Frente a La Anunciación

Nelson Santillan

Por Carola Foster

La primera vez que vi La Anunciación de Simone Martini fue en 2015, en la Galería Uffizi, durante un viaje a Florencia con mi esposo. Recuerdo con nitidez ese instante: la sala, la luz tenue, el silencio. Pero sobre todo, el impacto. Fue como si el aire se volviera más denso, como si el corazón se detuviera por un segundo. Sentí que tanta belleza me quitaba el aliento.

No fue solo admiración estética. Fue algo más profundo, más difícil de explicar. Una certeza interior, silenciosa, de estar ante la Belleza. No una belleza decorativa ni sentimental, sino esa que toca lo esencial, que conmueve, que eleva. Esa que, como dice santo Tomás, es el esplendor del bien. En ese momento supe que estaba frente a algo verdaderamente grande.

La obra fue pintada en 1333 por Simone Martini y Lippo Memmi, y originalmente estaba destinada a la catedral de Siena. Hoy se encuentra en la Galería Uffizi, en Florencia. Representa la escena bíblica de la Anunciación: el arcángel Gabriel, con un gesto refinado y una túnica que parece moverse en el aire, irrumpe con el Ave llena de gracia; María, sorprendida, se recoge con pudor, como si el mensaje divino la atravesara físicamente. Todo está hecho con una finura que asombra: los pliegues dorados, los lirios de pureza, las palabras del ángel escritas en el fondo, como suspendidas entre ambos.

Hay algo en esa imagen que no se agota en la mirada, que sigue hablando cuando uno ya ha salido de la sala. Algo que no se olvida.

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