del amor profundo. Esta experiencia completa incluye “crisis” y “metanoia”. Crisis, en su raíz etimológica griega, refiere a “distinción”, “separación”, incluso “ruptura”. Metanoia, por otra parte, significa “nueva percepción”, “profundización del conocimiento”, o “cambio de mentalidad”.  

El número cuarenta, entonces, nos invita a transitar un tiempo de crisis para un cambio de mentalidad. Es el tiempo para completar una etapa y comenzar algo nuevo. Cuarenta días estará Noé navegando en las aguas del diluvio para realizar una nueva alianza con el Señor y habitar un mundo nuevo. Cuarenta años caminará el pueblo elegido a través del desierto entre la prueba, la tentación y el consuelo, para tomar posesión de la Tierra Prometida. Cuarenta días tardarán los exploradores enviados por Moisés para reconocer la región de Canaán y descubrir los territorios que el Señor dará en herencia a los hijos de Israel. Cuarenta días y cuarenta noches caminó y ayunó el profeta Elías para reconocer la presencia de Yahvéh en la suave brisa y escuchar su Palabra. Finalmente, Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo. Y después de hacer un ayuno de cuarenta días y cuarenta noches, al fin sintió hambre. Luego de superar cada una de las tentaciones, Jesús exclamó: Apártate, Satanás, porque está escrito: “Al Señor tu Dios adorarás, y sólo a él darás culto”. Entonces el diablo se alejó. Y se acercaron unos ángeles para servirlo.

La liturgia ha tomado este significado bíblico del número cuarenta para uno de sus tiempos fuertes. Cada año, junto a toda la Iglesia, se nos convoca a esta experiencia completa de transformación. Incluso biológicamente, lo que se denomina “crisis de la mediana edad” refiere en torno a los cuarenta años. Cambios físicos, psicológicos y espirituales nos invitan a una transformación existencial.

Toda esta significación puede dar el marco espiritual para la celebración de los cuarenta años de la Fasta Sacerdotal. Un año para hacer memoria con una mirada agradecida y penitencial. Será ocasión para recordar, volviendo a pasar por el corazón los momentos de infidelidad y la bendición, con el deseo de encender la esperanza, asumiendo con coraje el presente que nos convoca. Que estos cuarenta años puedan ser un tiempo de conversión en nuestra vocación sacerdotal para renovar nuestra misión en y desde la Ciudad Miliciana.

Quisiéramos convertirnos en “Peregrinos de Esperanza” conscientes de una historia completa que, lejos de limitarnos o acomplejarnos, nos da alas para remontar alturas. Marchamos con la certeza de una herencia recibida y de una misión que nos aguarda. Decía nuestro fundador: La herencia es un patrimonio espiritual que tenemos que cuidar y transmitir… A la herencia se la puede despilfarrar, o se la puede cuidar y hacerla crecer. Y aquí lo único que hace que la herencia no se despilfarre, no se malgaste, es la fidelidad. Será, entonces, una oportunidad para renovar la fidelidad y volver a encender el fuego del primer amor. 

Pero toda peregrinación cobra su sentido más profundo desde el destino que luce en el horizonte. Así como la Cuaresma es plena desde el misterio de la Pascua, esta marcha ilusionada que continuamos en estos cuarenta años, la enfrentamos con la esperanza de alcanzar el Reino de los Cielos que ya está en medio de nosotros.

Nuestro patrono, Tomás de Aquino, nos enseña que en cuanto a los misterios divinos existe una triple orientación: conmemorativa, demostrativa y profética. Por eso, sabemos que en el camino recorrido por la Fraternidad Sacerdotal el Dios de Jesucristo se ha hecho presente; se hace presente; y se hará presente. En esta línea, es bueno tomar conciencia y alabar al Señor al contemplar cuántas veces nuestros sacerdotes han hecho realidad los bienes de la gracia entre nosotros, cómo lo siguen haciendo, y cuáles serán los corazones que, estremecidos al escuchar la palabra “sígueme” pronunciada por los labios del Mesías, se comprometerán a continuar esta misión. 

Partimos de nuestra identidad sacerdotal, recibida a través de la imposición de las manos y la oración consecratoria del obispo, sucesor de los apóstoles. Sumergidos en el torrente espiritual de la Orden de Predicadores de santo Domingo de Guzmán y, siguiendo los pasos de nuestro fundador, Fray Aníbal Fosbery, los sacerdotes de Fasta nos insertamos en la Ciudad Miliciana como capellanes, animadores y asesores. Del mismo modo, hemos sido convocados a ser protagonistas de la comunión y custodios del carisma junto a nuestros hermanos laicos y hermanas catherinas. 

Cuántos niños, en su bautismo, han cruzado el río Jordán para tomar posesión de la vida eterna por nuestras manos sacerdotales. Esas manos que han sabido envejecer recibiendo fragilidad y entregando misericordia. Manos que cotidianamente parten y comparten el maná eucarístico en templos y campamentos, en medio de la aspereza del desierto y sentados en la hierba a orillas de los lagos.  Cuántos corazones se han encendido y cuántas rodillas vacilantes se han fortalecido en nuestras comunidades, al escuchar la palabra del Pastor en nuestras voces de pastores. Voces que inspiran consuelo y valentía para seguir marchando en medio de las dificultades del camino de la vida, o para atravesar la oscura quebrada de la muerte en el último viaje. Cuántos pasos en cerros y montañas, ciudades y poblados han sabido dejar huellas en miles de almas, realizando de modo constante un humilde servicio de amor y oración.

Cuarenta años queriendo configurarnos con Jesucristo, el Buen Pastor que se hace alimento eucarístico para su rebaño. Cuarenta años deseando ser dóciles a las mociones y signos del Espíritu Santo. Cuarenta años empleados en diversidad de ministerios y carismas personales que, en un mismo estilo sacerdotal y con una misión apostólica común, contemplan, construyen, sostienen y protegen a nuestra Ciudad Miliciana. Una Ciudad llamada a ser don para la Iglesia.   

Para concluir, quisiéramos recordar una leyenda que existe acerca de las águilas. Dicen que cuando estas aves cumplen alrededor de 40 años envejecen, envejecen mucho. El pico se curva, las uñas crecen desmedidamente, las plumas se vuelven viejas y se ponen pesadas. Entonces van a un sitio alto y ahí golpean su pico hasta desprenderlo, y deja así lugar a un pico nuevo. Con el pico nuevo se sacan las uñas viejas, se sacan las plumas viejas, esperan unos cinco meses, y todo le vuelve a crecer renovando el vigor de la juventud. Por esta razón en estos cuarenta años quisiéramos hacer propias las palabras del salmo 103:

Bendice al Señor, alma mía, alabe todo mi ser su santo Nombre.

Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides ninguno de sus beneficios.

Él perdona todas tus ofensas y te cura de todas tus dolencias.

Él rescata tu vida de la tumba, te corona de amor y de ternura.

Él colma de dicha tu existencia y como el águila se renueva tu juventud.

 

 

 

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